Capítulo 5

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Viendo mi reflejo en el espejo por quinta vez decido que es hora de bajar. Estoy lista para ir al colegio, algo diferente en cuanto a la vestimenta pero preparada gracias a los consejos de Samuel.

La persona en el espejo me pide a gritos que le explique qué rayos está pasando, mi cabello rubio se encuentra suelto, es liso pero nunca lo he llevado así para ir a clases, lo peiné de forma que algunos rizos se formaran en las puntas, luego está el short de jean oscuro, es extremadamente corto y ajustado. Lo único bueno de este atuendo es la blusa blanca sin mangas que por ser holgada y larga cae ligera sobre mis caderas y me hace sentir menos descubierta, mi toque personal son mis Vans blancas, el cable a tierra que me recuerda que sigo siendo yo, también meto en el bolso una chaqueta en caso de que haga mucho frío, para no morir de hipotermia por ser una descarada exhibicionista.

Tampoco tengo mis queridas gafas de montura cuadrada, ahora usaré los lentes de contacto.

Repaso mi atuendo una y otra vez tratando de gritarle a mi cerebro que sigo siendo la misma, a pesar de tener puesta ropa que Chelsea estaría encantada de usar, cada vez que pienso en eso la chica intelectual que vive dentro de mí grita suplicando que le devuelvan su identidad, que la dejen ser como era antes, y la chica tímida solo quiere salir corriendo al armario más cercano, para esconderse allí hasta que el mundo deje de existir como lo conocemos.

—Cariño, vas a llegar tarde —grita mi madre desde las escaleras.

Vuelvo a verme en el espejo una última vez antes de tomar mi mochila, ponerla sobre mi hombro y comenzar a bajar las escaleras.

Cuando llego frente a mi madre y veo su cara de asombro quiero correr de nuevo a mi cuarto y encerrarme. Está paralizada, no emite palabra alguna, hasta que finalmente esboza una media sonrisa que me hace recuperar el ritmo normal de mi respiración, el que ya tenía contenido mientras me veía en el espejo.

—¿Eso en tus ojos es delineador? —parpadea un par de veces antes de aceptarlo.

—Sí mamá —suspiro y pongo los ojos en blanco.

—También aplicaste rímel en tus pestañas, brillo en los labios y sombra ligera en los ojos, por fin usaste el set de maquillaje que te regalé para tu cumpleaños 17, no sabes lo feliz que estoy, cariño —corre a abrazarme —no sabes lo emocionada que estoy por esto, ¿parece que Samuel es una influencia provechosa no? —me guiña el ojo —¿hace cuánto que salen?, ¿ya necesitas la charla?

Por un momento me siento perdida en el espacio con sus palabras, pero cuando me ubico le devuelvo una mirada de desaprobación.

—¡Solo somos amigos! Así que no necesito tal charla, todavía no planeo... ya sabes ...con nadie.

—Vamos, hija, no tienes de qué avergonzarte, es algo normal, solo quiero saber cuando estés preparada porque quiero poderte dar lo necesario para que te cuides, ya sabes, no quiero ser abuela tan pronto y...

¿Ella habla de condones?, me arden tanto las mejillas que estoy segura de que debo parecer un ají andante. Sin ánimos de seguir con esa conversación camino hacia la entrada, al bajar los escalones me encuentro a mi guapo vecino lavando el coche de mi padre, él se queda mirándome asombrado.

—Hey, ¿cómo estás?, tu padre me pidió el favor de que le lavara el coche, le dije que también lavaría el de mi padre así que... bueno aquí estoy.

—Ya veo —siguiendo el consejo número uno de Samuel me muestro indiferente, a pesar de que mis ojos se niegan a apartar la vista de aquel "guerrero irlandés",como Hailey lo llama.

—Oye, no sé si sabes, pero dicen que el viernes habrá una gran fiesta en casa de un chico que estudia en tu instituto, lo sé porque un amigo mío estudia allí y me lo comentó, no sé... —se acerca hacia mí, veo sus ojos esta vez de un tono más verde y en lugar de su sonrisa arrogante hay nerviosismo en su mirada —¿te gustaría ir conmigo?

¿Mad o Madison?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora