2ª Pluma

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El local está abarrotado.

De fondo, alguna canción de Marilyn Manson, o de algún cantante de ese estilo.

Siendo sinceros, a ella le importan una mierda el local, la música y todos los que, nada más verla, se apartan de su camino. Y no lo hacen por miedo, no, lo hacen por respeto.

Bueno, vale, también por miedo, porque esa "simple"chica puede hundirles hasta lo más profundo de ese mundo de desesperación, corrupción, traición y pecado en el que viven todos ellos.

- ¡Regina! –se atreve a llamarla un hombre, un simple soldado, cortándole el paso – Hola.

La chica apenas saluda, observando de lejos a un grupito de humanos que tienen toda la pinta de haberse metido allí sin saber qué tipo de local era. Menudo sentido del humor tiene el guarda de la puerta.

- ...y me pegó dos tiros ese cabrón. ¡La cara de sorpresa que puso al ver que no me desangraba! –le cuenta el soldado que le ha salido al paso.

- Ya, oye, tengo cosas más importantes que atender –interrumpe la chica.

Su mirada se posa entonces en otro grupo, de tres, igual o más llamativos que los humanos, y que, sentados en una mesa, parecen estar esperando algo, mientras aprovechan para tomarse un té.

Y una sonrisa de diversión vuelve a aparecer en la cara de la chica.

- Dicen que Princesa está aquí –sigue el soldado, intentando captar la atención de su general.

- Y tú me estás tocando los ovarios –le susurra, mirándole fijamente por primera vez desde que ha entrado en el local –. Deja de preguntar lo que no te incumbe y desaparece de mi vista. Ya.

El hombre desaparece, tras chocarse con el hombre-armario que sigue a Regina, callado, y que en ese instante se agacha e informa a la chica:

- Ya han llegado.

- Sí, les he visto –responde ella, volviendo a su sonrisa de siempre.

Tras saludar a uno de los suyos, apostado a un lado de la barra del local, se acerca a la mesa, sola.

- Vaya, vaya, vaya. Joven Regina –la ve venir el hombre de traje blanco sentado en la mesa, y con su taza de té entre las manos.

- Rumpletiskin –saluda la chica, dando un ligero toque a su sombrero –, hacía tiempo que no te veía, viejo arcángel.

- Por todo lo divino, niña. Siéntate y cuéntame que tal va todo. Hace tiempo que no quedamos para hablar.

- La última vez que lo hicimos fue años antes de la gran Armada Invencible, la Grande y Felicísima Armada –sonríe Regina, observando a las otras dos figuras sentadas junto.

Rumple, al ver la mirada de su interlocutora volar por sus acompañantes, sonríe y, tras dar un pequeño sorbo a su bebida, dice:

- Vaya, debo ser un desconsiderado. Regina, te presento a mis dos querubines. Zelena y Emma, nuevas Alas ganándose las pureza de sus plumas en este mundo tan desconcertante como es el mundo humano.

Regina amplia la sonrisa al ver los ojos curiosos de una de las chicas, mientras que la mirada de la otra muestra frialdad y asco.

- ¿Qué os parece este sitio? –pregunta, intentando parecer amable, mientras su mente planea todos y cada uno de los divertidos planes que podría llevar a cabo con esas preciosidades de futuras Alas Blancas.

- Es curioso –responde Zelena, la de la mirada curiosa –. Jamás pensé que vuestros lugares de reunión fueran tan...

- ¿Tan...? –pregunta Regina, ligeramente divertida.

Pero un soldado los interrumpe, susurrándole a la chica de traje negro que Princesa está lista y que, antes de reunirse con nadie, desea hablar con ella.

La chica asiente.

- Espero sepáis perdonarme, pero asuntos urgentes me esperan –se disculpa, con una ligera reverencia al abandonar la mesa.

Y se aleja, siendo observada por el trío de la mesa.

- Bueno, acabáis de conocer a vuestro primer general de Alas Negras, ¿qué opináis? –les pregunta Rumple.

- La tentación en persona –sonríe Zelena.

- Una tentación que me desagrada. Espero que podamos salir de aquí cuanto antes –responde Emma.

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