35ª Pluma

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Fuera, nieva.

Y el frío contraste con el calor interior empaña las ventanas mientras ellas permanecen en la cama.

Juntas.

Piel contra piel, sonriéndose.

Una gota de sudor resbala por el pecho de Emma, recogida rápidamente por los suaves labios de Regina, lo que provoca la risa cantarina del Alas Blancas.

Y esta última sigue subiendo y bajando, sentada en el regazo del ex Alas Negras, quién tiene una mano en la cintura del querubín y otra en su interior.

El ritmo se intensifica justo en la culminación de ese placer que invade cada fibra, cada terminación nerviosa de Emma.

Y el Alas Blancas se arquea, echando la cabeza hacia atrás, ayudando a la liberación de ese orgasmo retenido hasta el último instante, y que hace sonreír a Regina, orgullosa propietaria de esa belleza sentada sobre ella.

Emma gime.

- Mmmh... Dios. Ha sido... no tengo palabras -dice.

Regina amplía su sonrisa y aprovecha la postura de la rubia para besarle el cuello, dándole un pequeño mordisco juguetón.

- Ha sido precioso -susurra la morena-, y me quedo corta.

Emma ríe y baja la mirada, encontrándose con la del ex General. Con un suspiro, apoya su frente en la de Regina, uniendo momentáneamente sus labios, gimiendo al sentir como los dedos de su chica salen de ella, para ir a apoyarse en su cadera.

- Es demasiado bueno para ser perfecto. Seguro que, de alguna forma u otra, esto es pecado -sonríe Emma, acariciando la nuca de Regina-. Se me estarán oscureciendo las alas.

- Seguro que las tienes incluso más puras que la primera vez que nos vimos -añade la morena.

- No se yo -duda falsamente Emma, con una medio sonrisa en los labios.

Y, con apenas esfuerzo, extiende sus alas de blanco plumaje, más pequeñas que las que tenía Regina, aunque completamente normal, pues eran las de un querubín.

- ¿Qué tal? -pregunta el Alas Blancas.

- Tenía yo razón -responde el ex Alas Negras, con un nudo en la garganta-. Un poco más y serían las alas de un arcángel.

Emma sonríe, y besa dulcemente a Regina, tumbándola en la cama, abrazándose a ella.

- Me hubiese gustado ver tus alas -comenta Emma-. Debían ser enormes y completamente negras.

- Como la oscuridad de la noche. Tan oscuras que ni tan siquiera brillaban a la luz del sol. Unas alas negras puras.

Una lágrima consigue escapar, recorriendo parte de la mejilla de Regina, antes de ser limpiada por un dedo de Emma.

- Te prometí que haría todo lo que esté en mi mano para devolverte las alas, y pienso cumplir esa promesa.

- No quiero que la cumplas -susurra Regina, abrazándose a Emma, reposando su cabeza en el abdomen del Alas Blancas.

Esta no responde, sólo espera a que el ex Alas Negras termine de hablar.

- Quiero... quiero que me prometas que nunca me dejarás sola, que siempre estarás a mi lado. Hasta el día de mi muerte.

Una punzada de dolor cruza el pecho de Emma.

¿Hasta el día de su muerte?

- Regina...

- No, Emma, por favor -corta Regina-. No quiero que sigas buscando como recuperar mis alas, no quiero volver a tenerlas. Sólo quiero estar a tu lado.

El Alas Blancas asiente.

- Está bien -dice-. Pararé de buscar la forma.

Y se siente mal.

Porque, aunque le haya dicho la verdad, aunque ella deje de buscar, sabe que no es la única que investiga. Como también sabe que la van a tener informada en todo momento.

Regina no puede morir. Porque, si muere, ella misma se cortará sus propias alas.

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