¿Cómo no sabía de la existencia de esta película? No me puedo creer que mi amiga Olivia, con lo fan que es de los Beatles, no me haya dicho nada de esta película. Es, sin duda, una de las películas más entretenidas y más estupendas que haya en la vida. En serio, aún no sé cómo no la había visto antes. Apenas llevamos veinte minutos de película pero es tan genial que no puedo dejar de verla.
Hugo entonces, cuando en la película sale una canción de rock & roll de las lentas y sensuales, despega su mano de la mía y comienza a acariciarme la pierna por el muslo. Cada vez sus caricias se extienden a más partes de mi cuerpo: la rodilla, la parte interna de la rodilla y la espalda por fuera de la ropa; al mismo tiempo que se inclina sobre mí y me besa.
Nowhere boy puede ser la mejor película del mundo, pero los besos de Hugo siguen siendo aún mejores que todas las buenas películas del mundo. Entre beso y beso Hugo me susurra con sarcasmo:
—¿Ahora no insistes en ver la película?
—Cállate y bésame, estúpido. —digo después de soltar una risa.
Y Hugo me obedece. Su mano viaja de mi cuello a la parte posterior de mi espalda y noto cómo se me erizan los cuellos de la nuca con cada roce de sus dedos. Mi novio de repente se separa de mí, y con los labios hinchados, me pide que me incorpore con un movimiento de la mano. Hago caso y cuando me siento en el sofá extrañada, Hugo agarra el borde de abajo de mi jersey con estampado de cebra y comienza a tirar de él hacia arriba. Un momento, ¿está intentando desnudarme?
—Hugo... —replico. No quiero sonar grosera con mi novio pero no veo que sea el momento para... eso.
—No digas que no quieres. —dice posando sus labios en mi oído. Me da un beso en el cuello. En una distracción por sus besos, Hugo vuelve a tirar de mi jersey y me deja con el ombligo al aire. No voy a poder controlarme, los besos de mi novio son demasiado adictivos como para que pueda dejar de besarlo y controlar los impulsos de mi novio.
Me besa en los labios y estira mis brazos mientras vuelve a tirar de mi jersey. Es entonces cuando me doy cuenta y me separo rápidamente de él y a la misma velocidad bajo mi jersey cubriéndome de nuevo la tripa. Mi cara se vuelve blanca, pálida, y el frío recorre mi piel dejándome petrificada. Casi puedo imaginarme la cara de mi hermano cuando le diga que Hugo sí que tenía otras intenciones.
Hugo parpadea. Se levanta del sofá y se va a su habitación. Yo corro detrás de él. Lo encuentro en su habitación sacando unas prendas del armario mientras contesta al teléfono. ¿En qué momento han llamado?
—Sí, aquí... Sí, ya mismo... Muy bien... Hasta luego.
—Hugo, entiéndeme... —suplico una vez ha colgado el teléfono.
—Y, ¿por qué no me entiendes tú a mí? —pregunta.
—¿Qué te entienda yo? Soy yo la que tiene quince años, Hugo. No sé cómo ves eso pero con quince años no me gustaría perder mi virginidad. —casi escupo mis palabras.
Mi novio me responde con una mirada crispada. Me acerco a su lado y me siento junto al pequño montón de ropa que ha dejado sobre la cama.
—Oye... —digo.
—No. Tienes razón, quizá somos demasiado distintos. Nuestra diferencia de edad no satisface las necesidades de ninguno.
Me quedo clavada en el sitio. Oh. Dios. Mío. Dios mío no. ¿Me está dejando? ¡Me moriría si lo hiciese!
—¿Quieres dejarme? —pregunto bajando la voz. Ni yo misma podría planteármelo.
Mi novio me observa durante unos largos segundos que a mí me parecen horas.
ESTÁS LEYENDO
Cartas para Irene
Teen FictionElena, a sus quince años, tiene los problemas típicos de su edad: deberes, chicos inmaduros, amigas y discusiones con su familia; y la única manera que tiene Elena para escapar de esa realidad es escribirle cartas a su hermana, Irene, que vive en el...