Treinta y Tres

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—¿Quién te ha traído? Ese coche no me suena. —suelta Álvaro nada más verme entrar por la puerta.

Yo palidezco.

—Por favor, no preguntes.

Álvaro aprieta los dientes y me mira juntando las cejas. Le he contado lo de Dani, pero lo de Hugo prefiero guardármelo porque entonces quien moriría sería yo.

—Vale. —dice por fin alargando ambas vocales—. Por cierto, ¿necesitas mi ayuda hoy?

—Pues no, creo que no. ¿Por?

—He quedado esta tarde y no voy a poder estar aquí para explicarte nada, ¿te molesta?

—No, no, tranquilo. —hago una pausa—. ¿Con quién has quedado?

—¡Eh! Yo no pregunto por tu chófer y tú no preguntas por mis salidas.

Qué ingenioso este Álvaro. ¡Maldita sea! Supongo que es mi precio a pagar si no quiero decir palabra sobre Hugo.

—Vale. —digo poniendo los ojos en blanco. Seguidamente subo las escaleras y me pongo con los deberes.

Por la tarde no hago nada excepto estudiar. Álvaro por su parte, en cuanto los termina se va, aunque no me dice dónde. Pondría la mano en el fuego por demostrar que ha quedado con alguien que no es Laurita. Es más, ojalá lo haya hecho.

Cuando ya ha entrado totalmente la tarde y el frío de la calle amenaza con entrar en la casa, me llega un mensaje al móvil.

Elena, ¿puedes venir a mi casa un momento? Es urgente.

Oh. Dios. Mío. Dios mío no. ¿Qué querrá Dani ahora? Yo no tengo nada más que hablar con él.

No puedo, Dani. No tengo nada más que hablar contigo.

Enviar. Me cuesta escribirlo porque nunca pensé que le escribiría algo parecido, pero sé que es la mejor opción.

Vuelvo a los libros y un nuevo sonido de vibración me distrae. Resoplo antes de abrir el nuevo mensaje.

Te juro que no es nada sobre mí, pero por favor, es urgente que vengas.

Me levanto de la silla resoplando y estampo el subrayador en el escritorio. Qué pesadez. Salgo de mi habitación arrastrando los pies con las manos dentro de mi sudadera rosa palo de Hollister.

De pronto, un pensamiento fugaz me atraviesa la mente: ¿Y si le ha pasado algo a Claudia? Acelero el paso como si de mi vida se tratase y llego a casa de Dani en menos de un segundo. Llamo a la puerta un par de veces. Nadie abre. «Daniel, espero que no sea una broma porque me estoy empezando a enfadar». Llamo otra vez. «Daniel, como esta vez no abras te juro que...»

—Hola, Elena. —mi vecino me abre con la mirada y la sonrisa más dulce que he visto en mi vida. Parece otro chico distinto al de este mediodía cuando me ha visto con Hugo. Parece el Danielo de pequeño, cuando nos abría la puerta a Álvaro y a mí las tardes que nos esperaba para jugar.

—Hola, Daniel. —pasamos unos segundos mirándonos y ninguno dice nada—. ¿Puedo pasar? —pregunto finalmente.

—¡Ah! Sí, sí. Pasa.

Entro en la casa a regañadientes. No creo que sea tan urgente eso que tenía que decirme o contarme si se le ha olvidado al verme.

—Y, ¿qué es tan urgente?

—Leí en tu twitter que buscabas a Maika, que se te había perdido.

De repente abro mucho los ojos y mi cara se vuelve totalmente blanca. Claudia me importa, pero Maika aún más.

—Sí. ¿La has encontrado? Daniel dime por favor que la has encontrado. —suplico mientras la voz se me va quebrando por momentos.

—En el tweet no mencionas nada de una recompensa...

—Dani, te lo suplico. —lo interrumpo—. Dime si la has encontrado y te juro que te doy lo que sea de recompensa, por favor...

—Si fuera como antes te pediría un beso de recompensa, pero yo me conformo con que me perdones.

El chico de las mil y una novias dice ¡¿qué?!

Estoy tan desesperada por volver a tener a mi perrita en brazos que se me olvida totalmente lo mal que lo he pasado y acepto sin pensarlo.

—Te perdono, pero dime dónde está. —digo buscando a mi alrededor.

Dani ríe dulcemente y me coge de la mano.

—Ven.

Me conduce hasta su patio trasero, hacia la casita de Bobby.

—Ahí está. —señala la casa, que por cierto está vacía porque Bobby está fuera lamiéndose una pata.

—Daniel, ahí no hay nada.

—Elena, bonita, agáchate y mira bien que Maika está dentro.

Lo hago y, en efecto, está dentro durmiendo plácidamente. Mi perra está tan loca como su dueña. Yo buscándola desesperadamente y ella como si no pasara nada. Uf, la estrangulaba.

—¡Maika! —pego una voz para despertarla.

Maika abre los ojos y sale de su escondite. Cuando me ve viene hacia mí como si tal cosa y empieza a acariciarme con su hocico.

—Maika, estás loca. —digo acariciándole el lomo—. ¿Qué hacía aquí? —pregunto dirigiéndome a Dani.

Dani está apoyado contra la pared de su casa con los brazos y piernas cruzadas mirándonos con su mirada dulce.

—No tengo ni idea, la he encontrado esta tarde. —responde—. Además, viene con regalito.

—¿Regalito?

—Está embarazada, Elena. ¿No la ves?

Oh. Dios. Mío. Dios mío no. Maika estaba en celo el día que coincidí con Dani en el parque y seguro que pasó entonces.

—¿Vino aquí cuando se escapó?

—Creo que sí. Bobby no le ha quitado la vista de encima a su casita desde hace unos días, y creo que sí, que estaba aquí.

No me puedo creer que mi perra esté enamorada de Bobby. ¿Qué tendrán los varones en esta familia?

—Dani, ¿qué vamos a hacer con las crías?

—Yo no sé tú, pero yo quiero cuidarlas. —y me dedica una media sonrisa tierna apoyando la cabeza en la pared.

«Maldito Dani.»

Cartas para IreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora