12ª Pluma

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Cargada de bolsas, sube los catorce pisos andando, sin ni siquiera imaginar que debería estar cansada por el esfuerzo.

Pero bueno, es normal. Al fin y al cabo, es un Alas Blancas.

Aunque, pese a todo, aún resuena en su cuerpo, en su mente, el glacial frío que la ha atravesado en esa pequeña reunión con la mismísima Princesa.

Sacude la cabeza, intentando alejar de ella el recuerdo de esa reunión con el ser que simboliza todo aquello que desea eliminar de ese mundo.

Y suspira, llegando frente a la puerta del refugio, en el que entra, encontrándose con la oscuridad de una estancia con las persianas a medio bajar.

Deja las bolsas en la entrada barra cocina de ese miniapartamento, y está sacando todo lo comprado de las bolsas cuando cree escuchar un ruido proveniente del salón barra dormitorio.

Es entonces cuando se percata de la ausencia de Zelena, y un mal presentimiento se apodera de ella.

Mierda, sabía que no debía dejar sola a Zelena cuidando de Regina. Pero lo ha hecho, siendo consciente de que su compañera, aún dolida por el rechazo, podría hacer lo que siempre hace cuando se cabrea, huir, dejando al antes Alas Negras a sus anchas para escaparse de la poca protección obtenida. O incluso peor.

"Cualquiera en su lugar se habría matado", oye en su mente, recordando las palabras de Charming.

Otra vez oye ese ruido. Un gemido casi ahogado.

Santo cielo, no puede ser.

Corre a la otra estancia, dispuesta a ayudar a Regina con todo el poder que tenga a mano.

Por favor que no haya...

Y se para, quedando perpleja ante la imagen que se le presenta, ante esos dos cuerpos que se exploran, desnudos, sobre la cama.

Y la rabia se apodera de Emma.

- ¡Zelena! –ruge.

- Oh, joder –exclama uno de los dos cuerpos, saltando de la cama, yendo rápidamente a ponerse algo de ropa.

- ¡Tú! ¡Y yo! ¡Fuera! ¡Ahora! –ordena Emma, con la vista fija en la descerebrada de su compañera que ha decidido cagarla estrepitosamente.

La puerta se cierra tras las Alas Blancas, dejando a Regina, en la cama, con una sonrisa de oreja a oreja.

Hasta que le suenan las tripas.

- Parece que tengo hambre –susurra, medio riendo.

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