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La verdad es que no dure ni cuatro horas en París.

Fui a encontrarme con mi amigo Pete, resolví lo que necesitaba para el libro y tomé un vuelo a casa. A Grecia.

Esto es una decisión que tomé sin detenerme a dudar. Es lo más visceral que he hecho después de dejar que Harry se ganase mi corazón tan rápido.

Pero, era algo que debía hacer tarde o temprano.

Las cosas con Harry y su familia van bien. Según el doctor, mi corazón es uno de los más sanos que ha visto en todos los pacientes que atiende, que poseen la misma enfermedad que yo.

Todo esta bien, excepto esto.

Tengo que romperlo o resolverlo. No hay escapatoria.

Es mi madre. Mi pasado.

No puedo seguir avanzando si sigo arrastrando todos estos asuntos sin resolver.


Eso y más me repito desde que bajo del avión hasta que alcanzo las familiares calles que conducen a mi vecindario.

El sol mediterraneo quema en el cielo y el olor salado del mar me nublan los sentidos. Es como saltar a una piscina de recuerdos, sin tiempo para respirar.

El barranco donde se levantan las casas del vecindario donde crecí es lo unico que separa a la gente de la playa y la ciudad. La gran y cansada espiral en donde se extienden las calles y callejones se llena de mercadillos al aire libre, ciclistas y niños jugando bajo la luz del día.

Caras conocidas interrumpen su camino para saludarme, y de alguna manera esto me hace creer que tal vez, volver no es tan malo. Tal vez debí hacer esto hace mucho.


Me encuentro a mi mismo pensando que Harry pensaría que mi casa de la infancia es realmente bonita y única. ''Justo como tu,'' casi puedo escucharlo decir en su gruesa voz de acento inglés, y suprimo una risa.

La estructura de color blanca y azulejos azul zafiro se alza al final del barranco, imponente. Nuestro patio trasero se suspende en el aire, a media caída desde la monstruosa altura y con el rumor de las olas del mar colindando con las rocas que se hallan debajo de la terraza de madera.

Hay ajo en el aire y puedo casi ver a mi madre preparar la carne de oveja en la cocina, mezclandola para la cena.

Mi respiración comienza a entrecortarse como un disco rayado mientras que mis pies protestan levemente para no seguir. Pero continuo caminando, cada vez más cerca de la gran casa que encierra tantos conflictos.

Mis sentidos se sienten atacados.

De pronto puedo oler todas las cenas de un cálido verano, con las ventanas abiertas y la brisa del puerto acariciándo los cabellos rubios en mi cabeza y la de mis hermanas.

Puedo escuchar sus risitas traviesas mientras corrían por los pisos de viejísima madera, y los sonidos que hacian al masticar las manzanas verdes que mamá cultivaba en el manzano del patio del frente. También oigo claramente el traqueteo de sus amuletos contra el mal de ojo, chocando entre si mientras corrían calle arriba desde la escuela.

Siento su piel bronceada y calientita acurrucandose a mis lados mientras dormíamos todos apretados en el mismo cuarto, con la ventana abierta y el frio viento nocturno nos arrullaba. Siento sus dedos tirando de mi cabello cuando no quería levantarme para ir a la escuela.

the soles of our shoes are all worn out  || l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora