31ª Pluma

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Suspira, aburrida de buscar el más mínimo detalle de cómo recuperar las alas de Regina en esos antiguos y desgastados tomos.

Cansada, levanta la mirada de la mesa y busca a Regina, durmiendo en la cama, abrazada a esa almohada sobre la que, momentos antes, ella misma descansaba. Y sonríe al verla cambiar ligeramente de postura, sin romper su abrazo con la almohada, y provocando que la sábana caiga unos centímetros, dejando su espalda al descubierto.

Un escalofrío recorre al Alas Blancas cuando recuerda el tacto de esa espalda bajo su mano, y siente la ausencia de esa piel en la yema de sus dedos.

Cerrando el libro con cuidado, abandona la búsqueda y la mesa, dirigiendo sus pasos hacia esa cama que se le antoja cómoda y confortable tras pasarse tantas horas sentada en esa silla.

Y se tumba junto al cálido cuerpo de Regina, con cuidado de no despertarla, acoplándose a ese cuerpo que no se cansa de investigar y con el que encaja tan bien.

Un sonido gutural sale de la garganta de la morena al sentir el abrazo de Emma y, con una dormida sonrisa en la cara, se gira para abrazarse a su vez a La querubín.

- Hola -susurra esta última.

Regina lucha consigo misma para poder abrir los ojos.

- ¿Qué hora es?-pregunta.

- Las cuatro de la mañana. Duérmete, mañana trabajas y estarás cansada.

El ex Alas Negras no responde, sólo suspira, aumentando ligeramente la presión del abrazo.

- No busques más -murmura-, jamás recuperaré mis alas.

El Alas Blancas se aleja unos centímetros de Regina y la besa, limpiándole una lágrima con el pulgar.

- Lo siento, pero no puedo. Sé que hay una forma, Regina, y pienso encontrarla; aunque me cueste mis propias alas.

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