66ª Pluma

643 67 13
                                    

Cierra los ojos, sintiendo el aire acariciar su cara, enredarse con su pelo, llevarse con él todos esas malas sensaciones vividas en tan poco tiempo.

Por fin todo ha terminado, por fin puede respirar tranquila.

Suspira.

Y un cuerpo se pega a su espalda, abrazando su cintura.

- ¿Suspiráis, princesa? -le susurra Regina al oído.

Emma sonríe, recostando su cabeza en el hombro de su amante.

- Te has perdido la reunión con Princesa y Señor -le indica el Alas Blancas.

- No se iba a decir nada que no supiera ya -responde Regina, besándola en el hombro.

- ¿Lo sabías todo? -le pregunta, frunciendo el ceño.

Regina suspira.

- Tuve una pequeña charla con mi madre después de llevarte a mi refugio y dejarte durmiendo. Sé que supieron del complot que Rumple estaba organizando para arrebatarle el trono a mi madre y que, para tenerlo controlado, Señor pidió a Snow que se uniera a Rumple. La verdad es que no pudieron escoger a otro mejor, Rumple picó rápidamente; al fin y al cabo, Snow odia a Princesa, fue ella quien la desterró de los reinos del Señor. También sé que fue Snow quien contactó con el único Alas Negras lo bastante loco como para querer ni tan siquiera pensar en sentarse en el trono de Princesa.

- Maléfica -susurra Emma, acariciando los brazos de Regina.

- Exacto -asiente esta, siguiendo con su relato-. La primera vez que nos vimos, la noche en The Hell, ¿te acuerdas?

Emma ríe.

- Sí. Dios, como te odiaba.

- En aquél entonces, no era santo de tu devoción.

- Te tenía miedo y odiaba lo que representabas. Eras el pecado en persona.

- ¿Era?

- Eras. He descubierto que las apariencias engañan.

Regina ríe ante el comentario de su amante.

- Pero, me ibas diciendo -le recuerda Emma.

- Decía que, esa misma noche, justo después de que nos presentaran, tuve una reunión con Princesa. Me contó todo lo que sabían del complot, que iban a cortarle las alas a uno de los Generales, mostrando su poder frente al resto de Alas Negras, obligándolos a ponerse de su parte o perderían sus alas. Princesa no podía permitir que consiguieran su propósito y me dió una pequeña misión. Debía conseguir que el General sin alas se mantuviese con vida hasta que encontraran la forma de devolverle las alas. La verdad es que al principio pensé que debía hacer de niñera; luego, cuando me ocurrió, supe que lo que Princesa quiso decir es que no debía suicidarme a la mínima oportunidad. Cosa que consideré muchísimo en su momento.

- ¿Pensaste suicidarte? -pregunta Emma, preocupada.

¿Qué hubiese pasado si Regina se hubiese suicidado?

Todo hubiese tenido otro final, otro argumento.

- Hay una cosa que los Alas Negras odiamos más que a los Alas Blancas, y es el olor de la mortalidad.

- Y como Princesa te había ordenado no matarte, decidiste emborracharte.

El General sonríe, recordando el momento en que Emma la descubrió en el callejón.

- No me porté muy bien, ¿eh? -le susurra al oído a su amante, dándole un poco más de fuerza a ese abrazo.

- La verdad es que estuve a punto de matarte un par de veces. Me sacabas de mis casillas -ríe Emma.

AlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora