No tiene ánimos.
Ni siquiera tiene la fuerza suficiente para llorar.
La ha perdido, lo sabe, y no va a volver a verla nunca más.
A su lado, Snow, seria, pulsa el correspondiente botón para que el acristalado ascensor les lleve hasta lo más alto de ese edificio.
Y Emma observa, sin ver, el paisaje al otro lado del cristal, concentrada en sus pensamientos, pensando en Regina.
¿Dónde estará?
¿Con quién?
Y, ¿cómo estará?
- Hemos llegado -oye decir al Arcángel.
Las puertas del ascensor se abren, mostrando un largo pasillo en cuyo final permanece cerrada una puerta.
En silencio Emma avanza tras Snow. Y cuando se paran frente a la puerta, el Arcángel se gira, le levanta la barbilla, mirándola directamente a los ojos.
Emma tarda unos segundos en devolverle la mirada, avergonzada como está; pero lo hace, y sus ojos se empañan de lágrimas que provocan una tierna sonrisa en los labios de su madre.
- Mi niña -susurra, abrazándola-. Lo siento, pero debía hacerse. Ahora, entremos.
Y, tras recibir un beso en la frente, y frotándose los ojos en un vano intento de limpiarse las lágrimas que han conseguido escapar, Emma se separa de Snow al tiempo que la puerta se abre.
Unos rayos de luz dibujan figuras en la moqueta del despacho, rayos que entran por la ventana tras Él.
- Mi Señor -se inclina el Arcángel.
Emma no puede, está paralizada.
Es la primera vez que está frente a su Señor, una extraña sensación de tranquilidad y felicidad la embargan y, sin embargo, el dolor por la perdida de Regina sigue ahí.
Él sonríe y, con un ligero movimiento de su palo de golf, mete sin dificultad la bola en la taza tirada en el suelo.
- Snow, un placer volver a verte -saluda, dejando a un lado su palo-. Hola, Emma.
El querubín por fin reacciona y se inclina.
- Mi Señor, es un inmenso honor presentarse ante Usted.
- Dejaos de tanta reverencia y explicadme el motivo de esta reunión -sigue sonriendo, al tiempo que se sienta en el único sillón del despacho.
Único hasta que otros dos aparecen tras sus sirvientes, que apenas tardan en sentarse.
- Mi Señor, lo único que ocurre es que he visto conveniente que el Alas Blancas Emma cese su misión de protección para con la humana Regina-explica Snow-. Ha dejado de ser objetiva, ha entablado una relación personal con el ex General Alas Negras.
Emma baja la mirada, clavándola en sus pies. Es cierto, ha dejado de ser objetiva para con Regina, pero es la única que ha conseguido, en cierta manera, que Regina colabore.
Espera unos segundos cuando sólo oye silencio, antes de volver a mirar a su alrededor, descubriendo la mirada de su Señor clavada en ella.
- Dime Emma, ¿son ciertas las palabras de tu madre? -pregunta este.
No responde.
No sabe qué responder.
- ¿Te estás acostando con Regina? -sigue preguntando Señor.
Emma asiente.
Señor sonríe.
- No ha sido por el sexo, ¿verdad?
La rubia niega y Señor amplía su sonrisa.
- No, ha sido por algo más, lo veo. Al igual que veo tu dolor por la separación. La amas, ¿me equivoco?
Una lágrima escapa y recorre la mejilla de Emma, que vuelve a bajar la mirada.
- No, no os equivocáis, mi Señor.
- Sin embargo, tu madre tiene razón, has perdido objetividad. Todo este asunto se ha vuelto demasiado personal para ti, Emma, y las leyes establecidas indican que debes separarte de la humana y ex General Alas Negras llamada Regina. No volverás a verla nunc...
Pero Señor calla.
Una mariposa negra ha aparecido y, con cuidado, se posa en la mano de Señor.
- Vaya -susurra este.
- ¿Ocurre algo, mi Señor? -pregunta Snow.
Señor ríe.
- Ocurre que no podemos separar a nuestra querida Emma de Regina.
Una enorme sonrisa se instala en la expresión del Alas Blancas.
- Pero... Princesa no tiene ningún derecho sobre Emma, no es un Alas Negras -se queja Snow.
- Tampoco un Alas Blancas, es un querubín -explica Señor-. Princesa sigue teniendo poder sobre ella.
- ¿Y qué interés tiene Princesa para con Emma? -pregunta el Arcángel.
- Princesa no -responde Señor.
Los pensamientos se conectan dentro de la cabeza de Emma.
¿Princesa?
¿Es ella quien ha hecho posible ese milagro que pensaba imposible?
Pero, ¿cómo?
Y entonces lo ve claro.
Dios, no...
- Regina -susurra.
Y Señor asiente.
- Regina ha vendido su alma.
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Alas
FanfictionEsta es la historia de una guerra eterna, de una joven soldado, de una antigua general y de unos sentimientos demasiado nuevos para ambas. Swan Queen/AU