NARRADOR OMNISCIENTE:
—Perdón, acabé confesando todo a Christopher —soltó Thea, tintineando la taza de café entre sus manos con sus largas uñas postizas.
—Está bien, no tienes que disculparte —replicó Ray, aún sin haber bebido ni una sola gota de su café.
Ambos se encontraban en The Garden, sentados en una mesa del rincón, todo para tener más privacidad.
—Algo en mí siempre me dijo que eso no iba a funcionar —los ojos del chico viajaron a su café negro.
—Christopher se escuchaba muy mal aquella vez que me llamó. Me hizo pensar en muchas cosas —le interrumpió Becher, con un tono de voz apacible —. La verdad... es que ya no estaba segura de lo que estábamos haciendo, Raymond.
—Entiendo, Thea —respondió el pelirrojo —. Pero ahora esos dos, están juntos de nuevo.
Exacto, Raymond se había encargado de poner al tanto a Thea, y de explicarle que ya no deseaba separar a Grace y a Christopher. Ahora él, por mucho que le costara admitirlo, confiaba un poco en el novio de su prima. Confiaba en que él la cuidaría no importara qué.
Pero quedaba saber si Becher pensaba lo mismo.
—No me interpondré, si eso es lo que te preocupa —admitió Thea, soltando una risa carente de humor —. No tengo intención alguna de volver a ser la mala del cuento —dejó escapar un largo suspiro —. Puedes estar seguro de ello —le sonrió débilmente.
—Yo no... —Ray soltó una risa —. Bueno, supongo que sí quería escuchar algo así.
Thea rió, mirándolo incrédula, y golpeó el hombro del pelirrojo sin hacerle mucho daño.
—¡Eres un idiota! —soltó una carcajada.
Ray negó con la cabeza, tratando de reprimir su risa al igual que Becher.
—Pero es una lástima —habló la chica —, ¿en serio te irás hasta Seattle?
El joven asintió, tomando un sorbo de su caliente café.
—Es parte del trato —confirmó.
—Lo sé, pero... Eso está muy lejos —murmuró, sumida en sus pensamientos.
—No me digas, ¿acaso me vas a extrañar? —Ray curvó sus comisuras hacia arriba, elevando una ceja, coqueto.
—¡Claro que no! —se apresuró a sacarlo de su error —. A decir verdad, me alegro de que te vayas muy lejos —dijo, alargando la palabra "muy" —. Así ya no podré ver tu molesta cara ni por accidente.
—¡Oye! —se quejó Ray, haciéndose el ofendido.
Becher rió fuertemente, haciendo algo en el pecho del pelirrojo tambalearse.
ESTÁS LEYENDO
S U M E R G I D A
Dla nastolatków¿Creen conocer todos los misterios de nuestro mundo? Permítanme decirles, con su debido respeto, lo rotundamente equivocados que están. Adéntrense en este relato, únicamente aquellos que de su ignorancia deseen salir. Descubran cómo dos especies, n...