52ª Pluma

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Sonríe.

No puede dejar de sonreír.

Está feliz.

Todo se ha arreglado con Emma, todo se está arreglando poco a poco. Por fin ve la luz al final del túnel.

Cierra los ojos y aspira el aroma que el Alas Blancas ha dejado impregnado en las sábanas, ese suave y dulce aroma que la tiene hipnotizada.

Se levanta de la cama de un salto y, con su sonrisa a cuestas, sale de la habitación y se dirige al baño, y su sonrisa se amplía aún más si cabe al ver sus cabellos y ,¡vaya!, el primer chupetón que Emma le ha dejado marcado.

Je, le hace ilusión y todo al tenerlo y, durante unos minutos, no para de acariciárselo con cariño.

Pero el hambre llama y, tras un último vistazo y ponerse algo de ropa encima, redirige sus pasos hacia la nevera, obviamente en la cocina, que abre e investiga en busca de algo comestible.

Mira, le apetecen unos cereales, por lo que saca la leche, la abre, se da la vuelta y...

¡Pam!

Siente el suelo contra su mejilla, el sabor de la sangre en su boca y un intenso dolor en la nariz.

¡Ah! Joder. Se la han roto.

¿Qué coño...?

- Vaya, vaya, Regina -oye que le dice una voz que reconoce al instante-. Parece que has derramado la leche.

Con cuidado, se incorpora ligeramente y siente en la palma de la mano la leche que se escapa de la botella.

- Un placer volver a verte, Mal -dice, tras escupir una mezcla de sangre y saliva, más de lo primero que de lo segundo.

Un golpe en el abdomen la vuelve a tumbar, dejándola boca arriba, encogida por el golpe, gimiendo por el dolor.

Y Zelena, sonriente, prepotente, le coge la cara, apretando más de lo normal, obligándola a mirarla.

Regina sólo puede reírse.

- ¡Vaya! Parece que me olvido de alguien. ¿Tanto te marqué que has oscurecido tus alas por mí?

La sonrisa de Zelena desaparece, soltando bruscamente la cabeza de Regina y agradeciendo sus palabras con otras susurradas, que provocan el nacimiento del dolor en estado puro que recorre la columna vertebral del ex Alas Negras hasta llegar a lo más profundo de su cerebro, obligando a Regina a retorcerse, a sujetarse la cabeza con ambas manos y golpearse con desesperación al tiempo que un grito desgarrador surge de su garganta.

Y, Maléfica , lo único que puede hacer, es reírse.

Le encanta.

Lleva tanto tiempo esperando este momento.

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