10ª Pluma

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Un rayo de sol inoportuno.

Un ojo que se abre.

Y la resaca despierta.

- Oh, joder –murmura la chica de la cama, tapándose la cara con las manos hasta terminar agarrándose la cabeza en un vano intento de controlar esos martillazos que alguien da en su cabeza.

Y todo por culpa de la fragilidad humana.

Tan débiles, tan decadentes...y ese maldito olor.

- Se llama resaca –dice alguien.

Se aparta las manos de la cara e intenta incorporarse, poco a poco, hasta ver a una chica sentada encima de una mesa, con un vaso de agua y una aspirina a un lado.

- Lo sé, lo inventamos nosotros –le responde, maldiciéndose a sí misma por hablar tan alto.

¿Desde cuando su voz suena tan fuerte? No sabía que se había tragado un amplificador.

- Cierto. Y nosotros ayudamos a que se creara la aspirina.

- Para que luego nosotros le diéramos el peor sabor que encontramos.

La chica sobre la mesa sonríe, abre el sobre de la aspirina y lo vierte en el vaso de agua, acercándose a la única cama de ese refugio y tendiéndoselo a Regina.

- ¿Quién coño eres? –pregunta esta, sin coger el vaso.

La sonrisa se borra de la cara de la joven Alas Blancas.

- Tendría que haberlo supuesto. No te acuerdas en absoluto de mí, ¿verdad?

- ¿Debería? –sigue Regina, levantándose de la cama, quedándose a escasos centímetros de Zelena.

- Deberías vestirte –responde esta, obligándola a coger el vaso antes de dar media vuelta y salir de ese miniapartamento. Y Regina mira el vaso y después se mira a sí misma.

Vaya, ¿se puede saber qué hace desnuda?

AlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora