Treinta y Seis

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Esa noche no consigo dormir por los nervios. En mi mente solo aparece: "Primera cita después del beso con Hugo. ¿Nos pillarán? ¿Dónde me llevará? ¿Me besará? Dios, estoy atacada."

Cuando me desvelo a las ocho de la mañana decido que no voy dormir más, así que empiezo a hacer cosas. Recojo mi cuarto rápidamente y me pego una ducha. Luego empiezo a alisarme el pelo al ritmo de La de la mala suerte de Jesse & Joy con Pablo Alborán.

De pronto, Álvaro llama un par de veces a la puerta y abre sin esperar que yo lo invite a entrar. No sé qué hace despierto, pensaba que esta hora era demasiado temprano para él.

—¿Qué haces? ¿Has quedado? —dice con una sonrisita dejándose caer en mi cama.

—Sí. He quedado con mi chófer.

Álvaro suelta unas carcajadas y se tumba en mi cama recién hecha.

—¿Te gustaría saber quién es? —pregunto.

—Sí. Me encantaría saber quién es el chico que queda tanto con mi hermana. —contesta sin pensarlo—. Pero entonces tendría que decirte yo mi secreto.

—Álvaro, si lo estás deseando. —digo apuntándolo con las planchas del pelo.

—En realidad sí. —contesta con una amplia sonrisa sentándose de golpe en la cama.

Nos quedamos unos segundos mirándonos sin decir nada hasta que hablo:

—¿Pero me lo vas a decir?

—No. —y ríe—. Que tenga ganas no significa que te lo vaya a decir.

Dios, Álvaro es igual que su amigo Dani. Pobre Claudia si cree que lo va a tener fácil. Hablando de Claudia, hace tiempo que no veo a Laura por aquí. ¿Será verdad que no es ella con quien queda Álvaro por las tardes? ¿Habrán cortado? Tengo esa duda...

—Por cierto, hace tiempo que no veo a Laura, ¿vas a quedar con ella hoy?

—Sí, vamos a ir al cine luego. —duda resuelta e ilusiones de la pareja de Álvaro y Claudia disipada—. Veremos Ahora me ves.

¿Otra vez esa película? Jesús, ¿qué le ha dado a la gente por verla?Termino de arreglarme el pelo un poco más tarde.

—Álvaro, ¿sacas tú a...? —miro a mi cama y lo veo dormido. Qué personaje está hecho—. Vale, la sacaré yo.

Bajo las escaleras y salgo al patio para soltar a Maika de allí y sacarla. Cuando me ve, empieza a pegar saltos y a lamerme la mano.

—Yo también te echo de menos, Maika, pero no podemos dejarte por casa sola después de portarte mal.

Agarro con fuerza de su correa y salimos a la calle. Se me ha olvidado coger el abrigo y el frío me cala mis huesos. Resoplo y de mi boca sale vaho. Dios, qué frío.

—¡Elena! —Dani me llama desde su puerta. 

Oh. Dios. Mío. Dios mío no. Estaba a punto de entrar y me ha visto. Me ha visto y me ha llamado. ¿Y por qué me llama si no nos saludamos si quiera? Sé que le dije que lo perdonaba como recompensa por haber cuidado de Maika y "haberla encontrado", pero es que no me siento agusto a su lado, al lado de un mentiroso por mucho que le dijera que lo iba a perdonar.

—¿Qué?

—¿Pueden verse Bobby y Maika? La echa de menos. —dice mirándome sin parpadear. Me da la sensación de que habla de él y no de Bobby. 

—Bueno. —digo encogiéndome de hombros. Dani se me acerca con Bobby de la correa y en silencio vamos los dos andando hasta el parque del final de la calle. La tensión casi se palpa.

Dani deja a Bobby suelto, quien corre y juega consigo mismo. Maika se limita a mirarlo con la lengua fuera. Yo la observo: es mi excusa para evitar la mirada de mi vecino, como cuando vas con el móvil por la calle para no saludar a alguien.

—Y... ¿cómo está Maika? Casi no la veo. —dice sentándose en el banco donde me suelo sentar yo. 

Y ahí viene otra vez la sensación de que no habla de perros.

—Pues... —me aclaro la garganta—... bien. Está bien. La veo más contenta que antes, no sé.

Observo de nuevo a Maika. Dani apoya los codos en sus rodillas sin dejar de mirarme. Esa postura es realmente sexy, pero el odio que le tengo hace que no tenga nada de sensualidad.

—Sí, yo también la veo más contenta. —hace una pausa. Ahora mira a Bobby que se aleja y lo llama con un rápido silbido—. ¿Cómo... cómo que la has sacado tú? Es muy temprano para ti.

—He quedado por la mañana. —digo sin rodeos. Dani frunce el ceño—. ¿Y tú? Para ti dormir es sagrado.

—Voy a ir con mi madre a comprar unas cosas para la fiesta antes de que empiece su jornada.

—¿Sigue la fiesta en pie? —pregunto. Pensaba que no la iba a celebrar teniendo en cuenta que no lo estoy ayudando nada.

La situación se está volviendo algo incómoda.

—Aunque la haga solo, sí. —dice mirando al horizonte, hacia el final del parque. Por un momento me siento mal. Por un momento.

—Bueno, creo que Maika y yo nos vamos.

—Elena. —me interrumpe.

—Dime, Dani. —contesto con voz cansada arrastrando las palabras.

—¿Me crees si te digo que te echo de menos como no he echado de menos a nadie? —chasqueo la lengua y desvío la mirada—. Yo, por mi parte, no puedo dejar de pensar en ti. Tú, en cambio, haces como si no existiera. 

Ya ha tocado el tema del que no quería hablar y por el que intentaba evitar a mi vecino. «Estúpido Danielo

Suspiro. Dani silba para atraer de nuevo a Bobby.

—Daniel...

—Ya sé que estás con alguien, —dice sin mirarme—, te he visto mil veces con tu profesor de informática, el primer día que te vi lo único que quería hacer era desaparecer. Ni siquiera sabía dónde estaba cuando solté el acelerador de la moto. —suspira y luego curva sus labios formando una sonrisa de autocompasión. Se concentra acariciando a su pastor alemán—. Sé que no soy nadie para ti, sólo quería que lo supieras, Elena. Esto es nuevo para mí y te juro que no había sentido nada tan fuerte por nadie como lo siento por ti, créeme. —termina con una voz más suave y bajita y después me mira.

—Tengo que irme. —es lo único que soy capaz de decir. Empiezo a andar dejándolo atrás.

Daniel suspira.

—Joder... —lo oigo murmurar—. ¿Conseguiré algún día que creas de verdad que te quiero?

Me vuelvo y me encojo de hombros.

En realidad es lo único que sé decir ya que en el fondo no quiero creerlo, ahora mismo lo que quiero es estar con Hugo, y ya cuento los minutos que me quedan para estar con él.

Cartas para IreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora