Querida Irene,
¿Cómo te va todo por la Gran Manzana? Hace ya bastante que no hablamos ni envías cartas y quería saber de ti, nos tienes preocupados.
El otoño allí debe de ser precioso, y Central Park parecerá que está encantado. En tu última llamada me hablabas de ese chico que conociste, ¿cómo se llamaba? Ah sí, Liam. Sólo el nombre me enamora. Sin embargo decías que estaba cogido, ¿no es cierto?
Aquí en casa todo está más o menos tranquilo. Papá sigue igual de atareado con la oficina, apenas lo veo y cuando llega a casa solo quiere descansar. No se merece el trato de su jefe.
Mamá sin embargo siempre está contenta con la floristería, aunque con esto de la crisis venda menos flores, ella sigue igual de feliz. Ya sabes lo que le gustan las flores.
De Álvaro no puedo decir lo mismo. Se pasa el día metido en su habitación tocando esa guitarra que le regalaron por su cumpleaños. También sé, y soy la única que lo sabe, que hay días que no va a clases o que sale antes del instituto con eso de que ya está en Primero de Bachillerato. Desde que lo dejó con aquella chica, Laura, lo pasa mal, ¿sabes? Me da pena, hacían buena pareja, pero Álvaro es demasiado bueno como para merecerse aguantar las infidelidades de la pija esa. Bastante ha aguantado ya. Supongo que sólo es cuestión de tiempo que se le pase.
¿Qué puedo contarte de mí? Cuarto de la ESO me está yendo bien por ahora, aunque sólo llevemos un par de meses. Mis amigas, Vicky y Olivia, siguen igual de locas que siempre, pero que sepas que atendemos en clase y nos ponemos muy serias cuando debemos hacerlo. Mi vida amorosa sigue igual que cuando te fuiste: nula. Aunque sinceramente, para estar con los chicos de mi clase que son todos unos inmaduros, prefiero quedarme como estoy, aún me queda tiempo para pensar en eso. A veces ayudo a mamá en la floristería cuando falta Dimitri, el chico griego que contrató para ayudarla. Me gusta mucho estar allí, y a veces es único lugar donde me siento cómoda y serena para pensar. El otro día mientras regaba las peonías se me ocurrió que podría escribirte sobre mí. Mi día a día y mis problemas. Tal y como hacíamos antes, nuestro ratito para hablar sobre nosotras.
Por ahora creo que eso es todo lo que te has podido perder.
Te quiero muchísimo y te echo aún más de menos. No sé cuándo leerás mis cartas ni si las leerás, pero yo te seguiré escribiendo. Espero saber de ti pronto. Saludos de parte de todos.
Un millón de besos y un abrazo de oso.
Elena.
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Cartas para Irene
Teen FictionElena, a sus quince años, tiene los problemas típicos de su edad: deberes, chicos inmaduros, amigas y discusiones con su familia; y la única manera que tiene Elena para escapar de esa realidad es escribirle cartas a su hermana, Irene, que vive en el...