Treinta

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Después de nuestros intentos fallidos por buscar a Maika, Álvaro se pasa un par de horas conmigo ayudándome con Mates. Parece que la vuelta de Laura le ha sentado bien, aunque a mí no es que me haga mucha gracia.

Al día siguiente el examen me sale mejor de lo que esperaba, la clase de Álvaro fue estupenda. Sin embargo Hugo sigue ignorándome. ¿Qué cuernos le pasa? Y Andrés sigue faltando. Después de clase voy al servicio porque no aguanto más, y porque había visto a Andrea y su esclava de entrar minutos antes.

—¿Ayer lo viste? —pregunta Clara.

Se escucha un suspiro que supongo que es de Andrea dándole importancia a lo que va a decir.

—Después de que me diera plantón el viernes, sí, decidí darle la oportunidad cuando me dijo de quedar.

«Qué capullo. Le ha faltado tiempo para buscarse a otra...»

—¿Y qué pasó? —dice en tono preocupado.

¿En tono preocupado? ¿Por qué debía de preocuparse? ¿No se liaron y ya está?

—Nada.

—Tú cara me decía que no pasó lo que querías.

¡¿CÓMOO?! ¡¿No se liaron?! Qué raro en Dani no aprovecharse de una chica fácil.

—Además me dijo que iba alguien a cenar a su casa pero no me dijo quién. Estoy convencida de que hay más, sólo tengo que sacárselo.

«Es su prima, imbécil.»

—¿Cuál es el plan? —pregunta Clara divertida.

¿El plan? Oh. Dios. Mío. Dios mío no. Éstas ya van a hacer de las suyas y van a descubrir que la chica que cena de Dani es Claudia, ¡y no saben que son primos!

—El plan es enterarse de qué día esa persona volverá a su casa a cenar o lo que sea, y vamos allí a saber quién es.

«Qué ingenioso, Andrea. Seguro que no lo has planeado tú sola», pienso irónicamente.

—Muy bueno. Eres brillante.

Se oyen risitas.

—Y bueno, ¿para qué quería quedar?

Eso querría yo saber.

—Para hablar. —responde Andrea. Qué seca. ¿Hablar? Eso me suena que lo que le dijo no le gustó mucho.

—¿Hablar? ¿Y qué dijo?

—Nada de importancia. Dijo que había una chica que era la que ocupaba sus pensamientos ahora y no quería volver a quedar conmigo.

—¿En serio?

¡¿En serio?! No me lo creo.

—Sí. También dijo algo de que si él para esa chica no era nadie, es que no era nadie, pero no le hice mucho caso.

Oh. Dios. Mío. Dios mío no. Casi me caigo del susto que me ha provocado lo que acaba de decir. ¿Hablaba Dani de mí? Quizá sí, o quizá puede que no quisiera liarse más con Andrea porque y utilizó eso como excusa.

Suspiro. Puede que sí sea esa la razón, porque dudo totalmente que Dani tenga a alguien en sus pensamientos. Daniel es un capullo, no hay más. Y seguro que en menos de unos días estará con otra chica en mente. 

Se oye un suspiro.

—No te preocupes, Andrea, vamos a encontrar a esa niñata y vamos a hundirla.

—No es eso, Clara, es que odio que alguien pueda quedar encima de mí en las cosas en las que quiero ganar yo.

Risitas. Qué asco me dan. «No te preocupes, Andrea, si quisiera habría quedado encima de ti con Dani.»

—¿No será que te estás enamorando de Dani?

Más risas, esta vez en forma de carcajadas.

—No, es sólo que Dani está buenísimo y queda estupendamente como complemento.

De nuevo risas. Creo que es suficiente por hoy. Me voy a ir de aquí si no quiero potar. «Putas Barbies sin cerebro.»

Salgo rápidamente del baño para que no me vean. Justo cuando salgo me encuentro de frente con Andrés. No sé si es por las imbéciles de mi clase o por la repugnancia que me da verlo, pero en ese momento no pienso por mí misma y le pego un empujón.

—¡Tú! ¿Qué haces aquí?

—Hola, Elena. —contesta sonriente—. Vengo a traer la justificación de mis faltas; estoy malo con gripe.

—Y, ¿por qué no lo trae tu madre? —escupo las palabras de tal forma que casi se las estampo en la cara.

—Porque está trabajando. ¿Qué te pasa? ¿Me echabas de menos?

—No, Andrés, no te echo de menos porque me das asco. ¿Quién eres tú para ir diciendo que te vas a liar conmigo? ¿Acaso me ves con cara de que me gustes?

—Eh...yo... —tartamudea. Su cara adquiere un tono rosado—. Elena, yo...

—Tú, Andrés, y gente como tú se cree que las chicas somos juguetes sin cerebro con las que te puedes enrollar y hacer lo que quieras con ellas. ¿Te crees que somos todas unas Barbies?— hago alusión a las tres de mi clase, Andrea, Clara y Lidia. Si todas fuésemos como ellas me suicidaría.

—A mí me gustas, Elena.

—A mí también me gustan algunos chicos y no voy diciendo por ahí que me voy a liar con ellos.

La cara de Andrés se torna de color blanco y luego verde. ¿Le habrá sentado mal lo que le he dicho de los chicos?

De pronto se echa hacia atrás y vomita en el suelo del pasillo manchándome mis deportivas. ¡Mierda! Una profesora se acerca corriendo a ayudarlo a ir al baño para que no manche más suelo.

—Elena, déjalo, creo que ya le has dado demasiados disgustos.

Álvaro me coge de un brazo y me lleva con él.

Cartas para IreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora