Capítulo 8

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El bollito estuvo riquísimo, pero después de cinco bollos más como mi estomago no permitía que entrase ni un mísero bocado más, ni siquiera un pellizquito de unos de esos deliciosos y apetecibles bollos, así que los que sobraron los escondí en la caja debajo de mi cama tras algunos viejos trastos de cuando la mudanza...
Porque la tía Carmen, como es tan fina y refinada no me deja comer ni probar ni un solo bollo porque "engordan mucho" y claro ella quiere una sobrina modelo de marcas perfectas...

Para gorda ella, yo estaba perfecta.

Me dirigí al ascensor de la ropa sucia - Que nunca había sido usado por nadie, ni siquiera mi tía sabe sobre su existencia, o eso quiero creer - Y me metí dentro como pude, no era un espacio muy grande que se diga, pero gracias a lo "Flacucha" que era de momento cabía sin problema; agarré la cuerda y comencé a tirar de ella para intentar subir hacia el desván, donde todas las tardes me sentaba en el tejado a admirar las vistas, el cielo, las estrellas, todo aquel universo que se encontraba detrás de esas cuatro paredes de mi habitación...

Hasta que oí esa voz chillona de nuevo, esa que tanto odiaba.
La pesada de mi tía Carmen me llamaba para bajar a cenar - Odio a mi tía, se lo cree todo sin ser nada... - Pero cuando estaba ya abriendo la tapa para salir de ahí volví a oír uno de sus múltiples gritos por día hacia mi persona.

Pesada.

- ¡Hindana! ¡Baja de una santa vez a cenar! - Dijo a gritos - O si no le daré tu comida a Shimi (Shimi es su queridísimo gato, era marrón y anaranjado a la vez, arisco, odiable y sobre todo gordo, de hecho era bastante rechoncho, puede que hasta fuese el gato más gordo que había visto jamás. Que por cierto, se lleva fatal con Milu, mi gatita, que al contrario es blanca como la nieve con tan solo una manchita gris clarito en su lomo y era muy flaquita, en definitiva, Una ricura, a demás de tener unos ojos azules como si en ellos albergara al mismísimo cielo)

Al oír eso cerré la trampilla del ascensor y baje la cuerda lo más rápido que pude.
Al llegar abajo salí de ella con cierta dificultad y me dirigí corriendo a la escalera donde me senté en uno de sus escalones.

- ¿No crees que Shimi no necesita comer más? bastante rellenito esta ya el pobre, algún día de estos va a explotar de lo gordo que está - Grite llevándome ambas manos a la boca con una sonrisa burlona de oreja a oreja, se que ella no me estaba viendo pero seguro que se imagina la sonrisa que estaba poniendo ahora mismo.

- Muy bien "Pequeña marginada" hoy te quedas sin cenar, ¡Ah! y ¡Shimi no esté nada gordo, para tú información! - Se le notaba en la voz que estaba demasiado molesta he irritada por las "Groserías" que en verdad eran realidades, que había dicho sobre su gato.

- ¡Genial! a ver si tu "Shimi" es capaz de comerse esa bazofia, que preparas todos los días -Dije entre carcajadas -Porque creo que el tampoco es capaz tragarse un solo bocado sin escupirlo. Con suerte lo único que conseguirá es pillar una intoxicación - Reí a carcajadas.

- Pues esa "Bazofia" es la que te ha estado alimentando durante MUCHO tiempo... Así me agradeces todo lo que he hecho por ti ¡Eres una desagradecida! - ¡Que teatrera por Dios! ¡Calma hombre, calma!

- ¡Ten presente que yo nunca te pedí que me cuidaras y mucho menos que te quedarás conmigo! Y si digo esas cosas sobre tu bazofia es precisamente porque me la he tenido que estar aguantando mucho tiempo - Dicho esto me levante lo más rápido que pude y dando unos sonoros pisotazos me fui a mi habitación donde como respuesta di un gran portazo.

Que se comiera su bazofia otro.

 A través De Mi Ventana [En Edición]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora