1ª Pluma

879 74 2
                                    

En otra ciudad, en otro barrio, en la peor de las calles. Entre vagabundos, drogadictos, violadores, la escoria de la sociedad, la chica camina, seria, con la mirada en el suelo. Concentrada, aunque con una mueca de seguridad en su rostro que obliga a más de uno a girarse y mirarla

Y uno de ellos desecha su botella de vino, alejándola de él al ver como el pantalón vaquero, las deportivas, la chaqueta de cuero y las cadenas se convierten, en apenas unos segundos, en un carísimo traje de pantalón y gabardina, dándole un aspecto femenino. Adecuado para una fiesta en la más altas cumbres de la sociedad. Y sin olvidar el sombrero a juego, claro.

Nada apropiado para esa zona.

Es por eso por lo que un grupo se fija en ella cortándole el paso.

- Hola, muñeca –saluda el supuesto líder, mirándola lascivamente de arriba abajo.

- Muñeca...jijijiji –se ríe otro.

La chica levanta la mirada, arqueando una ceja.

¿Tiene tiempo para jugar?

- ¿No dices nada, guapa? –sigue el portavoz oficial del grupito de cuatro.

- Guapa... jijijiji –se ríe el mismo imbécil de antes.

Un tercero se masajea la entrepierna, imaginándose el final de todo.

Apenas se acerca a la realidad.

- Eres tímida, ¿es eso? Bueno, no importa, porque nos vas a hacer un favor a mis amigos y a mí, ¿verdad?

- Un favor... jijijijiji –vuelve a reírse el idiota.

El cuarto, serio, con gesto cabreado, la mira atento, observando su gesto, atento a cualquier arranque de valentía que pueda fastidiarles los planes.

Pero ella no es como las otras. No hay miedo en sus ojos, no hay furia. Lo que lee en sus ojos es diversión, confirmado por esa sonrisa en sus labios que le hiela el alma.

Inconscientemente, invadido por la extraña sensación de que algo va mal, muy mal, da un paso hacia atrás, chocándose con un hombre que hace un segundo no estaba ahí.

- ¿Te están molestando? –pregunta el recién llegado.

La sonrisa de la chica desaparece. Le han cortado el rollo, el juego ni siquiera va a empezar.

- No, no me molestan. Al contrario, me estaba divirtiendo –responde ella, viendo como los chicos desaparecen de su vista con un gesto del recién llegado.

- No hay tiempo para divertimentos, Regina, Princesa espera a sus generales.

La chica suspira, quitándose una mota de polvo invisible del hombro, al tiempo que pone rumbo a un quejumbroso edificio, a una puerta blindada sobre la que alguien había escrito con letras rojas "The Hell".

AlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora