.。.:*☆ 38 - Parte 2 ☆*:.。.

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NARRA OWEN:

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NARRA OWEN:

—¡AUXILIO! —solté en un grito desgarrador. 

Sollozos ruidosos salían de lo más profundo de mi garganta. 

No puedo morir aquí, no puedo.

«¿Es un tiburón blanco? ¿Me arrancará la pierna?» pensaba con desespero. 

Una imagen de mí se me vino a la mente, en donde un tiburón me mordía la pierna, zarandeándola hasta lograr arrancármela del cuerpo, haciendo que de inmediato la azulada agua de mar se tornase de un rojo carmesí.     

Vi algo debajo de mí, a través del agua, sin necesidad de sumergir mi cabeza. Fue una mancha grisácea enorme.

No sé desde qué punto mi respiración se tornó agitada y dificultosa. 

Demonios. En cualquier momento el tiburón podría morderme. 

—¡JESS! —volví a gritar lo más alto que mis cuerdas vocales me lo permitieron —. ¡POR FAVOR, AYUDA! ¡WELLS!

En eso, sentí puntos filosos posarse, mas no enterrarse, en una de mi piernas, ascendiendo hasta mi cintura. 

¿Qué rayos estaba pasando? 

Fue ahí cuando sentí un tacto suave en mi cadera. 

De repente, algo salió a la superficie, justo enfrente de mí, haciendo que me retorciera violentamente en mi lugar, queriendo escapar de aquella criatura. 

No era nada más ni nada menos que Mako. 

El imbécil sonreía de oreja a oreja, con aquellos dientes suyos, muy puntiagudos e intimidantes. Su cabello estaba completamente empapado, y me sostenía con ambas manos de la cadera.

Un sollozo, salió de mi boca y de inmediato a Mako se le borró aquella sonrisa.

—¡OWEN! —gritó alguien en el yate, justo a mi lado. Era Wells.

Quise gritar su nombre, pero no pude emitir ruido alguno. 

El alto, sin que pudiera predecirlo, me tomó de abajo de uno de los brazos, levantándome, así sacándome del agua, para luego tomarme bien de ambos brazos hasta tenerme en el yate de pie. Pareciera que para él yo no pesaba absolutamente nada, tal como una liviana pluma.

No pude mantenerme de pie por mucho tiempo y empecé a irme de lado, por fortuna Wells lo notó y me atrapó antes de que cayese al suelo. El albino me quiso envolver en una toalla, pero antes de que pudiera siquiera intentarlo, me lancé a sus brazos, abrazándolo fuertemente. 

Mi cuerpo entero temblaba aún del miedo experimentado allá en el agua. Mi labio inferior seguía bailando exageradamente; debía de estar pálida del horror.

Está bien, está bien —susurraba Wells, guiándome hacia uno de los asientos de cuero blanco incrustados del barco —. Ya pasó, estás bien.

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