—Oye, tú. —Andrea la agradable me llama, yo le respondo con la cara de asco de nariz arrugada y labio medio levantado—. La directora ha preguntado por ti, yo que tú no la hacía esperar. —dice con una media sonrisa. La odio, Dani tenía que haberme dejado matarla.
Corro desde el aula de informática hasta el despacho de la directora que se encuentra al final del pasillo. Tengo que esquivar a los estudiantes que ya han entrado para comenzar sus clases de después del recreo. Quizá Hugo está allí, en el despacho, y puedo impedir que deje su trabajo. Aunque, pensándolo bien, no puede ser nada bueno si Andrea estaba contenta. Suelto un bufido. El camino al despacho se me está haciendo eterno. ¿Por qué el pasillo es tan largo?
Cuando llego tengo que pararme un poco a recuperar aire y a descansar aunque sean dos segundos. Apoyo mis manos en las rodillas y jadeo un par de veces antes de llamar a la puerta del despacho de la directora.
—Adelante. —una voz desde el interior me invita a pasar. Es la primera vez que la directora quiere verme en cuatro años que llevo aquí y tengo el corazón a mil por hora.
Abro la puerta con suavidad y me encuentro con una señora, que para mi sorpresa está sola, de unos cincuenta años de edad, con pelo blanco y cara agradable, que me invita con la mano a que me siente frente a ella. Los ojos azul claro de la directora son lo más dulce que había visto hasta el momento en el que me he sentado frente a ella. Las facciones agradables de la directora se le endurecen y dejan paso a una cara de frialdad impresionante. El cambio de expresiones da hasta miedo.
—Buenas, directora. ¿Me buscaba?
—¿Eres Elena de Prado? —le contesto que sí con la cabeza al mismo tiempo que ella se coloca unas gafas de media luna. A continuación comienza a pasar páginas de un fichero que tiene sobre la mesa frente a ella—. Tengo entendido que tuviste una hermana aquí hace unos años, ¿cierto? —vuelvo a asentir mientras la directora me examina por encima de sus gafas—. Y ahora tienes otro hermano, Álvaro de Prado.
—Sí. —contesto a pesar que no fuera otra pregunta.
—Tus notas son excelentes, al igual que las de Álvaro, aunque éste ha estado reculando este último año pero parece que está subiendo sus notas de nuevo. —hace una pausa sin dejar de inspeccionar los papeles. ¿Me ha llamado la directora para hablarme de las notas de Álvaro? Suelta las gafas dejando que cuelguen de un cordón de su cuello. Entrelaza sus dedos apoyando los codos en la mesa y me observa—. Dime, hija, ¿qué te ha llevado a acosar a un profesor?
—¡¿QUÉ?! —si hubiera tenido algún líquido en la boca sin duda lo hubiera escupido. Oh. Dios. Mío. Dios mío no. ¿De dónde se saca esas tonterías?— ¿Qué quiere usted decir con acosar?
—Señorita de Prado, tengo entendido que se ha enamorado del nuevo profesor de informática y lo está coaccionando para salir con él, ¿es eso cierto?
Visto así...
—N-no, directora. Nunca he acosado a ningún profesor. —tartamudeo. Nunca he estado tan nerviosa en toda mi vida—. ¿Puedo preguntarle de dónde ha sacado esa información?
«Puta, Andrea, esta me la pagas. Te juro que te mato.»
—¡Oh! Ha sido el mismo profesor, Hugo. —hace una pausa en la que intento asimilar lo ocurrido. Se levanta y abre la puerta que da al pasillo. ¿Me está echando?—. Hugo, pase. El profesor Hugo se ha visto obligado a dejar su puesto de trabajo esta misma mañana en beneficio tanto suyo como de usted.
¿Hugo estaba en el pasillo y yo no lo he visto? ¿Y Hugo es quien se ha chivado a la directora? ¿Qué clase de broma es esta? ¿Es ahora cuando sale Ashton Kutcher con el equipo de MTV para decirme que esto es una broma y he sido cazada? Ninguna gracia.
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Cartas para Irene
Teen FictionElena, a sus quince años, tiene los problemas típicos de su edad: deberes, chicos inmaduros, amigas y discusiones con su familia; y la única manera que tiene Elena para escapar de esa realidad es escribirle cartas a su hermana, Irene, que vive en el...