Cincuenta y Nueve

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Están los chicos de su clase: Dani, Marcos, Pablo, Carlos, Alberto, Javi, Luis, Guille y Miguel. Están algunas de sus compañeras de clase como Celia, Sara, Luna, Alba, Miriam y Paola. Están Vicky y Olivia, para mi sorpresa, y también Jorge, pero no Claudia. De mi clase han venido David, Ángel y Juan Carlos —unos grandes compañeros de mi hermano en el campo de fútbol—. También he visto por ahí, entre la multitud, a Andrés, aunque no sé por qué lo ha invitado Dani. Andrés, al verme, levanta un poco la mano a modo de saludo y yo lo ignoro.

El salón está completamente decorado. Mi vecino ha comprado globos, guirnaldas y hasta decoraciones para las bebidas. Está completamente loco. Entre la cocina y el salón ha colocado una mesa que sirva de barra y para que nadie pase más allá de ella.

—No me puedo creer que me hagáis esto. Que me hagas esto. —dice mi hermano lanzándome una mirada acusatoria.

Yo me encojo de hombros mientras me quito la chaqueta y señalo con la cabeza a Dani, que se ha escondido en un rincón. Mi hermano lo mira y es entonces cuando hay tensión. Parece que todo el mundo ha dejado de charlar, beber o disfrutar para fijarse en la reacción de mi hermano por la fiesta. Apostaría lo que fuera a que hay gente cruzando los dedos para que no se peleen. De hecho, yo lo estoy haciendo. Álvaro se acerca a Dani con cara seria. Dani lo mira frunciendo el ceño.

—Eres un capullo, tío. —apunta mi hermano. Acto seguido lo abraza dándole algunas palmaditas en la espalda. La gente, por suerte, deja de observar y se centra en beber. Alguien apaga las luces y enciende la música. La primera que suena es Hey Brother, la nueva de Avicii.

—¡Elena! —mis amigas, Vicky y Olivia me llaman a la vez. Están de pie junto a la ventana. Jorge está saludando a mi hermano, interrumpiendo su charla con Dani por un momento. Cada una de mis amigas tiene un vaso en la mano. ¿Es que acaso beben ya?

Me acerco a ellas dubitativa. Pensaba que no me hablaban.

—Hola. —saludo.

—Hola. —me responde Olivia. Vicky continúa en silencio.

—¿Qué bebéis?

—Yo sólo tomo un refresco, Vicky bebe alcohol con fanta. —me explica Oli.

—Estás muy guapa. —me dice Vicky.

—Gracias, me lo compró Hugo. —hago alusión al vestido.

Silencio y tensión. Estoy a punto de irme cuando Olivia habla.

—Elena no quiero irme a Australia sin que nos hablemos.

—Yo tampoco quiero que te vayas así.

Me da un abrazo. La noche está mejorando por momentos.

—Lo de Hugo es mentira. Hugo es una mentira. —digo cuando me separo de ellas—. Debía haber confiado en vosotras antes, si os lo hubiera dicho quizá no hubiera caído en su trampa y ahora no estaríamos reconciliándonos.

Suspiro.

—Un momento, ¿qué dices de una mentira? ¿Te ha engañado con otra? —pregunta Vicky quien también me abraza.

—No, no. Buen, sí. Me ha engañado con otra pero también de otra forma. Me ha engañado con todo. Ni siquiera le gustaba.

—Vamos a sentarnos mejor. —comenta Olivia invitándonos al sofá que Dani ha cubierto con una sábana vieja para que no la manchen. Qué perspicaz.

—Veréis... Hugo en realidad se llama Marc Hugo y lo conoció mi hermana en Nueva York antes que yo. A Irene le empezó a gustar un chico que tenía novia y en lugar de acabar con esa relación lo que hizo fue reforzarla para que el padre del chico —que es el hermano de Hugo— no se molestara con su hijo mayor. Al mismo tiempo que Irene reforzaba la relación, Hugo intentaba hundirla porque está enamorado de la novia de su hermano. Sí, es muy de comedia romántica americana, pero es así. El hermano de Hugo tuvo un accidente y Hugo se vino a España a destrozarme la vida a mí para pagarle a Irene lo que le ha hecho a su relación. Así Hugo provocó que me expulsaran, que me castigaran, que me quitárais el habla y hasta casi que me suspendieran.

Cartas para IreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora