4ª Pluma

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Dos cuerpos bailan en el centro de la pista, dos cuerpos amparados por la semipenumbra del lugar, iluminados únicamente por unos pocos focos blancos, rojos y ultravioletas.

Sus cuerpos, muy pegados, apenas dejan espacio para que corra el aire; tal y como Regina quiere que sea.

La otra chica, la dueña del otro cuerpo, disfruta doblemente. Primero, por la satisfacción física que prevé como final de la velada; y, segundo, por saberse centro de todas las miradas del local, envidiosas o curiosas, que les dedican ante la aparente indiferencia del general quien, pese a todo, vigila la puerta que da a la conocida "sala del trono", la sala de Princesa.

Y es que, atenta, está a la espera de que los Alas Blancas salgan de la reunión, de que Zelena salga.

Nota como la soldado gime cuando sus manos se cuelan bajo su ropa. Al fin y al cabo, aunque tenga otra presa en mente, puede divertirse, ¿no?

La chica, cuyo nombre poco le importa, esconde su cara en el cuello de Regina, impasible pese a esos besos que intentan calentarla. Pero es un general Alas Negras cuyo pecado favorito, su punto fuerte, es la lujuria, por lo que sabe controlarse.

- Vámonos de aquí –le susurra la soldado.

Regina no contesta, sólo sonríe.

Y no sonríe por la chica que se le presenta delante, demasiado fácil y asequible; sonríe por esa nueva Alas Blancas aun en prácticas que tan apetecible le parece, y que acaba de aparecer por fin.

Deja repentinamente de moverse al son de ese cuerpo caliente, demasiado, que se queja, se separa y la mira.

- Fin del baile –le dice Regina, sin mirarla, alejándose de ella, cruzando la pista de baile sin rozar ningún cuerpo, cruzando ese mar de cuerpos que se abre ante ella, por temor y respeto.

Nunca te interpongas en el camino de un General Alas Negras.

Rumple la ve llegar, y cambia su semblante serio por una sonrisa, como la de un padre a su hija.

-Joven Regina, ¿vienes a despedirte?

- Vengo a acompañaros hasta la puerta. Ponéis nerviosos a muchos y temo por vuestra seguridad.

Un bufido por parte de Emma la obliga a observarla momentáneamente. Sin embargo, su mirada pasa rápidamente a Zelena, que la observa, nerviosa, descubriéndose aún más ante la cazadora Regina.

Alma cándida, no sabe a lo que se expone.

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