32ª Pluma

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Maléfica mira el reloj y suspira, cabreada.

Es entonces, media hora después de la hora de encuentro, cuando una limusina blanca hace su aparición por la esquina de esa vacía avenida, parándose frente al General Alas Negras

- ¡Por fin! -se queja, entrando en ella.

- Mi querida Mal, bienvenida -le saluda el hombre sentado al otro lado de la limusina, al tiempo que remueve su té.

- Llegas tarde. ¿No se supone que los Alas Blancas sois puntuales?

El Arcángel sonríe.

- Un tópico de muchos. ¿Habéis averiguado donde está?

Maléfica sonríe, al tiempo que eleva una de sus dos cejas, sabiéndose conocedor de una información única y muy cara.

- Sí, la he encontrado. Está vigilada, pero podemos llegar a ella.

- ¿Cómo?

El General saca un sobre y se lo lanza a su acompañante, quien lo coge al vuelo.

- Divide y vencerás -ríe.

El Arcángel saca, del interior del sobre, una serie de fotos, que observa con detenimiento, descubriendo, no sin cierta sorpresa como dos chicas, Regina y Emma, pasean por la calle, se sonríen... se besan.

- ¿De cuando son?

- De hace unos días.

- Quién las tomó.

El General Alas Negras sonríe.

- Un mago nunca revela sus trucos. La cuestión es que las tengo, ¿no?

Pasando las fotos, el Arcángel deja entrever una ligera sonrisa.

- La cuestión es lo que podemos hacer con ellas.

- ¿Con las fotos? ¿O con las chicas?

- Con ambas -ríe el Arcángel, bebiendo un sorbo de su té.

Ambos callan, pensando cada uno en sus propios planes, en su propio beneficio. Y Maléfica borra de su cara la sonrisa, y dos fuegos de odio y rencor comienzan a arder en sus ojos.

No sabe qué puede hacerse con las fotos, ni tan siquiera se propone hacer algo con el Alas Blancas llamado Emma ; pero sabe perfectamente lo que quiere hacerle a Regina.

- Deseo hundirla en lo más profundo de la miseria, haciéndola desear estar en los reinos de Princesa, obligándola a lloriquear por una pizca de compasión. Y cuando ya no aguante más, cuando sepa que no existe la esperanza, ponerle un contrato delante, un contrato para con su negra, podrida y corrupta alma, que arrastra todas aquellas que, durante siglos, milenios, ha recolectado para su mami, sumándolas a las mías.

El Arcángel calla, observando aún las fotos, dejando a su compañero continuar con su monólogo.

- Poder, esas almas conllevan poder e influencias, suficientes para montar un ejercito. Y, con él, daré mi pequeño golpe de estado, robándole la corona a la mismísima Princesa, demasiado ocupada buscando la manera en que su hija recupere las alas, demasiado confiada y segura de sí misma y de la seguridad que le rodea, sin saber que varios de los que le rodean planeamos su caída. Eso, ¡eso!, es lo que planeo hacer con la ayuda de esas fotos.

La limusina se para, en silencio.

- Soy la que desterró a Princesa a sus dominios, Maléfica . Soy la que más se ha enfrentado a ella, la que más sabe de sus artimañas. Hago todo esto para destruir de una vez por todas a ese ser inmundo que osa compararse con el Señor y, si para ello, debo buscarle una sustituta, lo haré.

- Y por ello nos llevamos tan bien, Snow. Princesa será destruida, como así lo deseas, y yo ocuparé su cargo, como así será, y este nuevo orden beneficiará a ambos bandos. Y ahora, si me permites, debo atender ciertos... asuntos. Dile a Rumple que tenga cuidado con sus querubines, y dale las gracias por conseguir el Hechizo Prohibido.

- De tu parte -le responde Snow, observando cómo se baja del vehículo, sonriente.

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