Veintiséis

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Me despiertan unas voces en la planta baja. Parece que mis padres están discutiendo sobre algo. Escucho voces que parecen decir "desaparecer" y "llegar tarde". Y luego otras que dicen "ya no eres divertido". Son como niños.

Echo un vistazo al móvil y me encuentro un mensaje de un número desconocido y un audio de voz de Dani. Abro primero el mensaje:

"¡Buenos días, princesa! ¡He soñado toda la noche contigo! Íbamos al cine y tú llevabas aquel vestido rosa que me gusta tanto.

¡Sólo pienso en ti, princesa!

¡Pienso siempre en ti!"

¿Te apetece un cine hoy?

-Hugo.

Oh. Dios. Mío. Dios mío no. Es la cosa más romántica que me han dicho nunca. Y el mejor despertar de mi vida. Incluso más que un día de Navidad. Suspiro. ¿Cómo habrá conseguido Hugo mi número? No recuerdo haberlo llamado.

Dejo un momento el mensaje y me dispongo a escuchar el audio de Dani. Es de hace una media hora.

"¡Buenos días, princesa! ¡He soñado toda la noche contigo! Íbamos al cine y tú llevabas aquel vestido rosa que me gusta tanto.

¡Sólo pienso en ti, princesa!

¡Pienso siempre en ti!"

Oh. Dios. Mío. ¡Dios mío no! Es la grabación de una película. Es la parte en la que el protagonista de La vida es bella dice esas palabras y Daniel me las ha enviado. ¡Daniel y Hugo me han enviado el mismo trozo! No me puedo creer que el destino me haga esto. ¿Tan mala he sido en mi otra vida? Resoplo. ¿Cómo narices pueden dos personas que se conocen apenas de vista mandar el mismo mensaje de dos formas distintas?

Mi corazón por un lado me dice que debo darle otra oportunidad a Hugo y averiguar lo que siento cuando estoy con él. Pero mi mente me recuerda que he quedado con Dani para la fiesta y no puedo dejarlo solo en esto. Resoplo de nuevo y me coloco la almohada en la cara tapándomela. Al cabo de un rato, decido contestar al mensaje:

¡Buenos días a ti también! Esta tarde me es imposible quedar, tengo cosas que hacer y estudiar, y un trabajo de informática que hacer :P

Listo. Las voces abajo han cesado y ahora sólo se escuchan los pájaros cantar fuera. Salgo de la cama y voy a la cocina. Nadie. Me dirijo al salón. Nadie. Voy al comedor. Más nadie. ¿Dónde están mis padres? Me asomo por la ventana del salón y no veo ninguno de sus coches en el garaje ni el camino al garaje. ¿En serio se han ido los dos? ¿Dónde si se puede saber han ido un domingo cuando no tienen que trabajar? Subo de nuevo las escaleras y llamo a la puerta de Álvaro.

—¿Álvaro?

La abro con cuidado y descubro que tampoco Álvaro está en casa. ¿Qué narices está pasando aquí? De pronto escucho el timbre de la puerta de la entrada. Corro escaleras abajo y la abro con cautela. ¿Quién será?

—Traigo chocolate y churros, el desayuno de las princesas.

Dani empuja la puerta y entra como si fuera totalmente bienvenido aquí por todos. Se dirige al comedor y yo lo sigo.

—¿Qué haces aquí? —pregunto.

—He venido a desayunar contigo. ¿Y tú? ¿Qué haces aún en pijama?

Enrojezco e intento taparme sentándome en una silla. Había olvidado que aún estaba con mi pijama de Winnie the Pooh. Aún sentada, Dani no puede dejar de mirar mi pijama y de sonreír pícaramente.

Cartas para IreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora