26ª Pluma

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Las observa bailar, escondida entre la multitud, y tiene que luchar consigo misma para no ir e interrumpir ese baile que la tortura pero no puede dejar de vigilar.

Y, lo que no sabe, es que Regina le ha visto, le ha reconocido y, a su vez, observa sus reacciones, preguntándose a sí misma el motivo por el cual no le gusta ver ese gesto de dolor en la cara de Emma.

- Vuelvo ahora -le susurra a Ruby, que asiente y sigue bailando.

Desde su puesto de vigilancia, el Alas Blancas ve desaparecer a Regina entre la marea de gente, y como Ruby se pone a bailar con la persona que tiene al lado.

- ¿Me vigilas? -le susurra la voz del ex Alas Negras al oído, sobresaltándola.

Y Regina sonríe, divertida, y espera su respuesta con gesto interrogante.

- ¿Eh? Yo... no... -incapaz de pensar en nada.

- Mentir es pecado, Alas Blancas.

Emma se siente paralizada por la imagen de esa Regina que se le presenta delante, en semipenumbra, segura, que dista tanto de la chica indefensa y descubridora del mundo a su alrededor, tan parecida a ese General Alas Negras que era antes. Y la mira sin responder, vigilando esos labios a apenas unos centímetros de ella.

Y algo en ella cambia.

- ¿Y qué pasa si te vigilo? -pregunta a su vez, segura, entrando en el juego.

Regina amplía su sonrisa.

- Sólo que me preguntaría el por qué de dicha vigilancia.

- ¿Y si no me apetece decírtelo? -sigue Emma, acercándose a Regina, juguetona.

Y el ex Alas Negras frunce el ceño, poniéndose seria, tensándose repentinamente.

Algo falla. ¿Por qué se comporta así el Alas Blancas?

Por eso, para a la querubín con la mano.

- Espera, ¿qué te pasa?

- ¿Qué me pasa de qué? -pregunta la rubia, incapaz de alejar su mirada de esos labios, más cercanos que antes.

- ¿Qué te pasa? No te comportas como siempre, no estás distante ni me lanzas esas miradas de od...

- Por dios, cállate -sentencia Emma, antes de abalanzarse a esos labios que la idiotizaron desde la primera vez que la besaron.

Y ese beso sorprende a Regina quien, sin embargo, atrapa las caderas del Alas Blancas, acercándola a ella, balanceándose juntas mientras sus lenguas se reconocen mutuamente, jugando, excitándose.

- Dios, me vuelves loca -se oye decir Regina, antes de volver a esos labios que la echaban de menos.

Y el mundo desaparece a su alrededor.

No existe ni discoteca, ni gente. Ni Ruby, quién las observa a unos metros de distancia, bebiendo tranquilamente de su copa, al tiempo que sonríe.

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