11ª Pluma

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Emma mira a un lado y a otro de la calle, antes de centrar su mirada en esa puerta blindada tras la cual se oculta un mundo que odia.

Y suspira, reuniendo las fuerzas necesarias para sobrevivir ahí dentro, por lo que, con paso seguro, se adentra en el local conocido como "The Hell", haciéndose hueco entre Alas Negras y humanos de almas corrompidas que abarrotan el lugar.

Observa el lugar, en busca de Charming, su enlace con los Alas Negras.

- ¿Buscas a alguien? –oye a uno a su lado.

Apenas le presta atención. Quiere encontrar a Charming, darle el mensaje y largarse de allí.

- Te puedo ayudar, ¿sabes? Conozco a todo el mundo, y todos me conocen a mí –le susurra el Alas Negras, acercándose más de lo necesario a ella, posando sus manos en la cadera del Alas Blancas.

Emma se gira, repentinamente, sacudida por un inmenso asco que la atraviesa el estómago. Sin embargo, su asco se torna miedo al encontrarse cara a cara con Maléfica, una de las más conocidas y peligrosas de los siete Generales Alas Negras.

- Entonces, ¿buscas a alguien? ¿O has tenido la mala idea venir completamente sola? O mejor, ambas cosas a la vez –sonríe el Alas Negras.

El Alas Blancas intenta retroceder, chocando contra una de las barras del local.

- Yo... ah... lo... lo siento, pe... pero estoy con... estoy con Charming -consigue decir, y reza porque la deje en paz.

- Charming, ya.

Esa sonrisa, esa mirada la paraliza.

Un sudor frío comienza a bajarle por la espalda al ver como Maléfica vuelve a acercarse a ella, lentamente.

Maldita sea, ¿dónde demonios se ha metido?

- Emma, ¿verdad? –pregunta alguien junto a ellos.

Ambos, Alas Blancas y Negras miran al recién llegado, otro Alas Negras alto y de sonrisa cálida, que le tiende la mano a Emma.

- Soy... –comienza.

- Charming, la chica y yo estamos en plena conversación –le corta Mal, seria, cabreada–. Piérdete.

- Mi señora Maléfica, siento decíroslo, pero la chica es invitada de Princesa.

Sus miradas se encuentran, sosteniéndoselas durante unos segundos, antes de que el general asienta.

- Esta bien –dice, volviendo a observar a Emma –. Has tenido suerte, de momento. Nos volveremos a ver.

Y desaparece entre la multitud que abarrota la semipenumbra del local, dejando a una pálida Alas Blancas que, dicho sea de paso, se está mareando.

- Salgamos de aquí –le dice Charming, apoyando delicadamente su mano en la espalda de Emma, quien agradece la idea y se apresura a salir y coger aire.

Fuera, se agacha, intentando recobrarse.

- ¿Mejor? –le pregunta el Alas Negras, quién se dirige a un coche negro estacionado al otro lado de la calle.

- Sí, gracias.

- Bien, sube.

Emma corre al coche, al que entra, sentándose en el asiento del copiloto y cerrando la puerta tras de si. Y Charming arranca, saliendo de esa calle, alejándose de ese lugar.

- ¿Y bien? ¿La habéis encontrado? –le pregunta, sin apartar la mirada de la carretera.

- Sí –responde, notando de pronto un frío que le atenaza la garganta.

- ¿Y cómo está?

- Borracha –contesta, con la sensación de que algo va mal.

- ¿Sólo? Cualquiera en su lugar se habría matado.

- Pero ella no es cualquiera –se oye una voz en la parte trasera del automóvil –, y no debe ni siquiera intentarlo, ¿verdad, joven Alas Blancas?

Un miedo atroz la invade por completo cuando, a través del espejo retrovisor ve la mirada glacial de Princesa.

- Ve... verdad.

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