Capítulo 46: La confianza de Dumbledore.

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— Repito, parece una misión imposible...—mencionó el rubio suspirando.

— Es lo mejor que tenemos— argumentó Riley antes de guardar los dos horrocruxes en su mesa de noche—. Mi padre siempre me había dicho que la vida era muy corta para todo lo que tenía planeado hacer.... La inmortalidad siempre fue su fin...—soltó con pesar sabiendo que aquello complicaba su venganza—. Es mejor que regreses a tu habitación, supongo que mi abuelo tendrá mucho que decir en cuanto nos cite a todos en el gran comedor...

— ¿Estarás bien? —no pudo evitar preguntar preocupado por su madre haciéndola sonreír antes de asentir.

— Ve— se limitó a responder antes del chico salir de la habitación dejándola allí sola con sus miles de preguntas y pensamientos.

Necesitaba pensar y analizar todos sus recuerdos para poder buscar una pista, cualquier cosa que pudiera ayudarla a encontrar el resto de los horrocruxes. Pero en aquel momento su mente estaba revuelta por lo que no era el mejor momento para empezar. Aceptando esto se lanzó a su cama mirando hacia el techo antes de suspirar.

El diario y el anillo habían sido objetos personales de su padre, pero el primero él fue quien se lo mostró luego de explicarle que era un Horrocrux, con la intención de que cuando cumpliera doce ella intentara hacer el primero, para convertirla en su predecesora. Aunque más bien sería su aliada en controlar el mundo mágico no solo en Inglaterra sino posiblemente gran parte de Europa.

En aquel entonces para una niña de siete aquello fue como si le hubieran dado la mejor noticia del mundo. Su padre ya la veía como un igual, aceptaba y enorgullecía de su potencial, lo cual era todo para ella. Ya que la relación entre ambos no fue una relación precisamente normal de padre e hija...

Un padre normal llevaba a su hija a parques, le compraba dulces e inocentes juegos como muñecas. Tom solo le había enseñado sobre poder, hechizos, maldiciones, pociones, torturas y muertes, por lo que cuando la recompensaba por hacer lo que él quería, era como cuando a una niña le daban un dulce por aprobar una materia.

— Padre...—no pudo evitar decir suspirando antes de cerrar los ojos. Sin poder evitar preguntarse cómo hubieran sido las cosas si a los diez años no lo hubiera retado de tal manera. Pero había sido así. Ahora estaban en dos bandos completamente distintos.

Había mandado a asesinar a su madre, y a su hermanita pequeña sin piedad. Y aunque hubiera la más remota posibilidad de que esto no fuera cierto aun sí había matado sin piedad a sus dos de sus mejores amigos, y quería terminar con la vida de lo único que le quedaba de ellos. Por lo que no podía dudar, no podía perimírselo ni por un segundo. El día que lo enfrentara no podía flanquear si este le dijera que no había tenido que ver con la muerte de las rubias...

— ¿Riley? — le llamaron haciéndola salir de sus pensamientos y abrir los ojos sentándose en su cama, antes de darse cuenta que había estado llorando.

— ¿Sí? —preguntó sin dejar de mostrar lo que pasaba en su voz mientras secaba su rostro y se levantaba de la cama.

— Soy yo— respondió antes de ella identificar que se trataba de su abuelo por lo que no tardó en caminar a la puerta y abrirla, para luego él entrar y cerrarla de nuevo.

— Lo siento, estaba distraída— se disculpó con rapidez algo extraño para el barbón. Ya que esperaba que estuviera a la defensiva y no tan dócil—. ¿Quiere el diario? —preguntó recobrando su naturalidad.

— Me gustaría examinarlo— respondió siendo breve—. ¿Desde cuándo sabes de la cámara? —preguntó sin perder tiempo haciéndola reír.

— Tom me contó de ella cuando era muy pequeña, al igual que la mayoría de los secretos que oculta este castillo— respondió encogiéndose de hombros—. Aunque apenas lo recordaba hasta que vi el diario...

La hija de Lord Voldemort [Lucius Malfoy/Sirius Black]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora