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—Pop te llama, Piper.
—¿No puede esperar? —aquello era muy raro.
—Dice que es importante.
Subí los escalones y me dirigí hacia la cocina.
—No, está arriba, en la sala de visitas —seguí a Amy por las puertas dobles.
—¡Sorpresa!
Me quedé asombrada. Habían colocado juntas unas cuantas mesas de cartas para
formar una larga mesa de banquete, y en torno a la mesa se había reunido un extraño grupo de presas, mis amigas Jae, Toni, Rosemarie, Amy, Pennsatucky, Doris, Camila, Yoga Janet, Little Janet, la señora Jones, Annette. Negras, blancas, hispanas, viejas y
jóvenes.

Y por supuesto, allí estaba Pop, sonriente y alegre.
—Te hemos sorprendido, ¿verdad?

—Estoy conmocionada, Pop, no solo sorprendida. ¡Gracias!

—No me des las gracias a mí. Rosemarie y Toni lo han planeado todo.
De modo que di las gracias a las gemelas italianas, aseguré que su estrategia de
sorpresa había dado resultado y les di las gracias con efusión. Había muchísimos
cuencos de tupperware llenos de cosas ricas. Rosemarie había trabajado «como una
negra» y habían preparado un auténtico banquete de la cárcel. Chilaquiles, enchiladas
de pollo, pastel de queso, budín de plátano…

Todo el mundo comía y charlaba, y me
entregaron una enorme tarjeta de cumpleaños dibujada a mano en un sobre marrón, que representaba al oso Winnie the Pooh guiñando un ojo lascivamente. Jae me
entregó también su propia tarjeta hecha a mano, con unos delfines que saltaban,
primos de mi tatuaje. Lo que decía en aquella tarjeta era similar a las notas que otras habían escrito en la tarjeta de grupo:

«Nunca pensé que encontraría aquí a una amiga como tú».

Cuando acabó la fiesta, Pop me llamó a su cubículo.
—Tengo algo para ti.
Me senté en su taburete y la miré ansiosamente. ¿Qué podía ser? Pop no me
habría regalado jamás algo del economato, ya que sabía que yo podía comprarme
cualquier cosa que deseara. ¿Sacaría algún dulce de las profundidades de su
gigantesca taquilla? ¿Spam, quizá?

Con gran ceremonia me entregó su regalo: un precioso par de pantuflas que había
encargado a una de las mamis hispanas que mejor hacían ganchillo. Estaban
confeccionadas de una manera muy ingeniosa, con dobles suelas a partir de unas chanclas de la ducha unidas entre sí y luego completamente cubiertas de hilo de
algodón blanco y rosa, formando unos diseños muy complicados. Las sujeté en mis
manos, tan conmovida que no podía ni hablar.

—¿Te gustan? —me preguntó Pop. Sonreía un poco nerviosa, como si temiera que yo no apreciara aquel regalo.
—¡Dios mío, Pop, son preciosas, no puedo creerlo! Ni siquiera me atrevo a
ponérmelas para andar, son tan bonitas que no quiero estropearlas. ¡Me encantan! —
la abracé con fuerza, y luego me probé mis nuevas pantuflas.

—Quería regalarte algo especial. Entiendes que no podía dártelas delante de las
demás, ¿no? Ah, te quedan de maravilla. Te quedarán estupendas con el pijama. ¡No
dejes que te pille ningún OC con ellas!
Aquella noche, no mucho después de que se hubieran apagado las luces, oí susurros y risitas disimuladas junto a mi cubículo. Amy era la líder del equipo de decoración, y su pareja de ayudantes se parecían sospechosamente a Doris y Pennsatucky.

Típico de ella, maldecía a sus cómplices todo el rato en voz baja.
—No pegues eso ahí. ¿Eres idiota o qué? ¡Ponlo allá!
Yo mantuve los ojos cerrados y respirando profundamente, fingiendo que dormía.
Debían de ser mis sueños los que me hacían sonreír.

A la mañana siguiente salí de mi cubículo y examiné su trabajo. Brillantes fotos
de modelos y botellas de licor decoraban mi cubículo, junto con «¡Feliz cumpleaños,
Piper!». Me habían pegado a la pared mi barrita de Dove, y más caramelos de los que
me podría comer jamás. Me puse muy contenta. Todo el día recibí felicitaciones de
cumpleaños.

—¡Treinta y cinco y aún viva! —me dijo mi jefe en construcción, riendo cuando
yo hice una mueca.
Por la tarde encontré una delicada cajita blanca de papel colocada en mi taquilla,
con diseños de encaje recortados a mano y una tarjeta de Little Janet.

Piper, en tu cumpleaños te deseo lo mejor de lo mejor: salud, fuerza, seguridad, paz mental. Eres una persona muy bella por dentro y por fuera, y en este día nadie te ha olvidado. Has sido muy buena amiga, una amiga que nunca esperé encontrar aquí dentro. Gracias, chica loca, por ser como eres. Sé fuerte, no te sientas nunca débil, porque pronto estarás en casa con la gente que te ama y te adora.

Espero que te guste la cajita que te he hecho La he hecho especialmente para ti, ya sé que no es gran cosa, pero quería que fuera algo que te hiciera sonreír y que fuese distinto. Te tendré en mi corazón ahora y siempre.

Feliz día de tu cumple, Piper, y que cumplas muchos más.

Orange is the new black (libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora