Veintiuno

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Son las diez y diez de la noche y sigue la fiesta. Yo me encuentro en un rincón del salón junto a la barra tomándome una Coca-Cola mientras suena Heartbreaker de Auryn en los altavoces. Es movidita pero nunca la había escuchado antes. Los niños parecen encantados con esa canción, y a Jorge parece que se le da bastante bien la música, aunque no creo que tenga mucho futuro si trabaja en un salón de bodas. Mi madre después de la comida y de ayudar a la novia a repartir ramitos, no ha vuelto a aparecer. Esta mujer tiene que ir al médico o algo porque cada día está más loca. Desaparece sin avisar y aparece de la nada como un  fantasma. 

Jorge pone ahora una lenta, creo que es A thousand years de Christina Perri. ¿No podía haber una canción menos romántica que esa? Es un poco molesta. «Venga ya, Elena, lo que te molesta es que haya parejas felices y tú sigas sentada ahí, sola.» Jorge se quita los cascos y deja la música sonando. Le rezo a todos los dioses que me deje en paz y no venga hacia mí, pero parece que ninguno de esos dioses me escucha. Jorge le pide al de la barra un ron con Cola, me mira y me saluda levantando levemente la cabeza.

—¿Qué tal?

—"¿Qué tal?" Llevo aquí doce horas y quiero irme a mi casa ya, no sé qué está haciendo mi madre.

—¿No estás a gusto? —pregunta.

—No. Estoy cansada de trabajar. Ni siquiera he dormido lo suficiente.

El camarero le da a Jorge su bebida y él se sienta a mi lado. Los novios están bailando acaramelados en el centro de la pista mientras algunas parejas más bailan alrededor y otros los miran entusiasmados. Qué ridículo.

—¿Quieres... bailar?

¿Qué? Ni loca. Y menos esta canción con lo empalagosa que suena. Uf.

—No, gracias. No soy de lentas. —respondo lo más agradable que puedo.

—Si quieres te llevo a casa. Puedo dejar de pinchar música un rato sin problemas.

Lo miro. Vuelvo la vista al vaso que tiene entre sus manos y vuelvo a mirarlo a la cara. ¿En serio piensa que voy a dejar que un borracho me lleve? Está loco. Completamente.

—Elena, ¿alguna vez vas a dejarme que te lleve a casa?

—¡Hala! ¿Y ese interés? —exclamo.

******

No sé si son mis ganas de llegar a casa o el no querer discutir pero al final cedo y dejo que Jorge me lleve a mi casa. El camino es entretenido, mucho más que el día anterior con Hugo ya que Jorge no para de charlar y contar cosas.

—¿Por qué lo dejasteis tu ex novia y tú?

No sé por qué he dicho eso, y de hecho me arrepiento al segundo de haberlo dicho.

—Eh... —Jorge duda si hablar o no—. Por... cosas. Una de ellas la distancia.

La mirada de Jorge se vuelve profunda y su voz más suave. Un nuevo Jorge ha aparecido y es mucho más agradable y atractivo que el otro, el chulo y prepotente. Me atrevería a decir que me gusta más este Jorge.

—¿La querías?

—La quiero. —contesta de inmediato de forma seria sin dejar de mirar a la carretera.

—Y, ¿la echas de menos?

—No sabes cuánto. Ya ni siquiera hablamos. Al principio sí pero ya han pasado tres meses y Cristina y yo no tenemos contacto alguno.

Llegamos por fin a mi casa y mientras para, echo un vistazo a través del cristal a casa de Dani. Sólo está la luz de su habitación encendida.

—¿Quién vive ahí? —pregunta, curioso, al verme asomar la cabeza por la ventanilla.

—Nadie. —respondo rápidamente.

—¿Nadie? Tú sabrás. —responde con indiferencia.

Odio el Jorge prepotente. Ojalá con Vicky no sea así, porque entonces la lleva clara.

—Bueno, gracias por traerme, Jorge.

—¿Ves lo que te perdiste el otro día?

Pongo los ojos en blanco y salgo del coche. Ya ha vuelto el chulo de cejas anchas. Cuando cierro mi puerta, Jorge baja la ventanilla del lado donde estaba yo sentada y se inclina hacia ella.

—¿No me das un beso? En las películas es lo que pasa cuando llega esta parte.

—Jorge, piérdete.

Jorge ríe y pone el coche en marcha.

—¡Hasta pronto, Helen!

Pues yo espero que no sea tan pronto.

Entro en mi casa y me preparo mentalmente para una noche que será para recordar.

Cartas para IreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora