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PRÓLOGO


Estaba en medio de un frondoso bosque sin saber exactamente cómo había llegado aquí. Los árboles lucían interminables, como si pudieran tocar el cielo con sus ramas, y cubrían casi la totalidad del cielo. El pasto era de un verde tan brillante y natural, era un sitio puro, tan hermoso que podías darte cuenta con facilidad que el hombre nunca había rondado por aquí. La vista era increíble, podría quedarme aquí por horas, solo mirando.

Un pequeño zorro pasó apresurado entre los árboles, esquivándolos con una velocidad y elegancia envidiables. El animal giró su cabeza hacia mí, invitándome a seguirlo.

Lo dudé por un momento, pero terminé haciéndolo.

Me costaba seguirle el paso, el lugar era enorme y no había mucha más luz que la de la luna, así que terminé perdiéndolo de vista.

¿Dónde se había metido?

Observé de un lado a otro, sin poder encontrarlo.

Todo se veía igual, ni siquiera sabía por dónde había venido.

¿Cómo terminé en un bosque si no vivo cerca de uno?

Un gruñido se oyó, rompiendo la paz que predominaba en el lugar hasta ese momento. Más que asustarme, el sonido me causó curiosidad. Me acerqué hacia donde creí que lo oí, mirando a mi alrededor con cautela. El gruñido se intensificó cuando estaba próxima a un arbusto, mi mirada se dirigió allí, intentando distinguir algo en la oscuridad.

—¿Hola? —murmuré con mis ojos fijos en ese lugar en específico, esperando que algo ocurriera—. ¿Hola?

Mi respiración se cortó cuando un par de ojos se hicieron presente entre las sombras. Eran celestes brillantes y, sorprendentemente, me resultaban familiares, como si ya los hubiera visto alguna vez. Estos me observaban fijamente, sin perder detalle de mis movimientos. Me estaba analizando. Hice lo mismo, tratando de averiguar a quién le pertenecían semejantes ojazos.

Comenzó a hacer frío, o al menos ahora lo notaba, y me estremecí por completo ya que solo llevaba puesta una camiseta negra ancha y nada en los pies.

¿Estaba soñando o era sonámbula y recién lo descubría?

Un nuevo sonido animal me sacó de mis pensamientos. Si esto era realmente un sueño no tenía de qué preocuparme. No podía salir herida ¿verdad?

Con la determinación renovada, me acerqué al arbusto corriendo algunas ramas del medio. Mi mano se encontró con algo húmedo y un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Era un hocico. Acababa de tocar un hocico.

Respira, Amber, respira.

Di un paso atrás mientras lo que el dueño de ese hocico y esos hermosos ojos dio un paso hacia adelante. Hicimos esto un par de veces más hasta que de las sombras emergió un lobo. Era majestuoso y aterradoramente grande.

Me observaba curioso mientras yo lo analizaba disimuladamente. Si no me equivocaba, era una hembra.

Casi sin pensarlo, me incliné para acariciarla. Debería tener miedo, lo sabía, debería querer correr o algo por el estilo, pero no. Aquí estaba, acariciando a un lobo en un bosque desconocido.

Al parecer le había gustado, porque volvió a acercar su cabeza cuando alejé la mano.

Nos mantuvimos unos minutos así, conociéndonos. De repente, sus ojos se fijaron más allá de mi figura, a mis espaldas. Otro lobo se acercaba despacio, este era aún más grande y lucía mucho más fuerte. Por su contextura física este era el macho, él nos observaba a las dos fascinado.

Extrañamente era como si yo tuviera línea directa con sus sentimientos y supiera todo lo que sentían.

Me encantaba la conexión que percibía entre ambos, era hermoso verlos juntos. Ellos se iban acercando lentamente, dejándome en un segundo plano. Esta tierna imagen desarrollándose frente a mí hacía que mi corazón palpitara con fuerza y me sentía... feliz.

Todo era precioso hasta que un relámpago iluminó el bosque. Luego de eso todo quedó oscuro y sólo un lloriqueo lastimero se oyó.

—La luna es la clave —una voz retumbó en mi cabeza.

—¿Qué? —murmuré confundida.

—Solo espera —la voz volvió a hablar.

—¿Esperar a qué? —cuestioné sin entender.

—Pronto nos conoceremos —ahora fue una voz femenina la que escuché.

La luna volvió a iluminar la noche y ahora podía ver a mi alrededor otra vez; el lobo había desaparecido y mi pecho dolió al darme cuenta, sentía un vacío en mi interior. El dolor era tan fuerte que caí de rodillas, la loba a mi lado se retorció, haciéndose un ovillo en el suelo, se sentía igual o peor que yo, eso era obvio.

Nuestros corazones latían como si... como si fuéramos una, la respiración comenzó a fallarnos. ¿A dónde se había ido el lobo? ¿Por qué se había marchado? ¿Iba a volver?

Tenía que hacerlo ¿verdad?









Tenía que hacerlo ¿verdad?

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《Ambett》[AE#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora