Riiiiiiiiiiiing. Suena el timbre del instituto a las 8.30, como todas las mañanas desde hace un par de meses. La conserje está a punto de cerrar la puerta principal. ¡Maldita sea!
—¡Eh! ¡Eeeh! ¡Espera! —consigo decir a unos metros de la puerta. —¡Espera!
La conserje me ve y me invita con la mano a que me de prisa en entrar. Doy las últimas dos zancadas y me paro en el interior del centro, junto a ella.
—Gra... gracias. —digo entre jadeos.
—Venga chica, que ya llegas tarde.
Emprendo mi carrera de nuevo hacia el aula a la misma vez que la conserje cierra la cancela del instituto. Hasta que no he puesto un pie en la escalera no me he percatado de la amabilidad de la conserje. Son dos gemelas las que se encargan de fotocopias, llaves, tizas y demás. Lo que viene siendo la conserjería. Inma es más simpática que Ángeles, pero ninguna de las dos me habría dejado la cancela abierta para que entrase aún llegando tarde. Lo normal sería que me llevase al aula de castigo y le llevase una nota a mi profesor para hacerle saber dónde estoy.
Llego al último escalón a la vez que veo al de historia abrir la puerta del aula. Genial, no llego tarde a su clase. Entro la última en el aula y me dirijo hacia mi asiento, justo detrás de Vicky y Olivia y junto a una mesa vacía.
—¡Hola, Elena! —me saluda efusivamente Vicky mientras las tres sacamos nuestro material de clase casi a la misma vez—. ¿Te has enterado?
—¿Enterarme de qué? ¿De por qué Inma estaba demasiado simpática esta mañana?
—¿Qué? ¡No! ¿Estaba demasiado simpática? Bueno déjalo, el caso es que tengo buenas noticias.
—¿Inma demasiado simpática? Eso solo podría pasar una vez en la vida, debe ser algo así como los cometas. —apunta Olivia.
—Oli, escucha. Esto también te gustará a ti. Me he enterado de que...
—Silencio al fondo, por favor. Hoy vamos a hablar sobre la Revolución Francesa y hay que prestar mucha atención.
Se oyen unas risitas a la derecha. Miro y descubro de quiénes son, aunque ya sabía la respuesta: Andrea, Lidia y Clara. Las tres repelentes de turno.
—Ya estamos con ésas. Luego os lo cuento.
El resto de la clase pasa tranquilamente. Las engreídas apenas prestan atención al profesor ojeando sus revistas de moda Glamour y Cosmopolitan. Sin embargo a los ojos del profesor, están teniendo una lectura entretenida del libro de historia. Mientras las observo, me doy cuenta de que Andrés me está mirando. De repente me sonríe. Aparto la cara. No. No puede ser a mí. Vuelvo a mirar y me vuelve a sonreír. No puede ser. Andrés es el tío más pesado que hay en todo mi instituto. Lo intenta con todas las chicas y aunque no consiga nada, él no cesa en sus intentos.
Toca el segundo timbre del día y la clase entera nos apresuramos a recoger el material. La siguiente clase es Lengua. Y luego Inglés. Hasta que toca el recreo.
—Bueno Vicky, ¿qué tenías que contarnos? —pregunta Olivia una vez terminada su caña de chocolate. Esa chica es increíble. Es capaz de comer de todo, hartarse, y nunca engordar. Supongo que el deporte tiene algo que ver. Antes jugaba al baloncesto y desde hace dos años, juega al voleibol. Durante el verano se va a la ciudad natal de su padre y practica surf. Y además es guapísima. De madre española y padre australiano, tiene el pelo largo y castaño oscuro, los ojos marrones y la piel siempre morena y bronceada. Su sonrisa es siempre radiante, con unos dientes perfectos y blancos, y adornada con hoyuelos a los lados.
—Pues veréis. —Vicky se aclara la garganta para hacerse la interesante—. Mientras esperaba que llegárais, he estado escuchando una conversación entre profesores que hablaban sobre un cotilleo jugoso.
—Victoria, ¿te importaría dejar de hacerte la interesante e ir al grano? —digo un tanto irritada por la forma que tiene Vicky de hacernos esperar hasta impacientarnos.
—¡De acuerdo! Pero no me comáis. He escuchado que tenemos nuevo sustituto de informática y... —bebe un sorbo de su zumo— ...además de joven, ¡es guapo!
Vicky es la más extrovertida de las tres. Le pirran los chicos, aunque sólo ha salido con un par de ellos y apenas ha llegado al mes. Desde luego no es para nada fácil. Ella también es muy guapa y su pelo atrae mucho a los chicos. Es pelirroja, de piel blanquita y con la cara cubierta de pecas. Se parece mucho a la Lindsay Lohan de Tú a Londres y yo a California, no a la de ahora.
—Me gustaría saber tu concepto de guapo. Te recuerdo que una vez dijiste que Andrés era mono. —dice Olivia a la vez que abre un paquete de Doritos y me ofrece. ¿Es que esta mujer nunca deja de tener hambre? Niego con la cabeza y señalo mi sandwich.
—¡Eh! ¿Es que nunca vas a dejar de recordarme eso? Las personas se equivocan, ¿sabes? Y no te hablo de una opinión mía sobre el nuevo porque aún no lo he visto, lo piensan la de Música, esa tan joven y su amiga de Lengua. No me creáis pero después del recreo tenemos Informática. Allá vosotras. —dicho esto, pega el último bocado a su sandwich de nutella, se levanta y se dirige hacia la fuente.
Olivia y yo nos miramos y nos echamos a reír. Definitivamente no sé qué haría sin ellas, probablemente estaría sola. A diferencia de ellas, yo soy la que menos llamo la atención con mi pelo rubio oscuro a pesar de que la gente piense que es castaño. Mi sonrisa no es nada del otro mundo, aunque mi dentadura es perfecta tras haber llevado la ortodoncia durante casi dos años. Por desgracia o por fortuna, eso no es precisamente lo que van buscando los chicos. En resumen, soy la menos atractiva de mis hermanos, aunque nunca lo admitiría delante de Álvaro. Lo que me recuerda...
—Oli... —digo a la vez que le quito una patata del paquete—. ¿Has visto hoy a mi hermano? Esta mañana no me ha esperado porque me he levantado tarde pero no sé si ha entrado en el instituto.
Mi voz se va apagando a la vez que pasan Laura, la ex de Álvaro, y su amiga por delante de nosotras. Me dedica una media sonrisa, levanta un poco la mano en modo de saludo y sigue andando. ¿Me ha saludado? Tengo la impresión de que algo ha cambiado y yo aún no me he enterado.
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Cartas para Irene
Teen FictionElena, a sus quince años, tiene los problemas típicos de su edad: deberes, chicos inmaduros, amigas y discusiones con su familia; y la única manera que tiene Elena para escapar de esa realidad es escribirle cartas a su hermana, Irene, que vive en el...