El comienzo

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El viento arremolina su pelo.

Bajo sus pies, la ciudad vive.

Cientos, por no decir miles o millones, de personas pasean, andan, corren, hablan, gritan, discuten, aman, rompen, ignoran, sufren...

Viven.

Y ella observa. Sentada, comiendo pipas en el alfeizar de una ventana, en lo más alto de un enorme edificio de una ciudad cuyo nombre poco importa. Lo importante es el suicida, el hombre de pie, a su lado, que intenta no hacerla caso.

Algo completamente normal, puesto que, para él, la edad que aparenta esa chica le supone demasiadas cosas; y que, además, a esa edad, tenga el descaro de sentarse en ese lugar a comer unos frutos secos, lanzando las cáscaras al vuelo, le pone nervioso. Al fin y al cabo, él intenta quitarse la vida, así, como está, vestido con traje y corbata, sin maletín; y ella, esa, arriesga la poca vida que ha vivido sin tener en cuenta los sentimientos del hombre.

- ¡Pe...perdona! –dice el hombre, haciéndose oír sobre el estruendo del viento – ¿Te importa? Me quiero tirar.

Ella, la chica de vaqueros, sudadera y chaqueta de cuero, le ignora, como un dios ignora una hormiga, salvo que el hombre no es un insecto y, bueno, ella casi es un dios, o diosa.

- ¡O...oye! –exclama el hombre, autoritario, harto de que siempre le ignoren.

Pero no es ella quién le contesta esta vez.

- ¿Me permite? –dice una voz tras él.

Cuando se gira, con cuidado para no caerse, todo hay que decirlo, el suicida se encuentra con otro hombre, mejor trajeado que él, que le observa.

- ¿Perdón? –alcanza a decir el suicida.

- Que si me permite pasar –repite el hombre de punta en blanco.

- Ss...sí, claro –murmura el otro, pegándose a la pared –¿Cómo no?

El recién llegado pega un elegante saltito y accede al lado del alfeizar donde está sentada la chica, ajena a todo.

- Princesa quiere verte –dice el hombre del traje caro, agachándose cuidadosamente.

La chica no parece reaccionar ante esa frase.

- Dice que es urgente. Quiere verte lo antes posible.

- El tiempo es relativo –responde.

El suicida, que además de suicida es cotilla, no sabe quien es esa tal "Princesa", pero suena importante, y le parece una falta total de consideración por parte de esa chica el despreciar las palabras de ese mensajero tan bien vestido. ¿No tenía él un traje igual? Ah, no. Ese era el bastardo por el que le dejó su esposa.

- Eres la única a la que le permite esta actitud –sonríe el mensajero.

- ¿Por qué será? –ríe la chica, observando una de las ventanas del edificio de enfrente.

Y cuando el suicida cotilla mira, descubre a una despampanante mujer ocultando su cuerpo tras una toalla.

Vaya, parece que acaba de terminar de ducharse. Vuelve a llegar tarde.

- Está bien. Voy ahora –responde por fin la chica al mensajero.

- Me alegra oírlo.

Bueno, por fin.

Ahora podrá tirarse en paz, ¿no?

Pero no. Ninguno de los dos parece moverse de su sitio, y va a decir algo al respecto cuando el hombre del traje caro pregunta:

- ¿Es cierto?

La chica de los frutos secos sonríe.

- ¿Vienen a pedirnos ayuda? –sigue el mensajero.

- Arriesgas mucho preguntando.

El mensajero sonríe a su vez, levantándose, volviendo por donde ha venido y, antes de entrar por una ventana abierta, hace una última pregunta:

- ¿Qué vas a hacer con él?

La chica se mete una pipa en la boca.

- Terminar lo que ha empezado. No es peligroso, y muy indeciso, al fin y al cabo, pese al tiempo que nos hemos pasado aquí, aún no ha saltado.

El suicida arquea las cejas, al tiempo que el hombre trajeado desaparece.

¿Se refieren a él? ¡Claro que se va a suicidar! Por eso está ahí, ¿no? Bueno, eso cree.

La chica cierra la bolsa, y la guarda en uno de los bolsillos de su chaqueta de cuero negro, da unas palmadas para limpirse del exceso de sal, dice "Ya está" y se deja caer.

- ¡No! –grita el suicida, sorprendido, acercándose al borde, intentando verla.

Pero no está, y los dedos que lo mantienen sujeto a una de las columnas del edificio resbalan, cayendo él también al vacío, junto con su último pensamiento:

"Joder, hasta esto me tiene que salir mal."

AlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora