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NARRA GRACE:

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NARRA GRACE:

—Mi niño se ha convertido en todo un hombre —escuché chillar a mi tía en la sala, a la vez que bajaba los peldaños con cuidado. 

Raymond estaba allí, junto a mi madre y la suya, manteniendo una acalorada conversación. 

—¡No puedo creer que de verdad vayas a viajar casi al otro lado del país y a vivir tu solo! —intervino mamá. La escuchaba tan sorprendida y emocionada —. ¡Estoy tan orgullosa de mi sobrino!

¿Había escuchado bien? ¿Raymond se iba? Pero... ¿cómo? 

En eso, un dolor agudo azotó en mi cabeza, rápidamente me llevé la mano a mi frente, masajeando la zona. No sé porqué, pero tuve como un...déjà vu; como si la noticia de que Ray se iría ya la hubiera escuchado antes. 

—¡Miren quién se dignó a bajar! —me vio mi madre bajando las escaleras —. ¿Dormiste bien, mi niña? ¿Quieres que te prepare el desayuno? 

—¿Raymond se irá? —solté, aturdida. 

Mi madre y mi tía intercambiaron miradas. Sabían que la noticia me afectaría. Ray me observó, y me regaló una sonrisa confortadora. 

—¿Es verdad? —insistí, como si todo mi mundo se fuera a acabar, y así lo sentía. Apreciaba mucho a mi primo, no quería que se fuera lejos de mí.

—Grace —intervino mamá —, tu primo Ray accedió asistir a la Universidad de Seattle, ¿no es maravilloso? 

—Lo es —susurré, con expresión seria. Quería sentir alegría, o alguna otra emoción que les permitieran saber a mis familiares de que estaba igual de orgullosa de mi primo, pero no podía. No podía, y sobre todo dejar de pensar en el que no vería a Ray en no sé cuánto tiempo más. 

Mi primo se puso de pie del sofá y me abrazó fuertemente. 

—¿No estás feliz por mí? —preguntó, sacándome de mis cavilaciones. 

—Cla... Claro que lo estoy —respondí, con mi nariz siendo aplastada por su pecho.

—Inmediatamente que acaben las vacaciones de verano me iré —se separó un poco de mí.

—¿Por cuánto tiempo? —lo cuestioné abruptamente.

Ray curvó sus comisuras hacia arriba dulcemente, como si aquella reacción mía, así como la pregunta, y lo que fuera a decirle por la noticia lo hubiese esperado. 

Hasta que concluya mi carrera universitaria —sus palabras se me hicieron vagamente familiares, como si aún no hubiera salido del déjà vu.

—Eso... es mucho tiempo —dije, a punto de echarme a llorar de la impotencia.

Ray dejó escapar una suave risa, haciéndome enojar ligeramente porque me dio la impresión de que no se tomaba en serio lo que le decía. 

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