84

1.7K 232 86
                                    

La mano de Harry vuela hasta el rostro de Louis y aparta mechones castaños que ocultan sus ojos cerrados.

—Abrázame— murmura el ojiazul, sin moverse de su lugar y con los ojos aún sin abrirse.

Harry no duda dos veces en abrazarlo contra si. Suspira, olisqueando el aroma mentolado que despide la piel de Louis, que se entremezcla con su shampoo de jazmín.

—Te amo.

Louis se remueve, movido desde dentro por las palabras de Harry y la necesidad en su tono.
—Te amo— abre los ojos el menor.

Se encuentran frente a frente y el azul en las irises del otro dejan sin aliento al más viejo.
Verlos era como un trago de agua fresca. Hacia tanto que no lo tenia así de cerca.

—Harry, sobre anoche...

Harry suspira. Su expresión cambia. Es mas seria. Su mano se alza hacia la cabeza de Louis y comienza a acariciarle el cabello repetidamente mientras este toma aire para repetir lo que anunció hace unas horas.

Había sido fácil soltarlo de golpe. Decirlo aquí, en medio de la quietud y en el inicio del día, entre los brazos del hombre que adora, es sumamente difícil.

—Mi familia tiene una enfermedad hereditaria. Es... grave. Afecta las fibras del corazón, haciéndolo frágil. Podría detenerse súbitamente. Todas mis hermanas lo tenían.

Pausa. Harry lo siente estremecerse. Le da una mirada cariñosa, alentándolo a seguir.

—Todas han muerto, Harry. Y yo simplemente tengo tanto miedo de pensar en ser el siguiente.

—Entonces, ¿no es oficial? ¿No te has hecho los estudios?

Louis deja de verle y esconde su cara en la curva del cuello del ojiverde. Suspira, mientras Harry deposita pequeños besos en sus cabellos.

—Lo he hecho. No podía guardármelo mas. Me daba miedo morir un día y dejarte sin explicaciones.

Hay un pequeño suspiro tembloroso y Harry lo abraza contra si, instintivamente. Sabe lo que viene.
—Son positivos, Harry.

Su voz se quiebra. Sollozos brotan de sus labios mientras trata de esconder la cara lo mejor que puede.

Las lágrimas calientes caen sobre la piel de la yugular de Harry, creando una triste conexión.

—¿Qué edades tenían cuando murieron?

La voz de Harry es como la seda. Tratando de atraer al ciervillo asustado hasta un lugar seguro.

—La mayor tenia doce años.

—Entonces creo que has superado la esperanza, ¿no es así?

Louis asiente mientras se sorbe la nariz.

—Se que da miedo. La muerte da miedo. La incertidumbre da miedo. Pero eso es el futuro de todos, Louis.

Más lagrimas resbalan de los ojos azules, viajando de su cuello hasta las clavículas. Harry maniobra y termina con Louis encima suyo, haciendo de almohada mullida.

Sus dedos se curvan entre las hebras de cabello, acariciando al muchacho asustado.
—Lo que importa es lo que esta pasando ahora mismo. Tu presente. Tienes veinticuatro. Eres joven, inteligente y hermoso. Eres escritor, y el mundo te reconoce por ello. Viajas a donde te place. Eres muy sabio para tu edad. Nos hemos encontrado. Te amo.

—Rodéate de cosas buenas, aférrate a tus bendiciones y mantenlas en tu bolsillo, para que siempre puedas contarlas cuando las cosas se pongan feas.

Louis vuelve a asentir. El llanto ha cesado poco a poco.
—Entiendo tu duelo. Puede que requiera tiempo adaptarse. Pero no estás solo, ¿oíste? Yo estoy contigo, en todo lo que pase.

—No— Louis se incorpora. Sus manos se plantan con fuerza sobre el pecho del mayor y sus ojos enrojecidos lo ven con determinación. —No puedo permitirlo.

—Por eso te has ido, ¿cierto? Querías dejarme fuera.

Louis niega. —No quería estar en medio de una guerra. Tristán es tu duelo, no el mío. Tuve una epifanía. Sentí que era injusto querer que lidiarás con tus conflictos cuando yo no era capaz de aceptar los míos.

—Así que me hice las pruebas. Y escribí, tratando de desahogarme. Lo hice todo lo que pude hasta que quede vacío.
Pero aún tenia un cabo suelto: tú.

—No puedo pedirte que estes conmigo. No es justo. Mereces a alguien que este siempre, alguien que te acompañe en tu vida y tus sueños. Alguien que vea crecer a tus hijos. No es justo para ellos acostumbrarse a mi para después dejarlos a la deriva. Trate de todo: medite, escribí, estudie, viaje. Pero no pude sacarte de mi. Por eso acepte venir contigo, pero no acepto tu oferta de quedarte.

Harry ríe. Lo abraza con más ímpetu y están tan cerca que podrían besarse.
—Que alegría saber que quien decide donde quiero estar soy yo, y no tu.

the soles of our shoes are all worn out  || l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora