9ª Pluma

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Buscar un alma humana en particular es como buscar una gota de lluvia en un mar infinito. Y, pese a ello, ahí está, agotada de ir de un lugar del mundo a otro en busca de ese ser que, siendo sinceras, no desea encontrar.

Sin embargo, las ordenes son claras. Encontrar a Regina, llevarla al refugio y avisar al Alas Negras llamado Charming de que está bien.

Vuelve a cerrar los ojos, concentrándose en lo que le rodea, en las almas a su alrededor, descartándolas una a una hasta que encuentra otra más que se asemeja a la que podría estar buscando. Y, como tantas otras veces en los últimos meses de búsqueda, en apenas unos segundos aparece en el lugar en que debería estar Regina, u otro alma descarriada con una tasa de oscuridad demasiado alta para un humano normal. Pero, de nuevo, nada.

De hecho, en ese callejón no parece haber nadie; y está a punto de marcharse cuando una puerta lateral se abre.

- ¡Lárgate de aquí! ¡Borracha de mierda! –grita un hombre, lanzando a alguien fuera de lo que parece la parte trasera de un pub.

La figura choca duramente contra el suelo y, en un intento de levantarse, se desestabiliza, cayendo contra un montón de cajas vacías y basura acumulada junto a un contenedor demasiado lleno.

Emma, de lejos, espera a que la puerta se cierre de nuevo para acercarse, para ver si, por una vez, ha tenido suerte.

Y, cuando está lo suficientemente cerca, suspira.

Por fin.

Regina tarda en percatarse de su presencia, concentrada en sacar una petaca rebelde de uno de sus bolsillos.

- Coniiio, sallll –se queja, con la lengua patinándole a causa del alcohol.

Y la consigue sacar, y abrir, y es cuando está bebiendo un trago de ella, cuando ve a Emma, a la que se queda mirando.

- Hola, Regina.

El ceño de la antes Alas Negras se frunce.

- No conozzzzco a ninguna...ninguna Regina –responde, guardando la petaca –. Déjame en pazzzzz.

- No puedo. Debo llevarte a un lugar seguro. Muchos te buscan, y pocos para ayudarte.

Regina se la queda mirando, una idea le viene a la cabeza, pero no consigue aclararse.

- Tú... -comienza.

Emma mira a la salida del callejón, impacientándose.

- Tú –sigue Regina –...¡tú! Eres la compannniera de esa chica que quise fiolar....fliorar...floriarm....foliar...no, espera, como es....¡follarme! Eso, ¡tú eres la compannniera de ese Alassss Blancasss que quisssse follarme!

Emma la mira, con asco y desprecio. Y la tentación de irse y dejarla ahí tirada es demasiado grande.

Aunque no puede, no si no quiere ver sus plumas oscurecer. Por lo que se agacha, coge a Regina de las solapas de su abrigo y, con la fuerza que sus Alas le brindan, la levanta del suelo como si levanta un saco vacío.

- Para que te enteres, no me caes bien. Por mí podrías pudrirte en el rincón más pestilente del mundo; o emborracharte hasta caer en coma; pero me han ordenado ayudarte, y siempre cumplo mis ordenes, sean cuales sean.

Y, en cuestión de décimas de segundos, aparecen en el pequeño apartamento que va a servirles de refugio.

Y, en cuestión de segundos, Regina vomita el contenido de su estómago sobre Emma, antes de caer redonda.

- Lo que faltaba –suspira Emma.

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