La horrible realidad de que no sabía cuándo volvería a ver a Larry me asaltó de nuevo. La
matrona de la cárcel parecía bastante indiferente al espantoso golpe que acababa de propinarme.
Lo que le preocupaba era que nadie parecía saber cómo usar la máquina de fotos para la identificación. Estuvieron todos toqueteándola hasta que al final consiguieron hacerme una foto en la que me parecía bastante a la asesina en serie Aileen Wuornos. Yo tenía la barbilla levantada desafiantemente y un aspecto horroroso. Más tarde me imaginé que todas las personas parecen matones y asesinos, o aterrorizados y desgraciados, en su foto de identificación de la prisión. Me
enorgullece decir que, en contra de todo pronóstico, yo me encontraba en la primera categoría, aunque me sentía como en la última.
La tarjeta de identidad era roja, con un código de barras y la leyenda «Oficina Federal dePrisiones del Departamento de Justicia de Estados Unidos - INTERNA». Además de aquella foto poco favorecedora, también ostentaba mi nuevo número de registro con unas cifras grandes: 11187-424.
Los tres últimos dígitos indicaban el distrito de mi sentencia: Illinois Norte. Los primeros cinco números eran exclusivos míos, mi nueva identidad. Igual que me habían enseñado a memorizar el Número de teléfono de mi tía y mi tío cuando tenía seis años, entonces intenté silenciosamente
aprenderme de memoria mi número de registro.
11187-424, 11187-424, 11187-424, 11187-424,11187-424, 11187-424, 11187-424, 11187-424, 11187-424, 11187-424.Después del desastre de la foto de identificación, la Señora Personalidad dijo:
-El zeñor Butorzky va a hablar contigo, pero primero tienez que ir a la enfermería -y señaló hacia otra habitación pequeña.
¿El señor qué? Entré y me quedé mirando la ventana, obsesionada con el alambre de espinos y el mundo que se encontraba detrás de este, del que me habían arrancado, hasta que vino a verme elmédico, un hombre filipino regordete. Me hizo una entrevista médica muy básica, que acabó
Rápidamente, ya que por suerte tengo una salud casi perfecta. Me dijo que necesitaba hacerme una prueba de tuberculina, para lo cual extendí el brazo.
-¡Qué bonitas venas! -dijo, con admiración sincera-. ¡Sin huellas de pinchazos!
Dada su falta total de ironía, le di las gracias.
El señor Butorsky era un hombre de cincuenta y tantos años, macizo y con bigote, que tenía unos ojos azules y acuosos y, a diferencia del personal de la prisión que había conocido hasta el momento, demostraba cierta inteligencia. Estaba inclinado hacia atrás en una silla, con muchos documentos
Lllextendidos ante él. Ahí estaba mi IPS, lainvestigación previa a la sentencia que hacen los federales a las personas como yo. Se suponía que documentaba los hechos básicos del delito de una, las antiguas infracciones, la situación familiar e hijos, y la historia de abuso de sustancias, historial laboral, todo lo importante.
-¿Kerman? Siéntese -hizo un gesto, mirándome de una manera que sospecho que estaba muy ensayada para que resultase penetrante e inquisitiva. Me miró unos segundos en silencio. Yo mantuve la barbilla firme y no le miré.

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Orange is the new black (libro)
JugendliteraturPiper Kerman, una joven atractiva y de clase acomodada, se embarca tras su graduación en una relación sentimental con una traficante de drogas para la que acabará trabajando como mula. Diez años después, y con su vida ya rehecha, es condenada a pasa...