Cuando llego a casa me sorprende el coche de mi madre aparcado en la puerta. ¿Ya está mi madre aquí? ¡Qué temprano!
Entro en la casa y subo las escaleras hacia mi habitación. Mientras voy subiendo, escucho una conversación que al parecer está teniendo mi madre por teléfono.
—... Que sí, Dimitri. —¿qué pasará? Espero no más bodas que ya estamos en diciembre—... Dimitri, déjame a mí, cielo... Que sí, ya te he dicho que en cuanto pueda dejaré a Saúl... Yo también quiero estar contigo...
¡¿QUÉEE?!
Del impacto que me ha causado lo que acabo de escuchar, se me cae la caja de las Vans al suelo causando un estruendo. Mi madre se asoma desde la puerta de su habitación y me ve en las escaleras recogiendo las cosas.
—Dimitri, mi hija está aquí. Luego te llamo. Adiós. —dice en un rápido susurro que consigo oír.
—Mamá, no intentes ocultarlo, ya he escuchado suficiente.
—¿Qué has escuchado? —pregunta saliendo de su dormitorio.
—Suficiente. —hago una pausa. Levanto una ceja—. ¿Cuánto tiempo llevas con la aventura?
—¿De qué hablas, Elena?
—Mamá, te repito que no intentes ocultarlo. —le espeto marcando cada palabra que digo.
—Elena, hija, no sé de qué me hablas. —dice bajando las escaleras y dejándome atrás.
—¡Mamá, mírame! —pego un grito tan fuerte que consigo que mi madre se pare en seco y que Maika ladre desde el patio atada a la correa. Mi madre se gira lentamente para mirarme—. Contéstame.
—No lo sé. Mucho, supongo.
—¿Un mes? —mi madre niega con la cabeza—. ¿Octubre? —mi madre niega—. ¿Septiembre? —vuelve sacudir la cabeza.
—Después de volver de las vacaciones, en Agosto.
—No me lo puedo creer. —pienso en voz alta—. Mi madre infiel...
—Elena, no... —dice acercándose.
—Déjame. No te acerques. —retrocedo un paso—. De hecho, no te acerques a papá tampoco. No se merece lo que le has hecho. —escupo las palabras con cara de asco—. Jamás pensé que serías de ésas. —hago una pausa—. Mamá, ¡que tiene más de quince años menos que tú!
—Elena, lo siento...
—No lo sientes, mamá. No mientas.
Me vuelvo y sigo subiendo las escaleras hasta llegar arriba. Cuando llego, me giro y le suelto:
—Ah, yo que tú se lo decía a papá lo antes posible. Haz algo bien al menos.
Una vez dicho, entro en mi habitación, suelto las cosas en la cama y pego un portazo. Mi vida es una mierda. Encima no están ni Álvaro ni Irene para desahogarme y contárselo. «Dios, Irene, te echo tanto de menos...» Ahora sólo me queda hablar con Hugo y por teléfono.
Cojo mi móvil y marco los números de Hugo de la forma más rápido que puedo. Es increíble cómo en tan poco tiempo se me haya quedado su número.
Después de un par de pitidos, por fin descuelgan al otro lado de la línea.
—¿Me echabas de menos, preciosa?
Por cosas como ésta sé que me costará no besarlo cuando estemos en su coche, delante de todo el mundo. Me tumbo boca abajo en la cama.
—Mentiría si dijese que no.
—Yo mentiría si dijese que no me gustas a rabiar.
Suelto una risita y Hugo otra al escuchar la mía.
—¿Estás muy ocupado?
—Qué va. ¿Quieres hacer algo hoy? Podíamos ir al cine a ver una peli.
Estoy a punto de aceptar cuando me acuerdo de que Vicky y Jorge todavía andan por allí.
—Mmmm... mejor otro día.
Hugo ríe.
—¿No será que me estás evitando?
—Puede. —contesto divertida.
—Mañana verás qué día vamos a pasar, serás incapaz de evitarme.
—Me gusta cómo suena eso.
—Y aún más te gustará cuando te recoja.
Suspiro. ¿Por qué Hugo enamorará tanto? En el fondo sé que mi primera opción fue Dani, pero Hugo cada día me enamora más. ¿Por qué dirá la gente eso de que las segundas partes nunca son buenas? La mía me está encantando, y esto acaba de empezar. Vuelvo a suspirar.
—Porque suspires no vas a conseguir teletransportarme a tu habitación. —dice susurrándome haciendo que lo sienta de verdad en mi habitación.
Río acompañada de su risa. ¡Y qué risa! Con esos dientes tan perfectos, tan brillantes, con esos labios tan rosados...
«Elena, que te pierdes»
—¿Cuánto más voy a tener que esperar para que estemos juntos de verdad? —pregunta impaciente en tono infantil.
Suelto un suspiro de resignación.
—Hugo, sabes que está mal...
Ahora es Hugo quien suspira.
—Está bien, está bien. —hace una pausa—. Mañana estate lista a las doce. Un beso, Elena. Love you.
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Cartas para Irene
Ficção AdolescenteElena, a sus quince años, tiene los problemas típicos de su edad: deberes, chicos inmaduros, amigas y discusiones con su familia; y la única manera que tiene Elena para escapar de esa realidad es escribirle cartas a su hermana, Irene, que vive en el...