San Francisco fue un refugio muy apetecible. Quizá yo fuese un bicho raro, pero al menos estaba entre otros muchos bichos raros. Encontré una casa en Lower Haight con mi antiguo amigo Alfie, que trabajaba conmigo en la cervecería allá en el este y que ahora vivía en San Francisco. Yo estaba
completamente ida y me sentía como un pedazo humeante del SkyLab que hubiese atravesado la atmósfera y caído en la Tierra. Cuando Alfie no estaba conmigo, me sentaba en el suelo de nuestro apartamento y pensaba en lo que había hecho, asombrada de lo lejos que había llegado y lo dispuesta que había estado a dejarme llevar. Juré que nunca más abandonaría mi amor propio ante nada ni ante nadie.Después de pasar varios meses en aquel submundo, me costó un poco acostumbrarme a la vida normal. Había vivido a base de servicio de habitaciones, exotismo y ansiedad durante largo tiempo.
Pero aún tenía buenas amigas de la universidad que ahora vivían en la zona de la Bahía y que me acogieron bajo sus alas y me llevaron a un mundo de trabajo, barbacoas, softball y otros rituales sanos.
- Dejé de fumar.
Estaba aterrorizada por la falta de dinero, e inmediatamente cogí dos trabajos. Me levantaba muy emprano por la mañana para ir a mi primer trabajo en el Castro, abría el Josie’s Juice Joint and Cabaret a las siete, y volvía muy tarde a casa por la noche después de servir las mesas en un
restaurante italiano muy chulo al otro lado de la ciudad, en Pacific Heights. Al final conseguí un trabajo «de verdad» en una productora de televisión especializada en publirreportajes. Tenía que hacer cosas tan raras como convencer a los viandantes de que usaran extraños aparatos de ejercicio
en lugares públicos, atender las necesidades de famosos de serie C en el plató, o quitar con cera el vello facial a unos desconocidos. Volé por todo el país filmando a gente que quería ser menos gorda, menos pobre, menos arrugada, menos solitaria o menos peluda. Vi que era capaz de hablar casi con cualquiera, ya fuese Bruce Jenner o una mamá con bigote, y encontraba rápidamente algo en común con ellos. Yo también quería ser menos pobre, solitaria y peluda. Pasé de chica para todo a productora de verdad, y empecé a trabajar en preproducción, rodaje y edición para emisión por televisión. Me encantaba mi trabajo, para gran diver-sión de mis amigos, que se metían conmigo por el último artilugio, plan o crema que aparecía en la tele de madru-gada y que prometía cambiarte la vida.Salí con gente, pero me notaba todavía bastante sensible y muy desconfiada después del fracaso con Nora. Estaba bien disfrutar de la soltería y tener algún romance loco de vez en cuando para
distraerme del trabajo.Nunca hablaba a mis nuevos amigos de mi aventura con Nora, y el número de personas que conocía mi secreto era muy reducido. A medida que pasaba el tiempo, poco a poco me fui relajando.
Empecé a pensar que quizá no hubiese consecuencias, y que todo aquello no había sido más que un loco paréntesis. Pensaba que era consciente de todos los riesgos. El tiempo que pasé en el extranjero con Nora fue como un curso intensivo sobre las realidades del mundo, lo feas que pueden resultar las
cosas y lo importante q es mantenerse fiel a uno mismo aun en medio de una aventura estrambótica.En mis viajes fui conociendo a todo tipo de gente cuya dignidad tenía un precio (aunque muy variable), y pensé que si me volvía a pasar algo parecido a mí, pondría un precio mucho más alto,
tanto que nadie pudiera pagarlo.
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Orange is the new black (libro)
Ficțiune adolescențiPiper Kerman, una joven atractiva y de clase acomodada, se embarca tras su graduación en una relación sentimental con una traficante de drogas para la que acabará trabajando como mula. Diez años después, y con su vida ya rehecha, es condenada a pasa...