Cincuenta y Cinco

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—Qué casa más bonita. —comento al entrar en el pequeño apartamento de mi novio—. Es muy acogedora.

El apartamento no tiene más que una habitación y un baño además del espacio que conecta ambos y donde se encuentran tanto cocina como salón. Es, la verdad, bastante pequeño, pero está bien para estar situado en pleno centro de la ciudad. Al menos no le habrá costado tan caro.

—Es lo que pude permitirme para el dinero que me pasaban mis padres antes de encontrar algún trabajo. —dice encogiéndose de hombros.

—A mí me gusta.

—A mí me gustas tú. —me susurra al oído después de aferrarme y apretarme contra sí. 

Hugo empieza a darme pequeños besos por el cuello dibujando un camino de besos desde el hombro a la oreja y al revés.

—Hugo... —consigo decir casi en un suspiro. Lo aparto con suavidad de encima mía. Hemos venido a ver una peli y quiero verla, luego ya veremos.

Mi novio suspira al apartarse y se va a la cocina.

—Quiero ver la peli, entiéndelo. —suplico. Espero que no se enfade conmigo.

Mi novio me responde guiñándome un ojo. ¿Es o no el novio perfecto? Yo me siento en el sofá cubierto por una manta color verde esmeralda que le da la espalda al rincón de la cocina.

—¿Quieres pop-corns? —pregunta.

—Sí, por favor. Y son palomitas. —lo corrijo con una sonrisa que mi novio me devuelve. ¿No es esto lo que todas las chicas sueñan con tener? Pues yo lo tengo. Ahora mismo me encuentro en una de esas situaciones en las que sólo se le apetece a uno gritarle al mundo entero que no existe nadie más feliz que yo en este momento, que no hay nadie que pueda querer más a Hugo que yo, y que no existe una persona con la que desee estar más que con mi novio. Por fin puedo decir que un aspecto de mi vida es perfecto.

Bajo la mesa de cristal que hay frente al sofá, Hugo tiene una colección de películas originales en DVD, pero están todas en inglés, y no sé si podré seguirlas.

—¿Tienes alguna en español?

—No, lo siento. Podemos poner los subtítulos, si quieres.

—-Perfecto. —respondo.

Paso el dedo por la caja de las películas de la colección de Hugo y me pongo a observarlas. Fast & Furius, 2012, Pirates of the Caribbean, Nowhere Boy, The Hobbit, algunas de Harry Potter, The Godfather, X-men, the Avengers, V for Vendetta, Tranformers, The Silver Lining Playbook y Nightmare before Christmas. Oh. Dios. Mío. Dios mío no. No tengo ni idea de qué van la mayoría de las películas. Si no llega a ser por la portada, no tendría ni dea de cuáles son en español.

Mientras estoy concentrada en recordar cuál es el nombre en español de todas esas películas con el ruido que hacen las palomitas en el microondas al estallar, mi novio me sorprende abrazándome por detrás y me besa de nuevo en el cuello. Yo doy un respingo con el primer aliento que hace que un escalofrío recorra todo mi cuerpo.

—¿Éstas son todas tus películas?

Hugo chasquea la lengua dos veces a modo de negación.

—Éstas son mis favoritas. —me susurra en el oído. Oh. Dios. Mío. Dios mío no. Como siga a sí me va a dar algo antes de que empiece la película.

—¿Cu-cuál me recomiendas? —empiezo a tartamudear. Hugo me está poniendo nerviosa.

—La mejor es ésta. —por fin cesa los besos para inclinarse sobre el sofá a coger uno de los DVDs. Me lo suelta en las manos y justo terminan de hacerse las palomitas. Hugo vuelve a la cocina. La portada del DVD que me ha dejado sobre las manos es celeste, con un chico con tupé vestido como en los años 50 o 60 y un letrero grande en color amarillo que reza Nowhere Boy. ¿Nowhere Boy?

—¿De qué va?

—¿Te gustan The Beatles? —pregunta mientras vuelca toda la bolsa de palomitas calientes en un bol de plástico celeste.

—Sí, bueno, un poco. No es que sea super fan...

—Entonces te gustará. Es de la vida de John Lennon antes de convertirse en lo que fue. ¿Sabías que formó una banda llamada The Quarrymen antes de The Beatles? Pues ésos salen en la película.

—Está bien, veremos ésta, pero deja de contarme la película.

—¿Te cuento el final? —pregunta dejándose caer en el sofá justo a mi lado.

—No.

—¿Quieres que te lo cuente?

—Que no.

—¿Te lo cuento?

—¡Que no!

—John Lennon muere.

—¡Cállate!

Mi novio carcajea. Qué gracioso es. Claro que sabía que John Lennon murió asesinado, pero al final va a acabar contándome la película y yo soy de ésas que odia que le cuenten las películas. Odio incluso ver la película de algún libro que he leído porque ya sé qué va a pasar y no le encuentro la gracia a ver la película. Por eso prefiero primero ver la peli y luego leerme el libro.

Cuando termina de burlarse de mí, Hugo me observa con sus brillantes ojos verdes detenidamente durante unos minutos sin dejar de sonreír.

—¿Qué? —pregunto.

—Nada. —pero sigue observándome con su perfecta sonrisa.

—¿Ponemos la peli o qué pasa?

—¿Puedo darte un beso? —pregunta interrumpiendo mi propia pregunta.

—¿Po-por qué lo preguntas? —cuestiono mientras noto el calor subírseme por las mejillas. ¿Por qué enrojezco? No es el primer beso que nos damos.

—Porque no quiero robarlo.

Ya sé por qué me pregunta. El primer beso que nos damos fue robado y después del beso hubo tensión. Enrojezco por el recuerdo de su lengua explorando mi boca. Recuerdo también que pensé que sus besos me gustaban más que los de Dani. Puedo confirmar que me siguen gustando, aunque los de Daniel son distintos...

Mi novio es una caja de sorpresas, nunca sabes por dónde va a tirar.

—Guau. Qué legal. Eso no decías la primera vez. Por cierto, dicen que los besos robados son los mejo...

No me da tiempo a señalar nada, Hugo ya ha interrumpido mi exposición sobre los besos robados con un beso robado. Y, como la primera vez, deja que su lengua juegue con la mía. Sin embargo esta vez no me asusto pues, al contrario de la otra vez, ahora sí me lo espero. Mi corazón comienza a disparatarse y noto como mis manos empiezan a sudar.

Hugo deja el cuenco con las palomitas en la mesa de cristal y me empuja hacia atrás en el sofá para quedar ambos recostados en él. Me separo de mi novio durante unos segundos para recobrar el aliento y lo observo. Desde esta perspectiva mi novio es mucho más sexy de lo habitual, algo casi imposible de conseguir. Me están entrando ganas de besarlo al verlo así. Y, de hecho, lo hago. Rodeo su cuello con mis manos y lo atraigo hacia mí para besarlo. Enrojezco al notar que he sido yo la controladora de éste beso y no al contrario.

No obstante, al cabo de unos largos segundos, mi novio se separa y me lleva uno de sus dedos hacia mi boca. Es su forma de decirme que pare. Vaya chasco.

—Te vas a quedar sin ver la película como sigas así, preciosa. —se burla de mí por el comentario que le dije antes. Qué estúpido.

Gruño mientras me incorporo. Ahora sé qué es lo que se siente cuando te dejan con las ganas de más. Hugo pone la película en su reproductor y ambos nos abrazamos en el sofá, con una manta por encima y el bol de palomitas sobre mi regazo. Hugo entrelaza sus dedos con los míos y traza círculos con el pulgar sobre mi mano. ¿Cómo quiere que me concentre así en la historia de John Lennon, que, por cierto, el actor es guapísimo?

Cartas para IreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora