Veintidós

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En el salón encuentro a mi padre viendo un Madrid-Barça. No sé con seguridad quién va ganando, y tampoco es que me importe.

—¡Hola, papá! ¿Qué tal el día?

—Hola, hija. Tranquilito. ¿Y tú... —se levanta de un salto y con todas sus ganas grita:— ¡GOOOOOOOOOOL!

—Yo bien, papá. Sigue disfrutando de tu partido.

Dejo a mi padre atrás. Subo escaleras arriba y oigo risas en el segundo piso. ¿Estará aquí Álvaro? Me acerco sigilosamente a la habitación de Álvaro cuya puerta está entreabierta. Más risas, esta vez no son de Álvaro. ¿Es que hay alguien más? Abro un pelín más la puerta introduciendo mi mano sin hacer ruido. Por el hueco que he dejado veo a Álvaro tumbado en su cama con su portátil negro. Creo que está en Skype con...

Lala, me encanta estar contigo.

—A mí también, mi niño.

Laura. ¡¿Quéeeee?! Este chico está loco. Ha perdido la cabeza o algo. Necesito contarle esto a Dani, él sabrá qué hacer. Debería irme de allí pero hay algo que me invita a quedarme un rato y seguir escuchando.

—Lo digo en serio, Lala. Y gracias por dejarme pasar la noche en tu casa.

Esto ya es de locos no, lo siguiente. ¿Que Álvaro ha pasado la noche de Laura? No me lo explico.

—Gracias a ti por pensar en mí y por querer estar conmigo. Muchas gracias por este pedazo de día, mi niño.

O sea, que Álvaro se fue anoche de Laura y ha llegado hace un rato y ahora está hablando por Skype con ella como si hiciera siglos que no se ven. Bueno.

—Sin ti no soy nada, Laura. Soy yo el que tiene que agradecértelo todo.

¿Cuándo dicen que puedo empezar a echar la pota? Dios, qué asco me dan estos dos. Sobre todo la víbora de Laura.

—No, tonto, soy yo.

«Uy, tonto, cuelga tú». Hay que ser falsa en este mundo. Bah, será mejor que me vaya o acabaré vomitando arco iris.

—En realidad le tengo que dar las gracias mi hermana, —me paro en seco con el pie en el aire y vuelvo sobre mis pasos para volver a mirar por la puerta—, si no se hubiese metido contigo, quizá no habría ido a tu casa y... ahora seguiríamos siendo ex novios.

¡¿He oído bien?! No puedo creer lo que estoy presenciando. No puedo creer que Álvaro me haya hecho esto. Bueno, nos haya hecho esto. Es tan despreciable que no puedo evitar arrugar la nariz con odio. Laura ríe.

—¿Qué fue lo que me llamó? ¿Pija? —más risas de ambos—. Menuda gilipollas.

Ya está bien. No puedo seguir escuchando memeces. En dos zancadas fuertes llego a mi habitación y entro pegando un portazo. Será mejor que me cambie y hable con Dani, esto no puede seguir así. No me puedo creer que Álvaro haya optado por Laura antes que por mí, por su propia hermana.

Me desnudo y me meto en la ducha. En esta planta hay dos baños. Antes, cuando Irene vivía aquí, ella y yo compartíamos baño y Álvaro usaba el otro para él solo -mis padres tienen el suyo propio en su habitación-. Pero ahora cada uno tiene el suyo. Y lo bueno del mío es que se puede entrar desde mi habitación o desde la habitación de al lado, que es la de Irene, así que supongo que es como si tuviera un baño propio en mi dormitorio.

A pesar del ruido que hace el agua al caer, escucho los pasos de alguien por el pasillo que parecen moverse hacia el dormitorio de Irene. A los segundos pega un par de toques en la puerta del baño mientras yo me enjuago el pelo.

—¿Quién es?

—Elena...

La voz de Álvaro contesta al otro lado del dormitorio. Parece un tono de culpabilidad.

No le contesto y sigo dándome una ducha. Menos mal que está puesto el pestillo, Álvaro es capaz de entrar y hasta meterse en la ducha conmigo, una de las veces que lo hizo fue la noche en la que Dani se enrolló con Andrea y yo no paraba de llorar. Álvaro me escuchó desde su habitación a pesar del agua cayendo y entró sigilosamente desde la habitación de Irene. Nunca le ha gustado verme mal, y mucho menos llorando.

—Elena, ¿puedo entrar? —insiste.

El tono culpable de Álvaro hace que me entren ganas de llorar. Una lágrima silenciosa se desliza por mi cara y se hace pasar rápidamente por agua que cae de la ducha.

—No. —es lo único que consigo decir.

Cierro el grifo y oigo pasos que se alejan. Qué fácil ha sido. Demasiado diría yo. A los segundos vuelvo a oír pasos, esta vez que se acercan por el lado de mi dormitorio. Ya decía yo.

—Elena, hasta que salgas o me abras voy a quedarme aquí sentado encima de tu cama blandita y que tiene ganas de que te tumbes en ella.

Salgo de la ducha y lentamente me seco, esperando que mi hermano se canse y se vaya. Aunque lo dudo mucho. Álvaro no es de los que se rinden, no sé si ha quedado demostrado ya con lo de Laurita.

Miro mi reloj de muñeca que dejé encima del lavabo antes de ducharme. Me quedan sólo 20 minutos para que Dani venga a por mí. No puedo seguir más tiempo aquí dentro, tengo que salir ya, y enfrentarme al loco que tengo por hermano. Abro la puerta de un movimiento y salgo. Abro el armario y empiezo a pasar las perchas buscando qué ponerme.

—¿Me has ignorado? —pregunta cuando ve que ni siquiera lo miro.

Encuentro un jersey celeste entre la ropa que menos me pongo. ¿Por qué este año aún no me lo he puesto? Lo descuelgo de la percha y sigo pasando ropa buscando unos vaqueros limpios.

—¡Eh! —Álvaro me quita el jersey de las manos en un despiste mío—. ¡Te estoy hablando!

—Y yo me estoy vistiendo. Dame eso.

—¿No piensas escucharme? —pregunta aún con el jersey en la mano.

—Habla. Soy toda oídos.

Vamos, lista para escuchar una disculpa en condiciones y una reconciliación familiar. Me encantan estas partes. Miro el reloj. Quince minutos.

—He venido a decirte que te agradezco con toda mi alma el que hicieras que anoche me escapara de casa. —creo que así no empezaban las disculpas normales. ¿Qué pasa aquí?—. Elenita, gracias por hacer que volvamos. Laura y yo estamos juntos de nuevo y te tenemos que dar las gracias a ti.

Me da un abrazo seco y corto y se va. Esto no era lo que pensaba que pasaría. Miro el reloj. Diez minutos.

—¡Ah! Me llevaba tu jersey, toma. —me tiende la prenda extendiendo el brazo—. Por cierto, ¿sabes que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas ya sean por teléfono, en persona o Skype?— dice poniéndole énfasis a la palabra 'Skype'. Ahora mismo le pegaba una bofetada en su brillante cara. O le tiraba de su flequillo—. Espero que no te molestes: la curiosidad mató al gato.

Desde la puerta me guiña un ojo y se vuelve a ir. ¿Quién es ese chico medio rubio y qué ha hecho con mi hermano? Mejor dicho, ¿qué ha hecho Laura con mi hermano? Pego una patada al suelo de la impotencia. Lo peor no es cómo estamos ahora, si no lo mal que estaremos después cuando lo dejen. Porque espero que lo hagan. No me puedo creer que se haya vuelto un gilipollas otra vez. No me puedo creer que haya vuelto con Lala. Hipócritas.

La única cosa que me consuela esta noche y que merece la pena en todo el día de hoy es que puede que haga las paces con Dani. «Ahora eres tú el que te jodes, hermanito.»

Cartas para IreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora