30ª Pluma

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Tac.

Observa el segundero del reloj, avanzando, lentamente.

Tic.

Tac.

Cinco minutos.

Tic.

Tac.

Sólo cinco minutos más y volverá a verla, a tenerla entre sus brazos.

La añora.

La añora tanto.

Tic.

Tac.

¿Siempre ha ido tan despacio el tiempo?

Emma comienza a desesperarse y, en un vano intento de escapar de la lentitud del reloj, se acerca a la ventana, mirando en dirección a la tienda.

Cinco minutos más y Regina terminará su turno, saldrá por la puerta y volverá a ese apartamento donde se la espera ansiosa.

Y se la espera tan ansiósamente que, harta de la espera, decide salir a buscarla para darle una sorpresa a la morena. Por eso coge su chaqueta corriendo, dirigiéndose rápidamente a la puerta delante de la cual se para y observa su mano agarrar el pomo, y sonríe.

Santo cielo.

Jamás hubiese pensado que terminaría de esa forma, tan deseosa de sentir unos brazos a su alrededor, unos labios carnosos y dulces sobre los suyos; tan feliz por saberse dueña de alguien, de sentirse propiedad de ese otro alguien; tan satisfecha con la vida; tan... enamorada.

Y su sonrisa se amplía, abriendo la puerta y bajando las escaleras a toda prisa para correr hacia esa tienda. Esa tienda en cuyo interior Regina observa a su compañera de trabajo, nerviosa.

Lo ha evitado durante todo el turno; pero el momento ha llegado. Y coge aire, haciendo acopio de fuerza y valor para mantener esa conversación que tanto miedo le da.

No le apetece quedarse sin trabajo por cagarla con la hija de la dueña.

- Ruby -llama a la chica que, al oírla, abandona la revista que está ojeando y la mira.

- ¿Sí, Lana?

- ¿Podemos hablar?

Ruby cierra la revista, con el ceño fruncido.

- Sí, claro. ¿Ocurre algo?

- Es por lo del viernes por la noche.

- ¿El viernes?

- Desaparecí, de repente. Te dije que volvería enseguida pero desaparecí.

La expresión de extrañeza en la cara de Ruby se torna comprensión, añadiendo una sonrisa divertida al conjunto.

- Ah, ya. Vale. Tranquila, te vi con esa chica.

Las cejas de Regina desaparecen tras su flequillo a causa del asombro.

- ¿Me viste?

- Sí. Parecía que os conocíais de antes. ¿Es tu chica? Podías habérmelo dicho, no te hubiese comido por ello, ¿sabes?

- ¿Mi chica?

Las campanitas, colocadas en el techo estratégicamente, suenan al abrirse la puerta.

- Hablando de la reina de Roma -sonríe Ruby, mirando hacia la recién llegada.

Regina se gira y una enorme sonrisa aparece en su cara.

- Hola -la saluda Emma, cayendo irremediablemente en la profundidad de esos oscuros ojos negros que la observan sorprendidos.

- Hola -susurra Regina.

Ruby las observa a ambas desde detrás del mostrador.

- Así que tú eres la novia de Lana, ¿no? -rompe el silencio, dirigiéndose al Alas Blancas.

Emma mira a Ruby, y sonríe.

- Sí, es mi novia -responde Regina, acercándose al Alas Blancas, posando una mano en su mejilla.

- Jennifer -se presenta Emma, alargando el brazo por encima del mostrador, dándose la mano con Ruby.

- Hacéis buena pareja -contesta esta , anda, vete ya. Me encargo yo de cerrar.

Y el ex Alas Negras, sin esperar ni un segundo, sale disparada hacia el mostrador, abraza agradecida a Ruby, que ríe al verse momentáneamente en el aire, coge su propia chaqueta y corre hacia la salida, atrapando la mano de Emma por el camino para arrastrarla fuera del local.

- ¡Qué prisas! -ríe la rubia, parándose frente al portal, observando a Regina peleándose con las llaves para entrar.

- Vamos, ábrete -murmura el ex Alas Negras, consiguiendo meter la llave correcta en la cerradura.

Por fin entran, pero no dan muchos pasos antes de que Emma tire de Regina hacia ella, atrayéndola frente a ella, besándola.

- Mmm, dios, cuanto te he echado de menos -susurra el Alas Blancas.

- No más que yo -sonríe la morena, con su frente pegada a la de la otra chica, feliz.

Y se sonríen, segundos antes de volver a besarse, completamente ajenas al entramado y oscuro plan que se cierne sobre ellas.

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