56ª Pluma

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Silencio.

El más absoluto silencio.

Otro intento más.

Cierra los ojos, se concentra.

La mente en blanco, nada a su alrededor, sólo ella.

Ella y todas las almas mortales que viven y respiran en todo el mundo.

Entre ellas la de Regina.

Pero, ¿dónde está?

Conoce ese alma, la conoce a la perfección.

Va descartando una a una las que no le convienen, aquellas que carecen de oscuridad.

Regina, vamos.

Sigue buscando, centrándose rápidamente en una que se asemeja con la de la morena.

Una décima de segundo después, está en lo que parece ser un sótano abandonado en el que un vagabundo duerme sobre un lecho de cartones.

No es ella.

Y desaparece antes de que el mortal despierte y la vea allí.

Suspira, frustrada, limpiándose unas inoportunas lágrimas que ansían recorrer sus mejillas.

Dos toques en la puerta del dormitorio le impiden volver a su búsqueda.

- Pasa -indica, antes de que Ruby entre con una taza en la mano.

- ¿Qué tal vas? -pregunta esta.

Emma no responde. Vuelve a suspirar.

- Llevas dos días intentándolo sin éxito. Deberías descansar -le propone el Alas Negras.

- No puedo. No sabiendo que ella está ahí fuera, en algún lado, sufriendo. Lo siento en el corazón, Ruby. Es como si su dolor tuviera un eco en mí -responde Emma, agarrándose el pecho con una mano.

El Alas Negras la mira, compadeciéndose de ella.

- Pero el descanso te haría bien, te ayudaría a concentrarte.

Emma niega.

- No. No pienso parar hasta que la encuentre, hasta que la tenga de nuevo entre mis brazos.

Ruby mira la taza y sonríe.

- Está bien. Como quieras -le dice, antes de tenderle la taza-. Tómate esto, te ayudará a rebajar algo el cansancio.

Emma la mira, y le devuelve la sonrisa con una cansada y triste, antes de aceptar el recipiente.

- Te lo agradezco.

Ruby no contesta, se limita a salir de la habitación, dejándola a solas de nuevo.

Y la soledad se mezcla con la añoranza del cuerpo de Regina y la preocupación por saber si está bien.

Dios, Regina, sé fuerte.

Aguanta.

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