Natalie tenía el respeto de todo el mundo en el dormitorio B, y como estaba claro que yo no iba a
causarle ningún problema, parece que me aceptó. A pesar de su reserva y su discreción, tenía un
sentido del humor seco pero vivaz, y me deleitaba con sus agudas observaciones sobre nuestra vida
cotidiana en el dormitorio B:
-¡Ahora estás en el gueto, colega!
Ginger Solomon, su mejor amiga, que también era jamaicana, era como el yang para el yin deNatalie: traviesa, inflamable y enérgica. La señorita Solomon también era una cocinera fantástica, y
en cuanto ella y Natalie decidieron que yo les gustaba, me preparaba algún plato de su cena especial
del sábado, normalmente un curry sensacional hecho con contrabando de la cocina. En ocasiones
especiales, Natalie hacía que apareciera mágicamente un asado.
La cocina extraoficial de la prisión tenía lugar sobre todo en dos microondas comunales queestaban situados en unas zonas de office entre los dormitorios. Su uso era un privilegio que el
personal amenazaba (y con gran regocijo) con revocar constantemente. De esos microondas surgían
platos notables, sobre todo de las mujeres hispanas y de las Indias Occidentales, que añoraban
mucho su tierra natal. Esto me impresionó enormemente, dados los limitados recursos con los que
trabajaban aquellas cocineras: comida basura, pollo envasado, latas de caballa y de atún, y cualquier
verdura fresca que se pudiera escamotear en la cocina. Los copos de maíz se podían reconvertir en
puré añadiéndoles agua y transformarse en deliciosos «chilaquiles», mi nuevo plato favorito en la
cárcel. Las cebollas de contrabando eran un artículo lujoso, y las chefs tenían que mantener un ojo
atento ante los guardias con nariz hipersensible. No importaba lo que estuvieran preparando, olía a
comida preparada con cariño y cuidado.
Desgraciadamente, la señorita Solomon solo cocinaba los sábados. Yo había perdido.
Algunas solo en un mes por culpa de la dieta de la cárcel: hígado, habas limeñas, lechuga iceberg... El díaque entré en la cárcel representaba mis treinta y cuatro años, incluso más. Los meses antes de mi
entrega había ahogado mis penas en vino y sabrosa comida neoyorquina; ahora mi mayor consuelo
era el tiempo que pasaba sola en la pista de deportes y levantando pesas en el gimnasio. Era el único
lugar de todo el campo donde la libertad y el control parecían a mi alcance.
Una de las cosas buenas de vivir en el dormitorio B era que podías elegir entre dos baños.
Ambos estaban equipados con seis duchas, cinco lavabos y seis cubículos con váter. Ahí terminabansus semejanzas. Natalie y yo vivíamos junto al baño al que llamábamos la «Boca del Infierno». Las
baldosas y la formica eran de diversos tonos de gris, las barras de las cortinas de la ducha estaban
oxidadas, las cortinas de plástico eran prácticamente jirones, y no todas las cerraduras de las puertas
de los váteres funcionaban. Sin embargo, no era nada de eso lo que convertía el baño del dormitorio
C en la «Boca del Infierno». Las plagas hacían inaceptable aquel lugar para cualquier cosa que no
fuera lavarse los dientes o una meadita rápida. Durante los meses más cálidos, cuando la tierra no
estaba helada, aparecían periódicamente pequeños gusanos negros en la zona de las duchas,
retorciéndose en las baldosas. Nada podía hacerlos desaparecer, aunque las limpiadoras del baño
tampoco tenían un arsenal demasiado grande a su disposición, ya que los suministros de limpieza se
proporcionaban con tacañería. Al final, los gusanos se convertían en pequeñas moscas malignas.
Eran la señal de que aquel baño había sido construido como ruta directa al infierno.
Yo solía ducharme en el baño del otro lado del dormitorio B, que conectaba con el dormitorio A,que era como un spa en comparación, y que había sido renovado recientemente con un color beige.
Las instalaciones eran nuevas. La luz era mejor. El humor era más alegre, aunque las cortinas de laducha estaban igual de destrozadas.
Ducharse era un ritual complejo. Tenías que llevarte todos los productos de higiene al baño:champú, jabón, maquinilla de afeitar, esponja, todo lo que pudieras necesitar. Esto requería o bien un
minimalismo absoluto o una especie de carrito de baño. Algunas mujeres tenían bolsas de ganchillo
ilegales para llevar todas sus cosas; otras habían comprado bolsas de malla de nailon en eleconomato, y una incluso tenía un carrito de ducha grande de plástico rosa, un carrito de ducha
auténtico. No pregunté siquiera, porque me imaginé que o bien provenía de algún economato muyantiguo y distante o bien era de contrabando. La mañana y la tarde eran horas punta para las duchas,
con un suministro de agua caliente que iba disminuyendo gradualmente. Si te duchabas después de
comer o a primera hora de la tarde había menos competencia. No debíamos estar en las duchas
después de que se apagaran las luces a las diez, para que las presas no follaran entre ellas.
Muchas mujeres esperaban haciendo cola a que quedase libre «su» ducha. En el cuarto de bañobueno había una ducha en concreto que,indudablemente, tenía la mejor presión de agua. Algunos
«peces gordos», como Pop, enviaban a una emisaria para ver si esa ducha estaba libre o bien paraque hiciera cola por ella. Si interferías en la ducha ritual de las que se levantaban más temprano
metiéndote en «su» ducha, te podías encontrar con una mirada helada al salir.
Cuando habías conseguido por fin ducharte, te enfrentabas al momento de la verdad. Algunas mujeres desaparecían tras la cortina de plástico totalmente vestidas con sus mumus, por modestia;otras se quitaban la ropa delante de todas las demás y entraban y salían sin vergüenza alguna. Unas cuantas se bañaban con la cortina abierta, dando un espectáculo a todo el mundo.
Al principio yo estaba entre las primeras, pero el agua siempre estaba helada al principio, ychillaba mucho cuando me caía en la piel desnuda.
-¿Qué pasa ahí, Kerman? -se burlaba alguien, inevitablemente-. ¡Piper está ocupada!
Al cabo de un tiempo me convencí de que la escena de la violación de Linda Blair en Nacidainocente nunca se iba a recrear en aquel campo, de modo que empecé a abrir la ducha antes de
entrar, probando si estaba lo suficientemente caliente antes de quitarme el mumu y entrar. Esto me
consiguió un par de fans, sobre todo mi nueva vecina, Delicious, que gritaba con sorpresa:
-¡Piiiper! ¡Tienes unas tetas muy chulas! ¡Tienes tetas de televisión! ¡Están muy tiesas y todoeso! ¡Maldita sea!
-Mmm... gracias, Delicious.
No había nada amenazador en la atención de Delicious. De hecho, resultaba hasta vagamente
halagador que se fijase en mí.
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Orange is the new black (libro)
Novela JuvenilPiper Kerman, una joven atractiva y de clase acomodada, se embarca tras su graduación en una relación sentimental con una traficante de drogas para la que acabará trabajando como mula. Diez años después, y con su vida ya rehecha, es condenada a pasa...