22ª Pluma

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Regina mira el llavero, antes de volver a mirar a Emma.

- ¿Y esto?

- Se llaman llaves, sirven para abrir cerraduras -le responde el Alas Blancas, con una sonrisa divertida, mientras deja tres libros más sobre la mesa.

El ex Alas Negras la mira con cara de asesinato, pero divertida por esa broma gastada por la normalmente distante y seria rubia.

- En serio.

- Es para que puedas moverte con mayor libertad, para que no te tenga que controlar tanto. Además, con el brazalete, puedo saber donde estás en cada momento.

Regina le sonríe, agradecida.

- Además, las vas a necesitar para ir y venir en busca de un trabajo.

- Dios, no me hables de trabajo. Llevo dos semanas y nada.

Emma le revuelve el pelo.

- Anda, si quieres puedes bajar a por pan a la tienda de la esquina y probar tus nuevas llaves -le dice, tendiéndole un billete.

Regina la mira, con los ojos brillantes y, cogiendo el dinero y su abrigo, saliendo del apartamento a toda prisa.

Y, pese al sentimiento de soledad que la invade al principio y el saber que Emma no está junto a ella, la libertad la embriaga y debe calmarse antes de salir, por fin, a la calle y dirigirse a la tienda.

Es la primera vez que entra en una a comprar comida, y se siente nerviosa.

Saluda a la dependienta y entra, mirándolo todo, pasando por cada pasillo observando cada lata, cada caja, botella y envase, parándose frente a unas cajas en las que aparece dibujado un diablo sonriente.

Repentinamente seria, coge una caja y la observa más detenidamente.

Un diablo, rojo y con cuernos. Así ve la sociedad a los seguidores de Princesa, Señora de las Tinieblas. Seres amorfos, con cuernos y cola; aunque en esta representación esté sonriente.

- Yo prefiero los Croco Choco -dice una voz a su lado.

Regina se gira y descubre a un chico, de alrededor de once años, que la observa.

- ¿Perdona? -le pregunta.

- Los Croco Choco, son mejores que los Choco Diablos -le responde el niño, señalándole una caja en la que un cocodrilo sonríe mientras se mete una cuchara con bolas de chocolate y cereal.

- No sé si tengo dinero suficiente -le sonríe a su nuevo amigo, enseñándole el billete y dejando la caja de cereales en su sitio. El dinero no es que haya sido muy importante antes-. Tengo que comprar una barra de pan.

El chico mira el billete, sonríe y le pregunta:

- ¿Tienes leche en casa?

- Sí, de eso si que tengo.

- Vale. Soy Henry -le dice el niño, tendiéndole la mano.

Y Regina se la estrecha.

- Yo soy... Lana -responde el ex Alas Negras, antes de ser arrastrada frente al mostrador por Henry.

La chica tras el mostrador observa al niño y a Regina, con una sonrisa divertida en la cara.

- Henry, trata con más respeto a nuestros clientes -le dice, en un intento de ponerse seria.

El chico, que se ha sentado sobre el mostrador, coge una barra de pan de una cesta cercana y la pone junto a la caja de cereales, frente a la chica.

- Lana, esta es Ruby, mi hermana -presenta el chico.

Y Regina sonríe, alzando una ceja al ver a la tal Ruby mirarla de arriba a abajo.

- Encantada de conocerte -le saluda la chica de veintipocos años.

- El placer es todo mío -sonríe Regina.

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