21ª Pluma

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Emma, sentada en el sillón, con un libro abierto sobre sus piernas, observa de reojo al ex Alas Negras. Esta, ignorante de esa atención recibida, recorre las páginas de un periódico, concentrada, haciéndole poco caso al plato de comida que tiene al lado.

- ¿Se puede saber qué haces? -pregunta el Alas Blancas, ya muerta de curiosidad, cerrando su libro de golpe.

Y se acerca a Regina, poniéndose a su espalda y apoyándose en uno de sus hombros.

- Busco trabajo -responde Regina, pasando otra página del periódico.

- Y, ¿para qué quieres tú trabajo?

- Porque ambas sabemos que no voy a recuperar mis alas y debería empezar a crearme una vida normal.

Emma frunce el ceño y se gira para mirar a la morena, quien resulta que también la observa, y cuyos ojos van inevitablemente a esos labios que se le presentan a apenas unos centímetros, recordándole ese tacto y ese sabor ya probados dos veces.

Repentinamente nerviosa, se separa de Regina, quien ha vuelto al periódico, siguiendo con su búsqueda, sentándose nuevamente en el sillón, poniendo su cara entre sus manos.

¿Qué le pasa? ¿Qué le está pasando? ¿Por qué no cesa de pensar en Regina? ¿Por qué se pone nerviosa ante un simple contacto, aunque sea visual?

No sabe las respuestas, pero cree saber el motivo. Es por estar tanto tiempo con ella en el mismo apartamento, en la misma habitación.

Debe alejarse de ella.

- Por cierto -interrumpe Regina sus pensamientos -. Quería pedirte perdón.

- ¿Perdón? -se sorprende Emma, levantando su mirada.

- Sí, por lo del otro día, ya sabes...el beso. No debí besarte de nuevo sin tu consentimiento.

Emma frunce el ceño.

- Vale, ¿quién eres tú y qué has hecho con la engreída de Regina?

El ex Alas Negras sonríe.

- Sí, supongo que me lo merezco. ¿Vamos a dar una vuelta?

- No sé yo, ¿te va a dar otro ataque de ansiedad?

La morena se levanta y le lanza el periódico.

- Probemos.

La querubín la observa con una sonrisa al verla ponerse el abrigo e, impaciente, llamarla desde la puerta.

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