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Los pies les dolían por un día entero fuera, en la ciudad.

Lucas había arrastrado a todos a través de museos con fósiles tan altos como edificios y por el zoológico de la ciudad. El olor a palomitas de maíz, sal de pretzel y cítrico de la limonada se pegaba a sus pieles cuál perfume de última moda.

Todos se sentaban en la sala, con las mejillas aun rosadas por el sol y con las manos ocupadas en platos llenos de la comida favorita del niño— Paella.

A pesar de recién cumplir los siete, el paladar de Lucas estaba desarrollado. Lo suficiente cómo para no pasar el día exigiendo comer nuggets de pollo y pizza con macarrones, como muchos niños de su edad.

Esto tenía sorprendido al ojiazul. Él no le había tomado cariño al platillo español hasta que tuvo que pasar cinco meses en España. Y aún se sentía de cierta forma asqueado por la comida muy rebuscada.

Y aquí estaba Lucas, engullendo su segundo plato de paella preparada por su padre, viendo con atención la película de Disney que se proyectaba en la televisión mientras chupaba una almeja con decisión.

—Deja de verlo. Me lo vas a gastar— replicó Harry, riendo detrás de un bocado de arroz.

Louis se rio ligeramente. —Es que aún estoy sorprendido por el apetito de tus hijos. Comen muchas cosas que yo, a mis veinticuatro, aún dudo en consumir.

Harry sonrió con carisma y deslizó un brazo encima de los hombros más pequeños. —Eso es porque aún no comes seguido con nosotros. Mis habilidades en la cocina deleitan hasta al paladar más remilgoso.

—Hmm, tal vez. Eso debe ser— ríe Louis, ladeando el rostro.

Harry aprovecha esto y se inclina ligeramente, dándole un rápido beso que sabe ligeramente a arroz condimentado. Louis piensa que es extrañamente placentero.

— Iugh, lávense los dientes primero— comenta Grace, entre risas.

* * *

Es de noche. Los niños duermen profundamente en sus habitaciones desde hace un par de horas. Todos han tomado un baño y el aire se impregna al jabón correspondiente a cada cuerpo que habita la casa.

Louis suspira, dejando que el aire fresco entre y salga de él mientras repasa sus cuadernos. Estos se encuentran extendidos sobre la cama de Harry, mientras este se ducha.

Su desordenada escritura pinta cada hoja de principio a fin con ideas que llegaron como una estrella fugaz, con conceptos que dieron vueltas alrededor de su cabeza por días y se terminan con citas de personas a las que se ha topado en el camino.

Aquellas paginas eran como un testimonio en caligrafía propia sobre cada uno de sus viajes, las enseñanzas y anécdotas que estos dejaron manchando los renglones con tinta negra, azul y roja, goteando como una fuente de agua fresca. Este es el legado de Louis. Lo que realmente importa.

Sus libros publicados jamás serán tan importantes y valiosos cómo los cuadernos que tiene enfrente. Esto era la espina dorsal de su carrera, la versión cruda y más primitiva de la obra producida. Prescindir de ellos sería como deshacerse de un órgano crucial.

El ruido de la ducha cesa pero Louis esta demasiado absorto dentro de su mundo hechizo de letras como para notarlo. Sus ojos azules se deslizan con rapidez por las superficies, captando información olvidada y echando luz sobre la reciente. Los engranes dentro de su cabeza giran, atando poco a poco una línea cronológica lo suficientemente decente cómo para utilizarla en el libro próximo.

— ¿Louis? —  habla Harry, sacudiéndole el hombro.

El ojiazul salta de espanto. Harry se ríe, parado frente a él con el largo cabello mojado y goteando levemente, con el cuerpo enredado en un fino pijama de satín del color de un durazno.

— Oh, no te escuche entrar. Perdona, estaba pensando—  sonríe el menor, tomando algunos cuadernos y agendas en sus manos, haciendo espacio. — Tenía mucho sin revisar mis apuntes.

Harry asiente y evita hablar, permitiendo que Louis regrese a su concentración creativa, y en su lugar, deja que el silencio les envuelva mientras observa maravillado a su novio mientras este crea dentro de su cabeza.

Harry había oído hablar de estos cuadernos. Louis le había contado. Desde el primer modelo que compró hasta porque eran tan significativos.

Y ahora, sabiendo todo lo que sabía sobre el ojiazul, aquello cobraba todavía más sentido. Esas páginas que hacían de bitácora eran una arteria principal en el flujo artístico del joven. Era maravilloso de ver.

Así existen, por quién sabe cuantos minutos. Hombros anchos y fuertes al lado de los más pequeños, respirando el mismo aire y exhalando la misma paz.

Ambos se ocupan de disfrutar el silencio y la tranquilidad un poco más. Eso, hasta que Louis finalmente abre la boca para dejar salir lo que le ha estado dando comezón toda la tarde:

— Harry, ¿has hablado con los niños?

Hay una pausa en donde Harry debe recomponerse y volver al mundo real. Toma unos segundos. Había estado tan apacible dentro del mundo silencioso de Louis, que le cuesta espabilarse completamente del sentimiento.

— ¿Hablar de qué, exactamente?

Sabe lo que Louis trata de decir. Pero quiere oírlo de su boca.

— De nosotros. Es decir, se ven bastante cómodos. Pero necesitan explicaciones. No quiero que, si llegásemos a romper y otro hombre entra a tu vida, crezcan creyendo que esta bien dejar que la gente entre y salga de tu vida. Sin ningún valor, sin compromiso alguno. Si eso pasara, ellos llegarían a la adultez buscando eso mismo y es algo que yo no me perdonaría jamás.

Harry sonríe. — Louis, creo que te estas adelantando unos cuantos años, ¿no lo crees, cielo?

El menor quiere meterle un puntapié gracias al apodo, pero lo deja pasar.
—Hablo en serio.

El ojiverde suspira, sus ojos ven hacia su regazo. Su mano avanza hasta la mejilla de Louis y las yemas de sus dedos se conectan contra la carne de esta, acariciando leves círculos unos segundos antes de que sus ojos caigan en el mismo lugar.

—Te concederé la charla. Pero en serio no creo que lo necesiten. Ellos saben. La razón por la que Grace no es la misma niña conflictiva y Luke depositó su confianza en ti apenas te vio, es la terapia. Han estado yendo a terapia. Tristán igual. Y yo he ido, algunas veces.

Louis asiente.

— Hemos asistido todos juntos, también. Bueno, todos menos Tristán. No esta respondiendo tan bien como los niños. Pero, tuve que discutir con ellos todo lo que respecta a nuestra relación. Les he explicado que va en serio, junto con las razones. Ellos lo entienden, Louis.

— Igual necesito hacerlo. Se los debo.

— No les debes nada, cariño. Ni a mi tampoco.

— Si mi madre hubiese sido lo suficientemente considerada como para traer un hombre a casa, lo suficientemente interesado en sentarse a hablar conmigo sobre su relación con mamá, habría estado agradecido—  espeta Louis, y Harry siente un escalofrío treparle la espalda.

Había olvidado por un segundo la vida familiar de Louis, y se sentía realmente estúpido por ello.

— Me gustaría que cuando piensen en ti, no vean a un hombre que no luchó por su familia. Me gustaría que, si permanecemos juntos, ellos piensen en mí y vean una adición a su familia que trajo seguridad. Algo que era estable. No quiero que vean a un hombre que sólo esta allí por su padre, y no por ellos. No quiero ser el reemplazo de su papá.

Harry abraza el pequeño cuerpo contra si, haciendo levemente a un lado los cuadernos de Louis.

Sus labios encuentran la coronilla de Louis y dejan un beso allí. — Muy bien, mañana hablaremos todos en el desayuno, ¿que te parece?

———-
supongamos que estoy bien pendeja y no recordaba que quería terminar esta historia en el cap 100, y no me acorde que si hago 12 caps me voy a pasar.

supongamos.

en vista de eso, les traigo caps seguiditos jaja :3 y una sorpresa.


the soles of our shoes are all worn out  || l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora