Capítulo 67

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Jason's POV

Hace mucho tiempo que alguien no me curada las heridas. Yo nunca lo hago, ¿para qué?.
Me había olvidado cuanto arde y duele.

-¿Queres dejar de quejarte?. -dice ya irritada Adrienna. Niego. -Quedate quieto. -aprieta más el algodón con alcohol en mi herida. Gruño y me aferro a los apoya brazos de la silla.

Ella sigue curándome. Trato de no quejarme, pero, ¡Por Dios! esto duele más que la paliza que me dio mi padre.

-Ya. -me paro. -Basta.

Adrienna me mira enojada. Me agarra de los hombros y me vuelve a sentar.

-Nunca dije que había terminado, así que ahora te vas a quedar ahí sentado y sin moverte hasta que yo diga, ¿ok?. -asiento. -Perfecto. -sonríe.

Me concentro en mirar a Adrienna. Y de repente no siento más dolor. Su hermoso pelo rubio oro está recogido en un rodete mal hecho, pequeños mechones caen por su cara; sus ojos celestes cielo están concentrados en el algodón y en mis heridas; sus labios están entre abiertos, su color rojo y lo gordito que son los hace más apetecibles, quiero volver a sentirlos sobre mis labios. Su perfecta y suave piel casi bronceada hace un perfecto contraste con sus ojos; y su nariz, es chiquita y perfecta. Todo lo de ella es perfecta. Adrienna es perfecta.

-¿Qué miras?. -me pregunta sacándome de mi trance.
-Lo perfecta que sos. -admito. Veo como sus mejillas toman un color rojizo. Sonrío.
-Falta poco. -avisa. Asiento. -¡No te muevas!.

La última herida fue la peor.
¿Cómo una pequeña cortadura en la ceja te puede doler tanto?.
Me quejaba del dolor y veía a Adrienna sonreír cada vez que lo hacía. Parecía divertida y sus ojos tenían un brillo inexplicable. Ella es una chica llena de misterios.

-¡La puta madre!. -grito. Adri ríe. -Mujer, a vos te encanta el dolor ajeno, ¿me equivoco?.
-No, no te equivocas. -dice con una sonrisa de lado y mirándome fijo a los ojos.

La. Puta. Madre.
Algún día esta mujer me va a matar.

Nos quedamos mirando a los ojos un largo rato.
Nos íbamos acercando, nuestros labios casi se rozaban. Cerré los ojos por instinto.

-No. -escucho y los abro. -Te dije que no te la iba a hacer fácil, Jason. -dice sonriendo. Suspiro. Mierda.

Después de eso ella sigue unos cinco minutos curándome. Me avisa que ya está y guarda todo en el botiquín de nuevo. Le agradezco y se va.

El mal humor que tengo ahora no me lo saca nadie.
No estoy enojada con ella. Es conmigo. Yo fui el idiota que la dejó ir. Nadie tiene el efecto que tiene Adrienna conmigo. Ella es incomparable.

Voy hacia mi oficina y veo a Massimo, Ennio y Reinaldo sentados en los sillones.
Los tres al verme se levantan y me saludan. Asiento en forma de saludo y me siento en mi silla.

-¿Qué quieren?. -pregunto.
-Llegó esto. -me entregan un sobre.

Lo abro y lo leo. Suspiro.
Genial, ahora vienen mi tío y mis primos.
Que divertido.

-Se pueden ir y decirle a mi hermano que suba a mi oficina. -ordeno. Asienten y se van sin decir más nada.

No tengo ningún problema en que venga mi familia a nuestra casa con James. Sólo que cuando vienen hubo un problema grande y eso es lo que menos me gusta porque nos atrasa absolutamente todo.
Somos nosotros dos con James los que estamos a cargo de todo lo que sea entregas, entrenar a nuestros hombres, estar al tanto a quién le damos la droga, a quién se la venden y ver que no falte nada. Estamos a cargo de cada maldito almacén que haya en las ciudades y/o estados que tenga nuestro nombre. De cada muerte, de pagar a nuestros hombres, de llevar la cuenta de cuánto ganamos cada semana, de llevar a nuestros hombres a vigilar o a matar. Estamos a cargo de absolutamente todo porque somos los herederos del padrino.
Imagínense ser encargados de todo eso y que tu familia venga a reportarte un problema. Una mierda, ¿verdad?.

Jason. ©   (1º libro) - Editando. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora