Fourty Two

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Dos meses después.

Un golpe fuerte en su brazo lo hizo despertar de su plácido sueño y un gruñido lo hizo mirar a su novio quien tenía el ceño fruncido y los brazos cruzados.

-Roncas mucho, las niñas y yo necesitamos dormir- se quejó el omega.
-Bonnie, yo no ronco, sólo sueño que soy una moto- se excusó.
-Llevas toda la noche "soñando que eres una moto", son casi las tres de la mañana y no he podido dormir- el menor se levantó de la cama y se estiró un poco. -Antes de que lo preguntes, voy a por agua-

Bonnie bajó las escaleras de la adorable casa en la que ahora vivían, arrastró los pies con pereza por el suelo de madera hasta que llegó a la cocina. Estuvo a punto de beber el agua que se había servido cuando un sonido proveniente de fuera de su casa se lo impidió. No podían ser los perros, ellos estaban arriba durmiendo, al igual que el conejo. Intentó restarle importancia ya que podía ser cualquier otro animal, después de todo, vivían cerca de un bosque lleno de animales. Bebió el agua sin prisa y miró que el reloj daba justo las tres de la mañana.

«Ten cuidado a las tres de la mañana... Es la hora del diablo y no querrás experimentar lo que pasa durante esa hora...»

Negó, él no creía en esas tonterías, Fredric estaba loco. Su cuerpo se estremeció al sentir una corriente de aire helado en su espalda y se apresuró a ir a las escaleras. No era como si sintiese miedo, claro que no, sólo tenía frío y quería acurrucarse con su novio hasta el otro día. Por alguna razón se detuvo frente a la ventana que daba con el terreno del costado, se intentó calmar, tampoco quería empezar a alterarse ni a gritar, le hacía mal a él y a sus niñas. Subió rápido y no se detuvo por nada del mundo, maldijo cuando siguió recordando las palabras de Fredric, porque claro, lo había visto otra vez ya que es amigo de su novio al igual que es parte de los tan nombrados Nightmare.

«Tres con treinta y tres, el peligro es mayor»

Entró a su habitación encontrándose con Frank profundamente dormido y sin ninguna intención de despertar, caminó a paso lento para no alterar a los perros y miró por la ventana inconscientemente. Vio a alguien con capucha corriendo por el terreno con un hacha, hasta que pareció darse cuenta de que era observado y se giró, sólo por un segundo, lo que bastó para que el miedo consumiese a Bonnie.
El extraño sujeto tuvo un ataque de tics segundos después de mirar a Bonnie e intentó correr hasta el bosque, cayendo en el intento. El omega comenzó a sentir un horrible dolor en su vientre, dejando que un grito saliese de lo más profundo de su garganta, logrando despertar a su alfa de forma alterada.

-Bonnie, oh mierda- el pelirrojo se levantó e intentó hacer algo útil. -¿S-Son las niñas?-
-Sí, son ellas...- gruñó entre dientes. -¿En que lo notaste?-

Frank insistió en que debían ir al hospital, pero Bonnie se negó, no aguantaría hora y media en auto hasta el centro de la ciudad. Lo siguiente pasó demasiado rápido, la abuela de Chica se encontraba ayudándole en el parto luego de haber sido llamada por su novio, mientras que Carrie y Chica preparaban las cosas para el parto. A Frank poco le importaba que su mano estuviese siendo molida por la mano de Bonnie mientras este pujaba y gritaba groserías dirigidas a lo primero que se le viniese a la cabeza.
Bonnie había imaginado ese momento de muchas formas, pero nunca pensó que el dolor que sentiría sería como si le quebrasen todos los huesos al mismo tiempo multiplicado por cien. No podía morder su piercing porque se lo había quitado hacía unas semanas y eso le molestaba, realmente pensaba que morder un pedazo de metal adherido a su labio podía acabar con el dolor que estaba sintiendo. Escuchó un lloriqueo y sintió a su alfa soltar su mano unos minutos; sus ojos estaban cubiertos de lágrimas y se le dificultaba mirar a su novio mientras que este dejaba unos besos en el rostro de una de sus hijas luego de lamerla. Sin dejarle ni medio minuto de descanso, volvió a sentir el dolor de antes, indicándole que venía en camino su otra hija. Repitió el mismo proceso que con la anterior, siendo un poco más difícil con esta ya que, según lo que había escuchado de su partera, era más grande que la primera. Podía oír a lo lejos los lloriqueos de sus pequeñas, pero por más que quisiera, su cuerpo no respondía.
Sintió como su cuerpo se hacía más débil, hasta que recibió a dos niñas adorables envueltas en unas mantas de colores, completamente limpias y más tranquilas. Apretó su mandíbula reprimiendo los sollozos que comenzó a soltar mientras lloraba, estaba feliz, demasiado feliz. Sentía los sollozos de su alfa, pero no se atrevió a mirarlo, sería apartar la mirada de sus hijas por mucho tiempo. Intentó calmarse respirando profundo para no asustar a las pequeñas y acarició la mejilla de la más pequeña con su dedo, observando el escaso cabello rojizo que esta tenía, al igual que su blanca piel; también acarició la mejilla de la otra, notando que esta tenía el cabello rubio y la piel igual de blanca que la más pequeña. Estuvo mirándolas unos segundos más hasta que recordó que su alfa también estaba ahí, lo miró inmediatamente y sonrió al ver que este también estaba fascinado con las niñas.

Imprudent 「ABO!Fonnie」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora