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Roma me recibe con un día tremendamente movido.

Apenas baje del avión, me encuentro bañado en la luz de su sol mediterráneo y el olor a pasta y tomate en el aire.
Es como si mi batería interna estuviese eternamente a tope, pues ni siquiera dejo mi mochila en la posada donde pasaré la semana.

Voy de lugar a lugar, rodeado de altas construcciones de bloques rojizos, tendederos al aire libre y el sonido de las motos rondando los callejones.

Me siento en una película del viejo Hollywood, sin saber bien a donde me llevan mis pies entre las masas de gente, pero sabiendo que algo muy bueno esta en camino.

Para cuando la tarde me alcanza, he comido y bebido fuera, poseo un montón de anécdotas anotadas en mi cuaderno y tengo la piel quemada por el sol.

Mañana será un día especialmente dedicado a llenarme de comida italiana.
¿Por qué? Dos sencillas razones:

—Me lo merezco.
—Mañana empiezan las celebraciones hacía la primavera y no tengo con quién andar por ahí. Así que...

the soles of our shoes are all worn out  || l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora