Corrí hasta la orilla, donde había muelles flotantes y estaban amarradas unas cuantas lanchas motoras pequeñas. Intentaba mirarlo todo a la vez. En la orilla lejana se veían unas casas, casas preciosas, con césped que bajaba suavemente hasta el agua. El lago parecía muy largo y desaparecía de la vista tanto a la derecha como a la izquierda. Me agaché y metí las dos manos en el agua fría.
Miré mis manos blancas a través de la sombra parduzca del agua del lago, con las palmas hacia abajo, y me imaginé sumergida, conteniendo el aliento y con los ojos abiertos bajo el agua, pataleando todo lo fuerte que podía para nadar con rapidez. Casi noté el agua que se arremolinaba formando corrientes en torno a mi cuerpo, y el pelo que formaba un halo en torno a mi cabeza.Recorrí unos diez metros de la orilla del lago en una dirección y volví de nuevo, pensando que sería el primer verano de mi vida sin nadar. Siempre he sido muy amiga del agua y nunca me han asustado las olas. Ahora ansiaba arrancarme las ropas y arrojarme al agua. Pero eso no sería prudente ni justo con aquel hombre tan agradable que me había traído hasta allí. La luz del sol en el agua hizo que guiñara los ojos. Me quedé mirando largo rato, y nadie me dijo nada. Al final me volví y subí de nuevo por el terraplén de cemento.
Fui a ver a Gisela, que conducía el autobús y trabajaba para el señor King, y le pregunté si había alguna brocha más.
Ella me sonrió.
—Claro, déjame que te enseñe.
Y pasé el resto de la tarde pintando silenciosamente bajo los árboles, escuchando los barquitos en el lago y los sonidos de las aves acuáticas.Cuando era hora de irse, el señor Thomas nos devolvió a los talleres. Yo salí y me quedé de pie junto al lado del pasajero, con las manos en el marco de la ventanilla, y miré hacia el interior de la furgoneta.
—Ha sido muy amable por llevarme allá abajo. Muchas gracias, señor Thomas. Ha significado mucho para mí.
Él apartó la vista. Parecía violento.
—Sí, bueno, ya sabía que ese jefe tuyo no te llevaría. Gracias por ayudar.
Se alejó. Desde aquel momento, me obsesioné con volver al lago.
Al llegar al trabajo un día nos quedamos sorprendidas al ver que de la manera más degradante que se le ocurría. Otro día, a la hora de comer, yo me quejaba de él amargamente cuando Gisela me hizo callar.
—¿Por qué no vienes a trabajar en construcción? Yo me voy a casa en septiembre. El señor King necesita a alguien bueno. Es muy agradable, Piper.No se me había ocurrido que pudiera cambiar de trabajo. Un par de días más tarde me dirigí al señor King delante del taller. Me vencía la timidez, pero estaba desesperada. No estaba
acostumbrada a dirigirme a un OC para nada.—¿Señor King? Sé que Gisela se va pronto y me preguntaba si no podría yo venir a trabajar para usted en la construcción… —esperé, ilusionada. Yo sabía que era una presa deseable para cualquier trabajo de la prisión: tenía mi carnet de conducir de la cárcel, estaba dispuesta a trabajar, no «haraganeaba» (fingiendo que estaba enferma), era educada y sabía leer los manuales, sabía algo de matemáticas y demás. Y no era una bocazas.
El señor King me miró, mordiendo su cigarrillo, con los ojos como el pedernal, insondables.
—Claro —mi corazón dio un salto, y luego se estrelló—: Pero DeSimon tiene que firmar tu petición.Rellené el impreso de petición, una sola página cuyo título oficial era BP-S148.055 PETICIÓN DE PRESA A PERSONAL. A la mañana siguiente fui al despacho de DeSimon y se la entregué. Él no la cogió. Al cabo de un rato me cansé de tenerla en la mano y la dejé encima del escritorio.
Él la miró con disgusto.
—¿Qué es esto, Kermit?
—Es una petición para que me deje ir a trabajar a construcción, señor DeSimon.
Él ni siquiera la leyó.
—La respuesta es no, Kermit.
Le miré, con su cabeza rosa bulbosa y brillante, y sonreí tristemente. Desde luego, no me sorprendía. Salí de la oficina.
—¿Qué te ha dicho? —preguntó Amy. Se agolparon a mi alrededor mi joven colega Eminemlette Yvette y un par de mujeres más que trabajaban en el oscuro y asfixiante taller eléctrico.
—¿Vosotras qué creéis? —escupí.
Amy simplemente se rio, con una triste fatalidad impropia de sus años.
—Piper, ese hombre no te va a soltar nunca, así que será mejor que te acostumbres a él.
Yo estaba furiosa. Ahora que sabía que había una forma mejor de vivir dentro de los confines de la prisión, que había trabajos en los cuales las presas no eran objeto constante de insultos, estaba desesperada por cambiarme. Salir de electricidad y escapar de DeSimon llenaba todos mis pensamientos.El verano se hacía más caluroso, y el taller eléctrico llevaba meses trabajando en un nuevo circuito para los aparatos de aire acondicionado de la sala de visitas. Las únicas salas del campo que tenían aire acondicionado eran las oficinas del personal y la sala de visitas, pero la energía eléctrica instalada era insuficiente, y siempre saltaban. De modo que habíamos preparado y cableado el nuevo panel de circuitos, habíamos pasado los conductos en torno a la sala de visitas y conectado
las nuevas salidas. Ya casi habíamos terminado y lo único que quedaba era conectar el tablero de circuitos a la fuente de electricidad principal del edificio, una planta por debajo de la sala de calderas.
Había que llevar nuevos cables desde la fuente de alimentación de la sala de calderas al nuevo panel de la sala de visitas, tirando de ellos físicamente a través de las tripas del edificio. Cuando llegó el día memorable, todas reunimos las herramientas que nos había indicado DeSimon y estábamos en la sala de calderas, esperando las instrucciones. No teníamos ninguna chica fuerte en el taller eléctrico, de modo que habíamos solicitado refuerzos de fontanería, que tenía muchas.DeSimon estaba muy atareado con los cables. Eran cables industriales muy gruesos, totalmente distintos de aquellos con los que yo trabajaba cada día. Reunió unos cuantos, luego los unió con cinta aislante negra, enrollándola una y otra vez hasta que los juntó más de un palmo. Al final sujetó una
cuerda, el extremo de la cual se subió hasta la sala de visitas.Las mujeres de fontanería estaban allí esperando.
En la sala de calderas estábamos Amy, Yvette, Vasquez y yo. Miramos a DeSimon.
—Ahora ellas van a tirar, y vosotras a empujar. Lo vamos a meter hacia arriba. Pero nos falta una cosa. Necesitamos alguien que engrase.
Tal y como dijo aquellas palabras supe que debía de ser un trabajo desagradable. Y sabía a quién le tocaría hacerlo.
—Kermit. Tú serás la engrasadora. Coge esto —me tendió unos guantes de goma hasta el codo—.
Y ahora coge ese cubo de lubricante —señaló una cubeta de lubricante industrial que tenía junto a los
pies. Vi adónde quería ir a parar. Me empezaron a arder las mejillas—. Vas a necesitar mucho, Kermit.
Cogí el contenedor. DeSimon empujó los cables hacia mí. Estaban rígidos e inflexibles, y yo rígida por la humillación.
—Vamos a necesitar mucho para meterlo por ahí, Kermit. Úntalo bien.Me agaché y cogí dos puñados de aquella sustancia. Era como gelatina azul brillante. La apliqué a aquel enorme falo, antes inocuo, pero ahora asqueroso, de más de un palmo de largo.
DeSimon echó atrás la cabeza y gritó:
—¡Tirad!
La cuerda se tensó, pero no lo suficiente para mover los cables.
—¡Vamos, Kermit, cumple con tu deber!Yo estaba tan furiosa que apenas veía. Me concentré en convertir en hielo la sangre que tenía en las venas. Intenté flotar hasta el techo y distanciarme, pero la escena era tan desagradable que mi técnica habitual no funcionó. Cogí más gelatina azul y la extendí bien por todos los cables atados.
—Aaaah, ¡una polla de caballo…! Te gusta esa polla de caballo, ¿verdad, Kermit?
¿Polla de caballo? Dejé caer las manos a los costados, con sus enormes guantes pegajosos. Amy se miraba los zapatos e Yvette fingía que no entendía el inglés.
DeSimon chilló:
—¡Tirad!
Una vez más, en algún lugar por encima de nosotros, las presas tiraron de la cuerda. Los cables se deslizaron.

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Orange is the new black (libro)
Teen FictionPiper Kerman, una joven atractiva y de clase acomodada, se embarca tras su graduación en una relación sentimental con una traficante de drogas para la que acabará trabajando como mula. Diez años después, y con su vida ya rehecha, es condenada a pasa...